Prosa de prisa (diario de un nicaragüense en el extranjero)
Entre El gran teatro del mundo y Un mundo feliz
La neurosis es la cuota que el ser humano debe pagar a fin de vivir en sociedad. Los siglos XX y XXI han sido los siglos de las guerras. Desde que el hombre creó pactos sociales nunca ha habido tantos muertos por tantas guerras en apenas cien años. La Guerra Civil Española, la Primera y Segunda Guerra Mundial, Vietnam, Kosovo, Kuwait, Irak, Afganistán, Siria, Ucrania, Gaza, más los conflictos civiles en todas partes del mundo, los gulags diseminados a través del mundo socialista y los campos de exterminio nazis han producido la espantosa cifra de más de doscientos cincuenta millones de muertos.
Nuestras sociedades no han preparado suficientes profesionales: psiquiatras, psicólogos y terapeutas para asistir a los millones de personas con traumas y problemas mentales a causa de tanta violencia. El ruido, la contaminación ambiental y cultural cada día ofrecen menos treguas. No existen formas de escape, por eso recurrimos al alcohol y las drogas.
En las sociedades supuestamente avanzadas el suicidio entre hombres se ha disparado por razones que no se pensaron en siglos pasados tales como los provocados por fracasos amorosos y la competencia impuesta por la creencia estadounidense del «self-made man», el hombre que se crea a sí mismo cuya finalidad es tener la mejor casa, el mejor coche, el mejor trabajo, la mejor vida.
Vivimos encerrados en aunténticos ruedos taurinos. Mientras se multipliquen los burócratas y la gente dedicada a tiempo completo a la tecnología, y se produzcan menos psiquiatras y psicólogos, las sociedades corren un grave peligro. La conjugación en tiempo pretérito se impone para expresar tanta muerte. La tragedia radica en que el monstruo que nos devora sigue creciendo.
Desconocemos su tamaño y el daño que llegará a producir pues la violencia tiene miles de caras. En el siglo XXI, siglo que bien podría llevar el título «Una temporada en el infierno», como el poema de Arthur Rimbaud (1854 – 1891), no existe recompensa para la neurosis.
No sólo necesitamos psiquiatras y psicólogos, también necesitamos humanistas que nos ayuden a pensar, es decir, a detener al monstruo. En esta «temporada en el infierno» las humanidades, el más importante frente que el ser humano ha erigido para expresar las más grandes exaltaciones del espíritu y también sus pasiones, se encuentran en la sombra, arrinconadas tras las bambalinas del gran teatro del mundo. Sin ellas, nos hemos convertido en seres vulnerables, aturdidos por la falsa felicidad promovida en las redes sociales que hollan nuestra existencia.
El gran teatro del mundo se ha convertido en 1984 y Un mundo feliz. El bíblico monstruo Leviatán nos está devorando.