¿Qué vamos a hacer para liberar a nuestros secuestrados?

<<El pobre no tiene arreglo con el diablo; no tiene aviones privados ni helicópteros; no tiene salario que cubra el precio de la canasta básica; ni tiene voz para reclamar, ni voces que por él reclamen.>>

Pasa un día más que una pandilla de delincuentes tiene encerradas a cientos de personas para obligar a todo el país a someterse. Un día más que una minoría ínfima dice “aquí mando yo; aquí yo soy amo, dueño y señor, y a quien se atreva a ser libre lo vamos (así fue exactamente que dijo uno de ellos, un tal diputado Rodríguez), “lo vamos a desturcar”. 

Un día más de terrorismo a plena luz del día y ante los ojos de los poderosos del país y del mundo. Pero a estos terroristas nadie los persigue. Más bien, los poderosos del país y del mundo tratan de persuadirlos, con la paciencia que permite que hoy pase un día más de terrorismo.  Con la paciencia que permite que haya gente en celdas que son poco más que 

mazmorras, subterráneos oscuros, húmedos, inhóspitos, inhumanos. La tiranía quiere encerrar en ellos, no solo la voluntad de los secuestrados, sino la de toda la nación. Quiere que del sufrimiento de los presos políticos y del temor de sus familias surja el sometimiento eterno al despotismo.  

Sabemos que tarde o temprano, una vez más, quedará demostrado su error. Sabemos que, tarde o temprano, conquistaremos, los nicaragüenses, una oportunidad más de vivir libres. Pero hoy, hoy es un día más que se hace interminable, hora tras hora, minuto tras minuto, para las víctimas del Estado terrorista. Y es un día más para el tirano; un día más que el tirano y su demencial consorte disfrutan como la eternidad que sueñan.  

Mientras, el resto del país sufre. Mientras, la noche y el día se mezclan oscuras para quienes sufren cárcel y tortura. Mientras tanto, marchan, con el alma partida, quienes busca la frontera por veredas, tiemblan los que quedan atrás. 

Hoy es un día más del horror cotidiano. Un día más que comienza y no termina en el pecho de padres, madres, hijos hermanos. “¿Podremos verlo, podremos verla algún día? ¿Cuántos días van ya sin verlo, sin verla?”  

Un día más con la sombra de los sicarios rondando la casa. Un día más esperando a que llegue la remesa desde Miami para poder escapar. Hay que pagar buses, coyotes, hospedaje barato en el camino. Hay que salir de este infierno. Hay que comer lo que se pueda, sentado en una cuneta de Chiapas, o de San José. Hay que sobrevivir. Hay que salir del infierno. Cuando se es pobre, hay que sufrir para salir del infierno. El pobre no tiene arreglo con el diablo; no tiene aviones privados ni helicópteros; no tiene salario que cubra el precio de la canasta básica; ni tiene voz para reclamar, ni voces que por él reclamen; solo el infierno de los paramilitares y la voz de un tirano balbuceando incoherencias; la voz de un general dando su apoyo al tirano; el silencio de los líderes de su Iglesia, la iglesia en que creía poder refugiarse, roto apenas por el cantinfleo cínico de un cardenal cómplice. 

Un día más en la Era del Terror, la segunda era del terror del FSLN. 

¿Qué hicimos nosotros en este día más, para impedir que fuera solo un día más?

Esta es la pregunta clave. Y la palabra clave en ella es nosotros.

Ya sabemos que quienes tienen poder no lo harán por nosotros. Ya sabemos que no lo harán quienes tienen poder económico, porque sus intereses están atados a la tiranía por ganancia y riesgo (riesgo de colapsar con el tirano; riesgo de que el tirano los ataque para imponer su mando). Para quien lo dude, ahí están algunos segundones y empleados de la oligarquía en una prisión que jamás imaginaron. Abandonados, no solo por el Gran Capital, sino por otro poder que tampoco ha hecho lo que está en su poder para que hoy no sea un día más de cautiverio y secuestro: la llamada “comunidad internacional”; o sea, la OEA, Estados Unidos, Europa. Abandonados también por la jerarquía católica, desde la Conferencia Episcopal hasta el Papa, pasando por el incalificable Cardenal Brenes. 

Pero que todos ellos abandonen a nuestros compatriotas secuestrados no nos da derecho a nosotros, especialmente a quienes estamos libres en el extranjero, a hacer lo mismo, a abandonarlos también. 

Es verdad que la lucha por la supervivencia a veces abruma. Es verdad que cada uno de nosotros tiene diferentes ideas, visiones de país, nociones de estrategia, ideologías, y hasta intereses personales. Pero nada vale nada, ningún interés es digno, si no hacemos lo que está en nuestras manos para detener el crimen, para dejarlo pasar de un día a otro, para dejar que sea, el crimen, amo y señor, dueño del día, de todo el día, día tras día, de nuestros compatriotas secuestrados. 

Lo que nosotros, Nicaragüenses Libres, proponemos a todos los nicaragüenses en el extranjero, a todos los grupos, organizaciones, asociaciones, partidos, es esto: no solo condenemos los crímenes de lesa humanidad de la tiranía en general; condenemos el crimen de lesa humanidad que cometen a diario, al tener secuestrados arbitraria e ilegalmente a centenares de nicaragüenses para intimidarnos a todos, para hacer a través del miedo y del terrorismo lo que no pueden hacer a través de la legitimidad, porque de esta carecen; esta se las ha arrebatado el pueblo de Nicaragua para siempre.  

Juntémonos todos en este esfuerzo. Aquí no se trata de simpatías personales, políticas o ideológicas. No se trata de estar de acuerdo o no con las posturas políticas de ningún secuestrado. No se trata de creer en ninguno de ellos de manera ciega, ni de creer que el estar preso da o quita la razón, hace mejor o peor a nadie. NO. Aquí se trata de que el régimen del FSLN es ilegítimo, no tiene autoridad para encarcelar legalmente a nadie, y por tanto es una pandilla usurpadora involucrada en el crimen del secuestro, entre otros crímenes de lesa humanidad.

Juntémonos todos, y sepamos que tendremos que hacer un gran esfuerzo para que, en un mundo convulsionado por guerras y conflictos, el sufrimiento indecible de nuestros presos políticos, y el de nuestra Nicaragua ocupada por un ejército de criminales, sea notado. 

Tendremos que hacer de todo dentro de la libertad que permiten las leyes de nuestros países de refugio. Pero hay que hacerlo. Podemos hacerlo. Si no podemos unirnos para esto, ¿será posible que logremos unirnos para derrocar a la dictadura? 

Los Nicaragüenses Libres llamamos a todos a demostrar que sí se puede: unidad en igualdad, unidad en la acción por la libertad de todas las personas presas políticas de Nicaragua. Un paso firme, fuerte y largo en dirección a la revolución democrática, porque lo que exigimos es la libertad incondicional, no solo la excarcelación con restricciones. 

¡Libertad incondicional para todas las personas presas políticas de Nicaragua! 

¡Viva Nicaragua Libre!

Francisco Larios
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El autor es Doctor en Economía, escritor, y editor de revistaabril.org.

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