Reflexiones de un sobreviviente del Covid
Néstor Cedeño
Néstor Cedeño es autor de Entre rebelión y dictadura y Entre lucha y esperanza,
dos obras de relatos, poemas y escritos sobre la rebelión cívica de 2018 en Nicaragua.
Ha sido tan claro como el agua “Fuente Pura” que en Nicaragua la situación con respecto a la pandemia del Covid-19 ha sido un desastre desde el inicio. El “buen gobierno” sigue siendo el más negligente de la región, responsable por miles de muertes a causa de su mal manejo durante los inicios del 2020. Claro, ellos seguirán reportando datos manipulados y dirán que muchos de los fallecidos en el último año fueron a causa de otros males, en especial, su excusa favorita, la “Neumonía Atípica”.
Desde donde me encuentro, en Estados Unidos, la situación tampoco ha sido de maravilla. El país con más contagio y muertes reportadas en el mundo, la mayoría bajo un gobierno que no dio mucha importancia a las recomendaciones de quienes saben lo que dicen, ni mucho menos tuvieron un plan nacional adecuado para actuar y atacar el contagio masivo que eventualmente llegaría a cerrar este país casi por completo. Es hoy, y a pesar de haber un nuevo gobierno, elegido democráticamente a través del voto, la pandemia ha causado graves problemas económicos y sociales, las cuales tomará mucho tiempo en resolver.
También, es desde mi rincón del mundo donde, a pesar de hacer mi parte, de cubrir mi boca cuando salgo o si me encuentro en lugares encerrados—como mi trabajo—de lavar mis manos, usar gel antibacterial y mantener la distancia adecuada… aun así llegué a contraer el Coronavirus.
Durante mi tiempo en cuarentena—donde pasé días acostado con dolor y temperatura leve, congestión nasal, fatiga, perdida del olfato y gusto, entre otros males—llegué a pensar en cómo la hubiera pasado si me hubiera dado en Nicaragua. Me imaginé la fila que tuviera que hacer en el hospital “Conchita” Palacios—el único centro donde se puede hacer la prueba—esperando con otros y sin mantener mucha distancia social. Pensé en tener que pagar por la prueba en vez de tomarlo gratis, gracias al gobierno “socialista y cristiano” que ama tanto a su pueblo y que no cobraría por un examen que bien fue recibidos gratuitamente gracias al BCIE (Banco Centroamericano de Integración Económica), Rusia y la Embajada de Taiwán por ser un país en extrema pobreza.
Me imaginé qué hubiera pasado si mis síntomas no hubieran sido leves y tuviera que acudir a la atención medica de un hospital mal coordinado y mal suministrado ante semejante pandemia. ¿Qué hubiera sido de mí? ¿Hubiera sobrevivido, o llegaría a ser una estadística más de las que oculta el Ministerio de Salud?
Por suerte, pude hacer mi prueba desde mi vehículo; tampoco tuve que ir de emergencia a un hospital. Pero hay quienes, tanto en Estados Unidos como Nicaragua, no logran correr con esa misma suerte.
Al mismo tiempo, ambos países están demostrando que la vida social es más importante que cualquier virus. Los bares y restaurantes, los centros de entretenimiento y las diferentes actividades, promovidas por aquellos que sí hacen caso a las recomendaciones de los expertos y se encuentran bien guardaditos en su búnker de El Carmen—en el caso de Nicaragua—se encuentran llenas de quienes prefieren hacer caso omiso a la pandemia por unas horas mientras la pasan bien, sin máscara ni mucho distanciamiento. Mientras que en Estados Unidos, donde muchos que están a favor del expresidente saliente desafían a las normas, van a convivios masivos o fiestas como si fuera el 2019 y todo el mundo feliz y contento, bailando, bebiendo y gozando. Como dice un meme por allí: “¡al COVID le gusta eso!”
El encierro fue un cuchillo de doble filo para mí. Durante la primera semana estaba decaído y con poca energía, pero aún así, hice el esfuerzo por continuar mi trabajo de maestro desde mi casa; la cual no siempre fue fácil, pero me ayudó a sentirme útil en momentos donde quizás no me hubiera sentido muy bien. Al final de mi tiempo en cuarentena me cuerpo se sentía mejor, pero mi mente decía “¡ya quiero salir de aquí!”. El encierro no es fácil, aún para escritores antisociales como yo, pero estaba claro que, por el bien de todos, mi lugar era en casa. Desafortunadamente, tanto en Nicaragua como Estados Unidos hay muchos que no sienten lo mismo o… tienen el cerebro tan lavado que si sus amos dicen “¡salte!”, ellos responden con “¡Salta, sapito salta; salta sin parar!
Cuídense… que el COVID no perdona y nadie quiere terminar positivo, en cuarentena, con síntomas (leves o no) o peor.