Revolución democrática: dispersar el poder, acabar con el dominio de las castas.

<<Una vez más, las élites quieren que la gente escoja entre pan y libertad, y en esa escogencia, terminamos sin pan y sin libertad. Por eso es que hay que marchar hacia la revolución democrática. Hay que acabar con el dominio de estas élites, que para rematar son prácticamente un solo árbol genealógico, aunque se maten entre ellos y traicionen y sacrifiquen a la patria y a la mayoría.>>

Un sindicato de sicarios (FSLN) y un capo (Daniel Ortega): a eso se reduce el régimen que se auto llama “Gobierno de Nicaragua”. 

Van a perder, porque creen que tienen alas y se han lanzado del avión sin paracaídas. No pueden desafiar la ley de la gravedad. Van a caer.

Al resto de nosotros nos toca aprender las lecciones del caso, para que NUNCA se repita esta barbarie.

Una de ellas: NO DAR SEGUNDAS OPORTUNIDADES A NINGÚN POLÍTICO. Sin segunda oportunidad, Ortega no hubiera regresado al poder en el 2007.

Y ojo, que por ahí andan un montón de políticos que buscan reciclarse. Unos han caído víctimas del monstruo que ellos mismos crearon. Otros, como Humberto Ortega, tiene aliados poderosos, y voceros inmorales, como los círculos alrededor de La Prensa, que buscan limpiar su imagen. 

Hay que negarle a él, y a todos los cómplices, entre ellos los que están en Costa Rica en silencio sepulcral, conspirando tras bambalinas por un aterrizaje suave, una nueva oportunidad. Son todos parte de la misma macolla, de la misma red de clanes familiares, económicos y políticos, clanes del poder, en busca de repartirse a la Nicaragua herida, destrozada por su ambición y la del régimen actual.

Pero la lección más importante es esta: HAY QUE DISPERSAR EL PODER. Hacerlo no va a ser fácil, porque hay poderes que no visten uniforme ni hablan en público pero que son de enorme peso en la política, como los milmillonarios del país, los diplomáticos vaticanos y del Departamento de Estado, los grandes capitales centroamericanos y los políticos que antes mencionamos.

Todo el mundo tiene derecho a defender sus intereses, pero los intereses de estos grupos minoritarios, algunos de ellos extranjeros, no pueden imponerse a la mayoría, ni ser privilegiados por encima de los intereses de la nación, y de la mayoría. Para que esto sea posible, la democracia debe defender los derechos de todos, y luchar contra los privilegios de las castas, contra el poder del dinero que corrompe y de la manipulación de los políticos que ambicionan concentrar el poder. 

La democracia, en la visión de gente como Tomás Jefferson, tiene entre sus propósitos centrales–por necesidad de supervivencia–contener el poder de los grandes intereses económicos; para que todos puedan compartir en la producción y consumo de las riquezas del país. No para que el Estado expropie, sino para que el poder económico deje de estar en unas pocas manos que hacen imposible el progreso y la libertad. Hay que dispersar el poder, no concentrarlo. Hay que dispersar el poder político, y el poder económico.

Nos cuesta asimilar estas ideas, o hasta entenderlas a veces, porque hemos vivido desde tiempos inmemoriales dominados por una casta que concentró riquezas económicas por su poder político. Y luego nos vendieron la idea de que un Estado poderoso, aunque nos quitara libertad política, lograría que alcanzáramos el progreso económico y acabáramos con el hambre. Nos dijeron que escogiéramos entre Pan y Libertad. Nos lo han dicho las castas, que dicen que pueden producir el pan, y nos lo han dicho los falsos revolucionarios, que nos dijeron que teníamos que sacrificar Libertad para tener pan.  

Fíjense si se parecen ambos en su espíritu opresor, que un representante de las castas, Arturo Cruz, terminó elogiando a los falsos revolucionarios, que según él practicaban (se refería a Ortega) un “populismo responsable”.  El mismo Cruz dijo que el pueblo nicaragüense tendría que “sacrificar el sueño de democracia para tener gobernabilidad”.  Una vez más, las élites quieren que la gente escoja entre pan y libertad, y en esa escogencia, terminamos sin pan y sin libertad.

Por eso es que hay que marchar hacia la revolución democrática. Hay que acabar con el dominio de estas élites, que para rematar son prácticamente un solo árbol genealógico, aunque se maten entre ellos y traicionen y sacrifiquen a la patria y a la mayoría.

No más mentiras, no más pactos, no más segundas oportunidades, no más conspiraciones de élites. Conquistaremos como corresponde a ciudadanos libres nuestra libertad y la de nuestra patria, acabaremos con el dominio de la élite postcolonial y su sistema de poder semifeudal, que solo atraso y dictadura y guerra nos dan.  Conquistaremos la democracia. Ya sabemos que es difícil, pero sabemos lo más importante: somos capaces, somos la inmensa mayoría, y hemos aprendido. No pueden engañarnos más. Vamos a construir una sociedad democrática en todos los aspectos, con el poder disperso, derechos para todos, privilegios para nadie.

Nicaragüenses Libres
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"El movimiento Nicaragüenses Libres nació para impulsar la revolución democrática en Nicaragua."

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