Rizomas que crecen en las ruinas del lenguaje

(Texto de la presentación del libro Las abuelas ciegas de Nuria Ruiz Viñaspre en la librería Animal Sospechoso de Barcelona)

Por Goya Gutiérrez

Con Las abuelas ciegas  la poeta llega al número 17 de sus  libros publicados hasta la fecha. Premio de poesía Nicolás del Hierro, editado en el 2022 por el Ayuntamiento de Piedrabuena.

En algún sitio he leído que con motivo de un viaje de la poeta a Canarias conoció personalmente a la madre de Miguel «La abuela ciega «como ella la denomina concretamente en el poema XXXIX dedicado a esta madre enferma de Alzheimer. En el Epílogo se nos desvela también el título del libro:

«A la familia volcánica de alguna de las islas que viven bajo el mar se le conoce con el nombre de Las abuelas Abuelas sumergidas de 130 millones de años y embriones «listos» para nacer Ellas son los montes submarinos más antiguos de la Tierra Son las abuelas ciegas Las madres del Tiempo».

La poeta Amalia Iglesias Serna titula el prólogo del libro «La memoria hecha pedazos. Gramática de la intemperie», y habla entre otras cosas, sobre la poesía de este libro como «espejo hecho añicos» «partículas de la memoria» o «rizomas que crecen en las ruinas del lenguaje», y también nos informa de que los libros anteriores de la poeta ya se sitúan en ese aspecto que señala Mario Montalbetti: «lo indomesticado del lenguaje» pero que en esta obra da un paso más, la autora establece un paralelismo entre lo que «la poesía le hace al lenguaje» y «lo que el Alzheimer le hace al lenguaje».

Esto de «lo que la poesía le hace al lenguaje» me hizo pensar, pues si bien la poeta en este caso es la artífice de la escritura, es también cierto que la poesía y la literatura en general tienen también capacidad por sí solas de hacer al lenguaje, posiblemente de decir cosas que la propia poeta quizás no había previsto.  Así que estoy de acuerdo con ese paralelismo en este libro. La autora y su poesía han querido emular con esa descoyuntura de la sintaxis y de lograr que muchas imágenes deriven en el absurdo y el vacío de sentido, para decir ese vacío, ese pozo sin fondo de una memoria abolida. Esa realidad que desestructura todas las cosas y con ellas el lenguaje por el que nosotras las fijamos en nuestra memoria y nuestra conciencia. Y es esa desestructuración y desubicación en el espacio y en el tiempo de la mente dominada por el Alzheimer lo que la poeta se propone expresar, lo que quiere indagar y experimentar, y como dice Amalia Iglesias quiere «excavar en el lenguaje de las perplejidades». 

En este empeño hay también por parte de la poeta, una actitud comprometida y empática con el sufrimiento ajeno y con la recuperación de la memoria de las mujeres.

En su primer poema a modo de prefacio se anuncia la gran pérdida. Y a continuación en el poema cifrado con el número I romano y dedicado a la madre de M. se anuncia la intención de hacer del poema el cuerpo de la pérdida. Y un segundo poema a modo de oración para que se cumpla ese propósito. Y como ejemplo de ello también está el poema VI al que antecede una cita de Roberto Juarroz que dice «Nacer es un proceso que nunca termina», el poema de Nuria acaba diciendo: «morir, amor/ es un proceso que nunca termina», enmarcado en esa experiencia de la enfermedad.

A partir de este poema número VI aparecerán frecuentemente la preposición –sin– y la conjunción negativa –ni   como expresiones de la negación: «en el sin más o en el sin menos» nos dice. O  «hechos de meteoros caímos/ al cráter desde un sexto piso/ altura sin espacio ni techo ni memoria ni jardín» en el poema VII y es en este poema en donde también la casa del lenguaje se llena de sinsentido, que halla cobijo en la expresión de la carencia a la que antes me he referido y en la expresión de lo absurdo o lo surreal, o desencajado, o lo inesperado o lo perplejo, como por ejemplo

Los leones no caminan vestidos 

quieren ir al fondo del lenguaje

a desenterrar palabras que les miren de frente 

pero un domingo cualquiera la ermita 

del pueblo les cruza la cara 

No hay nadie en nuestra mente 

acaso una cuadrilla de obreros

despeinados que levanta pilas bautismales 

en las que lavar las sobras

Retorcer el lenguaje para que cante la carencia que se halla en la mente del olvido. A veces aparecen otros poemas cuyas imágenes pertinentes con la experiencia de la enferma sí tienen, a mi entender más sentido como en el poema IX en un contexto de polvo, guerra nuclear y muerte, dice «Al fondo la anciana tiembla/ confunde el sonido del viento/con ruidos humanos» «El gallo come piedras negras de su mano/ el galgo se las roba».

Uno de los poemas que a mí me ha recordado más al estilo surrealista es por ejemplo el número X que lo encuentro muy logrado pues anuncia una catástrofe aunque sea una catástrofe privada como es perder la memoria
y empieza así 

Nadie viene nadie de la luz oblicua

nadie por las acolchadas escaleras de la memoria

allí resbala la memoria de los nadie

esa cosa privada comida por el viento

Intento recordar la contraseña del olvido

pero la armadura de mi cabeza 

lleva un desorden de letras 

[…]

El poema planea la hoguera de la confusión

Y acaba nombrando por primera vez el título del libro:

todas las abuelas ciegas 

nos miran a través de los espejos

y sobre los espejos la luz de la mañana

Después hay una serie de poemas visuales dibujando con palabras por ejemplo en el IX la cabeza de un gallo, o en el XII dibujando un embudo por donde se ha deslizado la memoria de las palabras hacia el vacío o el hueco desconocido, o en el XXII dibujando el péndulo de la sin memoria.

Una de las imágenes que creo son muy acertadas y que menciona también Amalia Iglesias en su prólogo sobre el funcionamiento de muchos poemas y del lenguaje en general en este libro es la imagen del puzzle, en donde esas piezas aisladas carentes de sentido, tienen un objetivo que es componer una forma, un cuerpo de algo, así también las palabras desencajadas tienen como objetivo la indagación del funcionamiento confuso y desubicado en el tiempo y en el espacio de esa mente que la poeta nos quiere acercar, de formar también en el poema el cuerpo de la pérdida, y así nos lo parece decir en el poema número XL que se divide en dos partes Ejercicio en donde se da la descoyuntura del lenguaje y el absurdo que produce, y otra parte que es el Resultado que sería la dotación de sentido de las imágenes con las mismas palabras anteriores.

En otros poemas como el XIV se intercalan imágenes que hacen surgir el absurdo o lo surreal como «El viento desordena el frutero subiendo el peine al sótano para allanar la fruta» con otras cuyo sentido apunta al tema tratado por ejemplo «Las pobres palabras se quedan bajo el aire congeladas» o como en el XVI ¡Qué somos sino animales ciegos!  O en el poema XVII «Todo empieza donde todo acaba/en la punta de la lengua/cementerio litológico donde van a morir las palabras» mientras que en el XXIII nos dice «mandos de TV en pecera» «te calzas pantalones por las manos».

En otros poemas hay un deseo de la poeta por expresar describir poéticamente ese suceso de la pérdida en el XXV «Esa memoria suya/frágil como alabastro le hace ser urgente en su nuevo orden» o en el poema XXVIII «La memoria/fábrica de falsos recuerdos/dama que a su antojo ajusta el mundo a su diadema» que me parecen muy logrados.

De vez en cuando surge la intertextualidad en sus poemas con versos de otros autores como por ejemplo Gamoneda en el poema XXXI «el óxido en la lengua».

Quiero resaltar el poema XXXIX que dedica A la abuela ciega, estructurado con la palabra pausa que aparecerá repetida en sucesivos versos de forma anafórica, en donde se produce una identificación e inserción del tiempo y las vivencias de la poeta con el tiempo y las vivencias de la abuela ciega en un feliz instante de lucidez y empatía, una se introduce en la otra formando una sola matrioska en un baile inolvidable y dulcísimo «Éramos dos pájaros bailando» y que para mí representa el paradigma de lo que la poeta humana y poéticamente ha escrito en este libro.

El poemario finaliza en el poema L que semeja un pequeño ensayo crítico sobre el lenguaje y cómo lo utilizamos en los modernos medios tecnológicos. Al final nos dice que las palabras que nadie pronuncia o las extinguidas por desuso van a parar a una isla cerca de Groenlandia y allí quedan perdidas y congeladas. Un viaje, nos sugiere, que puede ser el nuestro.

La poeta emprende pues con esta experiencia un viaje arriesgado de indagación a través de la poesía hacia esa mente y esa memoria que se ha ido a esa isla simbólica de las palabras perdidas. En muchos de los poemas del libro es manifiesta esa descoyuntura del lenguaje, ese juego con las palabras, esas imágenes vacías de sentido, palabras de las cosas desubicadas temporal y espacialmente, en las antípodas de la lógica, posiblemente para que también provoquen en el lector o lectora el absurdo y el desasosiego que quizás debe de sentir La abuela ciega. Para expresar esa muerte neuronal que no acaba, ese vacío que la propia enferma no puede entender. Mientras que, en otros poemas y otros versos, como he mencionado antes, la expresión poética se torna más lírica frente al deseo de la poeta de indagar, describir, expresar o sugerir con imágenes poéticas lo que debe de ser ese suceso de la pérdida, que es la enfermedad del Alzheimer.

VI

Si un día volviera a morir amor

sobrevolaré al pájaro que echa leña al cielo

y en pie y a contracorriente

la incendiada mente me adelantará

por el carril

izquierdo corazón que late su último tac

con memoria de los panes sin sus peces

Pero si un día sin día ni luz ni tú volviera

a morir llevará guirnaldas la cornisa de mi cuello

y partirá en dos el verbo «partiendo»

tres veces una en un gerundio

Tu mano amor encadenada a sienes

en un irse siempre

en el sin más o en el sin menos

mirándome de lejos

en otra orilla el río en el olvido

amor de lo olvidado

y la fiebre en estos ojos del contigo

entre el pronombre hoy y el pronombre

ayer en un ritual de encuentros raros

que bienviven en la punta y En la lengua

y me dicen que morir amor es un proceso

que nunca termina

VII

Hechos de meteoros caímos

al cráter desde un sexto piso

altura sin espacio ni techo ni memoria ni jardín

cada casa en su mar y la tristeza en la de todos

Las ideas son cactus que van a dar al mar

El ermitaño que fuimos nos viste de casa polvo

y una corriente alterna altera su amnesia

el viento —ejército imantado—

es león que ruge esa alternancia de [a mente

Los leones no caminan vestidos

quieren ir al fondo del lenguaje

a desenterrar palabras que les miren de frente

pero un domingo cualquiera la ermita

del pueblo les cruza la cara

No hay nadie en nuestra mente

acaso una cuadrilla de obreros

despeinados que levanta pilas bautismales

en las que lavar las sobras

—Los recuerdos oblicuos van a dar al polvo

Dentro de la iglesia un Dios sin verbo

suspira su fe de álamo en hoja

Desde allí la nada y el nadie

donde nada sale y nadie entra

El sol ha llegado de repente

pedaleando en la memoria del alguna

vez ver la cosa única una vez

Así el sencillo ser

el secreto del afuera

llegar al poema que pudo irse por las ramas

y sentir que el álamo está en calma

IX

Montañas de palabras te arañan

como el colibrí el aire

El cielo aprieta el paladar donde

la lengua es un cadáver que escapa

de una guerra nuclear

tanto polvo envenenado dejan a su paso!

Al fondo la anciana tiembla

confunde el sonido del viento

con ruidos humanos

un crujir de ruedas muele su mente

el gallo come piedras negras de su mano

el galgo se las roba

¿acaso gallo y galgo son parte de su abismo?

La anciana sale de un camino

de torcidas plantas

con la felicidad con la que entra

en la invisibilidad del poema

En esta tierra maternal se vive sin oírnos

tropezar con nuestras cosas

Sé que un día la vida se irá por estas calles

donde gallo y galgo meditan silenciosos

a orillas de la casa

Si pudiera soltar al aire este poema

si todavía luego o todavía antes

este poema fuera gallo…

¿o era galgo?

XXXIX

a la abuela ciega

La abuela ciega

en pausa

almohada de hilo y oro

cuando se acostó en mi noche

mi noche

pausa

mi noche era su pelo blanco

de memoria blanda

pausa

como una nadadora se vertió

en mi almohada negra

tiñendo el jarrón Japonés de su

pausa

de su tiempo amortajado

su lozanía

su insultante juventud de nadadora rusa

se inyectó en la cocina

con felicidad de pájaro

bailamos

pausa

éramos dos pájaros bailando

bailamos bajo fogones

y estrellas minuciosas

—minuciosa pausa

—minuciosa luz que despejó mi frente

pausa

la guerra transcurría al fondo

pausa pausa pausa

lento mundo Y también sin pausa

salió por el postigo del Edén la presencia curva

su presencia

ese delicado acto ficticio de la expresión

pausa

Goya Gutiérrez
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