Sobre cómo la democracia estadounidense ha derrotado a Trump, y el daño que este le ha causado
Leonel Arana
El autor es ciudadano estadounidense y miembro de la iniciativa Nicas por Biden.
La Corte Suprema de Justicia, como era de esperarse rechazó tajantemente la demanda de Trump y sus incondicionales que exigían anular el triunfo de Biden, quienes usaron a Texas de instrumento. La Corte no entró en consideraciones legales, que no las había. La declaró improcedente, y punto.
Y es que al final las instituciones estadounidenses resistieron, principalmente el sistema electoral, al que en ocasiones se ha calificado de obsoleto pero que sin embargo, al no estar centralizado, no pudo ser manipulado desde arriba porque no hay un arriba sino que funciona desde abajo, a nivel de centro de votación y de condado. También en esos momentos críticos en que la democracia estuvo en juego surgieron héroes, entre los funcionarios estatales del Partido Republicano, el de Trump; entre los empleados y voluntarios que certificaban los resultados; a nivel de Secretarios de Estado y de Gobernadores que, a pesar de los halagos, de las presiones y las amenazas personales, no se prestaron a cometer los actos de sedición que les exigía Trump, y actuaron conforme a la Ley.
Trump, a pesar de su aplastante derrota tanto a nivel de votos como en las Cortes, obtuvo un éxito relativo en sus propósitos más infames, cometidos tal vez por encargo de Putin, ya que con su campaña irresponsable, inédita en la historia del país cavó una zanja entre Demócratas y Republicanos, convenció a millones de sus seguidores más fanáticos o más interesados de que hubo fraude y que por lo tanto Biden no es un Presidente legítimo, y arrastró por el cenagal la imagen de los Estados Unidos, dándole material a sus enemigos internos y externos.
Pero el daño más profundo y permanente se lo hizo al Partido Republicano, al que desde el comienzo secuestró, envileció y destruyó al convertirlo en una masa amorfa, servil, convenienciera, sin más ideología que el odio generalizado a todo, pero principalmente a la ciencia, a la cultura, a las minorías étnicas y a la decencia.
Los verdaderos Republicanos, como los Never Trumpers, los del Lincoln Project y los que se negaron a firmar el acta de sumisión al hombre y no al Partido, tienen una ardua tarea por delante para rescatar a su partido de este aspirante a Dictador, que quisiera serlo ya como copia de Maduro o de Putin, o tal vez de Kim Jong-Un.