Sobre el significado de “movilización política” y el fin inevitable de la tiranía

Todos los días, un atropello más. Todos los días, más nicaragüenses se ven obligados a buscar refugio fuera de su país, sometido a una de las campañas de terror estatal más crueles de la historia de América Latina. Todos los días, los usurpadores reúnen a sus policías y paramilitares, y les dan la instrucción de ir y asustar, intimidar, amenazar, asediar, espiar, y llevarse preso a quien sea, de donde sea. Les dicen que no necesitan orden judicial, que quienes mandan son ellos, el comandante y la compañera; que no se preocupen, que el comandante los protege y que pueden hacer lo que sea, aunque sea ilegal y cruel. Dicen a sus sicarios que no hagan caso de rumores, que el comandante está fuerte; que vayan y aterroricen a la gente, sin importarles lo que de ellos digan sus vecinos, sus amigos, sus propias familias; no importa lo que le digan a sus hijos en el barrio o el colegio; no hay peligro, el poder es nuestro, dicen, y no lo vamos a soltar nunca, recuerden lo que dijo el comandante Borge.

Y así salen, todas las mañanas, y todas las noches, a esparcir terror. ¿Qué quieren? ¿Por qué tienen que hacerlo todos los días? Quieren impedir lo que más temen, lo que sospechan que cualquier día de estos puede pasar: que de repente, y como termina ocurriendo SIEMPRE en la historia, alguien pase del miedo a la furia, y encienda la chispa del incendio. Esa chispa está ahí, anda por ahí, está en nuestros hermanos que trabajan dentro de Nicaragua organizando la resistencia, está en la cólera que sienten vecinos y parientes cuando la guardia golpea a alguien, o se lo lleva preso. Esa cólera estallará, es cuestión de tiempo. No hay que ser un genio para entenderlo: la represión extrema causa, primero, un estado de terror, que al final termina volcándose en justa y necesaria furia. Ocurrirá. De esto estamos seguros, así que, con confianza y fe, a pesar de la represión, en medio de todas las dificultades, trabajamos para que la próxima rebelión termine con el pueblo derribando las murallas de El Carmen y apresando, en cada barrio, en cada rincón del país, a los represores, que tienen que ser juzgados por sus crímenes de lesa humanidad, y a los colaboradores que los han apoyado para obtener ganancias.  Hacemos inventario y lista de toda esta gente, y de sus negocios, porque estamos claros de que, sin justicia, nunca habrá libertad y democracia. 

¿Por qué tienen que hacerlo todos los días? Porque saben que están rodeados, cercados, porque son una minoría minúscula, acorralada. Saben que nosotros, en cambio, somos una enorme, una abrumadora mayoría, y que estamos al acecho, que los ojos del pueblo son mucho y no se nos escapan; sabemos quiénes son, y qué hacen. Ortega, Murillo y sus cómplices saben que cualquier error, cualquier descuido, puede hacer que se les venga encima el alud, el deslave, la montaña de lodo, la tierra mojada por las lágrimas que han llorado las madres, los padres, los hijos, los hermanos, los amigos de todas las víctimas del orteguismo. 

Los orteguistas intuyen, como intuye una bestia herida, que van a quedar aplastados, que van a ser enterrados para siempre por un pueblo que esta vez se organiza conscientemente, que no va a ser engañado más, que sabe que esta lucha es a muerte, que la dictadura tiene que morir.  

Los orteguistas intuyen todo esto, y buscan, a través del terror estatal, ganar “un día más”.  Para Ortega no hay futuro, no hay horizonte, no puede haber grandes planes, planes largos. Su juego se reduce a sobrevivir un día más. Y tiene que hacerlo a punta de un terror que tampoco tiene futuro. Todos los regímenes que han impuesto el terror en la historia humana terminan siendo ellos mismos víctimas del terror y la violencia. Ortega y su clan no son, no pueden ser, una excepción. Esa excepción no existe. A todos los orteguismos de la historia los entierran los pueblos. Pero el instinto de supervivencia de la bestia le susurra al oído: “un día más, un día más”.  

Ese es su objetivo, un día más. Desanimar, desalentar, un día más. Y para eso, intimidar, un día más. Con esto no se harán eternos, no podrán contra la ley de la vida, que está contra ellos, pero no tienen alternativa, no tienen nada que ofrecer, no pueden hacer nada más que luchar desesperadamente por un día más. Un día más. Es lo único que pueden hacer, y con eso quieren que cunda entre nosotros el desánimo, el desaliento. Eso es lo que quieren, pero nosotros debemos estar claros de esto: ellos pueden buscar un día más, solo un día más, nosotros, en cambio, tenemos el futuro. Que ellos busquen un día más quiere decir que no pueden ver más allá, porque si lo hacen descubrirán que no hay nada para ellos, que ellos no están, que no estarán. 

¿Y qué hacemos hoy? Hoy actuamos con inteligencia, hoy construimos con astucia la movilización popular que, en su momento, el momento que nosotros escojamos, va a derrocar a la dictadura. 

Pero que quede muy claro esto; esto NECESITA quedar muy claro que “movilización” no es solo salir a la calle. No se sale a la calle a inmolarse, se sale a la calle a luchar y ganar. No se sale a la calle a ser carne de cañón. Por eso, hay que entender muy bien, necesitamos entender muy bien: “Movilización” no es SOLAMENTE, no es SOLO, salir a la calle a protestar; “movilización” es todo acto de rebeldía y resistencia coordinada.  Comienza por crear una red y compartir la propaganda, o enviar información sobre negocios, cómplices, y agresiones del régimen; incluye una multitud de acciones de bajo riesgo hasta el momento en que la acción directa, la movilización masiva en las calles se haga posible.  ASÍ construimos el movimiento popular democrático, así creamos nuestro poder, contra el poder de la dictadura. No vamos a servirle de carne de cañón a nadie. No vamos a permitir que se ensañen con los nuestros, que la dictadura los mate y las élites cómplices los dejen morir, como en 2018. No vamos a desperdiciar ni maltratar el coraje del pueblo. Lo que haremos lo haremos cuando estemos listos para hacerlo, no cuando la dictadura pueda fácilmente repeler nuestra ofensiva. Para crear nuestra movilización masiva, para hacer crecer el movimiento que no se detendrá hasta conquistar la democracia, tenemos que ser más astutos que los opresores. Lo somos. Y, además, tenemos algo que ellos no pueden tener: fe, confianza. Fe y confianza en el futuro, que ellos no pueden tener, y por eso se sienten agobiados y necesitan reprimir todos los días.

Por eso, compatriotas, por más agrio que sea el presente, por más oscuro que sea el momento, que se sepa: es agrio y es oscuro para la dictadura, pero ellos no solo sienten la bocanada de azufre de la muerte que los persigue, sino que apenas atrasan su fin inevitable, porque no tienen salida. 

Nosotros, en cambio, sí tenemos salida. De nosotros es el futuro; el tiempo de ellos llega a su fin. Ellos reprimen para que nosotros caigamos en la trampa del desaliento, en la depresión del desánimo. Pero se equivocan. Nunca podrán con nosotros. Como en la historia bíblica, en las paredes de El Carmen la mano de Abril ya dejó escrito: “Daniel Ortega, tus días están contados”, “Rosario Murillo, tus días están contados”. 

Nicaragüenses Libres
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"El movimiento Nicaragüenses Libres nació para impulsar la revolución democrática en Nicaragua."

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