Sobre la amistad frente a la represión
José Núñez
El autor es Profesor de Lengua y Literatura, Instructor de Danza Folclórica y Teatro Infantil. Poeta y Escritor. Activista Pro Derechos Humanos y Pueblos Indígenas.
Con frecuencia me encuentro algunas publicaciones con la frase: «que no se pierda la amistad por diferencias políticas». Esas publicaciones sólo buscan normalizar la relación pueblo oprimido y Estado represor. Son una promoción de falso cristianismo.
Sucede que en política, es verdad, no existe la amistad, existe la diplomacia cuyo rostro es el de la hipocresía.
En el actual contexto sociopolítico que vivimos en nuestra amada y convulsionada Nicaragua, las diferencias no son sólo políticas sino ideológicas, filosóficas y humanísticas.
La tesis maquiavélica enseña que al enemigo más peligroso hay que tenerlo cerca y el cristianismo mantiene su constante llamado a poner la otra mejilla. Para una madre cuyo hijo ha sido asesinado por la dictadura, el poner la otra mejilla significa dar otro hijo en sacrificio por la libertad de nuestro pueblo.
¿Cómo podría una madre ser amiga del asesino de su hijo? ¿Cómo podría alguien seguir siendo amigo del vecino que le espía constantemente para denunciarlo ante los esbirros de la narcodictadura? No sería solamente un hecho inaudito sino, además, una tesis irreconciliable, antagónica, moralmente repudiable.
Los asesinos no disparan flores y los torturadores no interpretan canciones de amor al oído.
Las madres cuyos hijos fueron asesinados sólo exigen justicia, y exigir justicia no es pedir venganza. La justicia no les devolverá a sus hijos, pero les dará cierta paz que no tendrán conservando la amistad con los asesinos.