“Sobre la ética”
Prosa de prisa (diario de un nicaragüense en el extranjero)
Desde que el Ramapithecus, nuestro más remoto descendiente se tambaleó por primera vez hace catorce millones de años, el hombre se ha esforzado por distinguir el bien del mal.
Un poco más reciente en la historia, dos mil quinientos años atrás, en la Grecia del siglo V a.C., Sócrates (c.470 a.C. – 399 a.C) se propuso diferenciar, a través de la lógica, lo correcto de lo incorrecto, lo moral de lo inmoral. A este ejercicio le fue asignado el nombre de ética, que proviene del griego ethos, cuyo significado es «costumbre» o «hábito». Por tanto, la ética es una virtud y, como tal, debe ser practicada, ya que sólo mediante el ejercicio constante puede volverse una costumbre.
Esta rama de la filosofía ha ido siempre tras la idea de llevar una vida pacífica entre hermanos, sin perder, por supuesto, la soberanía de la cual todo individuo debe gozar. La ética es el ansia del hombre de controlar las pasiones o desmesuras que lo colocan fuera del orden social y que rompen el pacto de respetar los límites que en su tiempo nuestros antepasados erigieron para protegerse entre sí. El fin de la ética es alcanzar la felicidad.
La ética y la moral siempre han transitado la senda del pensamiento político puesto que la política tiene como propósito hacer valer la justicia. Aun cuando en el siglo IV a.C. la democracia ateniense comenzó a hacer aguas cuando las ciudades-Estados se desbordaron debido a su expansión, el creciente número de habitantes y el ascenso de tiranos que poco o nada habían aprendido de los filósofos, la ética siempre mantuvo como premisa lo que Aristóteles (384 a.C. – 322 a.C) propuso en su Ética a Nicómaco: no cometer injusticias y tampoco soportarlas.
Ya en el Renacimiento, los postulados de Sócrates, Platón (428/423 a.C. – 348/347 a.C.) y Aristóteles acerca de la ética y la moral se trasladaron de los tratados filosóficos a los géneros literarios producidos por los humanistas, entre ellos la poesía, el ensayo y la música.
Por eso, Francesco Petrarca dijo: «Cinco grandes enemigos de la humanidad están dentro de nosotros mismos: la avaricia, la ambición, la envidia, la ira y el orgullo. Si nos despojamos de ellos, gozaremos de la más completa paz».