Sobre la “ideología de género” y el apoyo al trumpismo
Puedo entender que en tiempos de agitación informativa insólita, como vivimos hoy––porque nunca antes existió tecnología que la hiciera factible a escala mundial–– y tiempos en que la individualidad de minorías antes invisibilizadas por el consenso lucha por expresarse, haya zozobra espiritual y moral.
El miedo a lo desconocido es una reacción necesaria. No puedo menos que empatizar con quien tema que a sus hijos vayan a adoctrinarlos perversamente en las escuelas. Hasta aquí estamos de acuerdo. Debe debatirse amplia, democrática y racionalmente cómo la sociedad va a instruir a los niños.
A todos nos conviene hacerlo, e impedir que en vez de un debate amplio, democrático y racional tengamos una furiosa batalla campal donde se termina olvidando el objetivo que compartimos. Cuando ocurre esto, desde el palco disfrutan los grupos de poder que arman “los equipos” que se dan mazazos en el terreno. Es lo peor que podemos hacer, especialmente porque en el juego de ajedrez somos los peones de alguien, o de algunos, que nos utilizan para acumular poder.
Mi súplica es que no caigamos en esta trampa, y que no bajemos al campo en busca de una solución de aplastamiento y violencia por nuestra propia mano, y sobre todo que no permitamos que el conflicto ponga en peligro las instituciones que deben canalizar nuestra preocupación hacia el debate––perdonen que lo repita–– amplio, democrático y racional.
Por ejemplo, para quienes están preocupados porque creen que hay una conspiración de “ideología de género”, la solución debe ser la verificación empírica, y luego la corrección legal de rumbo por vías investigativas, deliberativas y consensuales.
De lo contrario, perdemos más de lo que ganamos. Hay ejemplos muy trágicos de esto. Uno de ellos es Nicaragua. Allá, a cambio de la promesa de Ortega (que cumplió estrictamente) de prohibir el aborto terapéutico, la Iglesia Católica prácticamente le levantó la “excomunión”. Su jerarquía, desde el Cardenal hasta la mayoría de los obispos, pasaron a darle apoyo. Algunos con el silencio, otros abiertamente. El apoyo de la Iglesia católica fue parte del rompecabezas estratégico que armó Ortega para regresar al poder presidencial; una parte, sin duda, fundamental.
¿Tengo que explicar el costo cruel que se ha pagado para lograr lo que quienes están a favor de la prohibición total del aborto ven como un objetivo moral legítimo? Hay que aprender de ese error, no hay que arriesgar las instituciones democráticas, hay que protegerlas y reforzarlas para que podamos decidir el futuro de la sociedad sin perder nuestras libertades y sin mellar nuestra potestad de controlar democráticamente al Estado, de tener nosotros poder sobre él, y no a la inversa; de no convertirnos en sus esclavos.
Francisco Larios
El autor es Doctor en Economía, escritor, y editor de revistaabril.org.