Sobre la manipulación de la tragedia

(una reflexión personal sobre el escalofriante paralelo entre dos países oprimidos, sus clanes de poder, y los bailes de máscara de sus élites)

<<Aprovechan hasta los momentos de mayor horror… no para apuntar hacia el futuro, para hablar…sobre cómo derrocar a un régimen aberrante…nada de Constituyente Democrática en el horizonte; nada de Dispersar el Poder; nada de Desmilitarizar el Poder; nada de hacer que los Magnates y los Sicarios enfrenten la Justicia; nada de aceptar responsabilidades personales y pedir perdón, como un primer paso para sanar las heridas y construir un país nuevo. ¿Quién va a creerles si nada de esto hacen?>>

Es un acto fundador de libertad diseccionar las narrativas históricas con las cuales, quienes tienen las linternas, buscan alumbrar la parte del terreno por donde quieren que vayamos. Si no estamos alertas, vemos su luz. La luz, en sí, es benigna, nos induce a la credulidad. Pero los falsos guías no muestran todo el terreno. Ocultan más de lo que iluminan. Proclaman que intentan conducirnos por el mejor camino, pero, si esto es verdad, ¿por qué caemos en despeñaderos y nos hundimos en pantanos?

Saben lo que hacen, y lo que hacen lo hacen limitados apenas por el cálculo de conveniencia propia. La verdad de los hechos no importa. Lo que cuenta es la interpretación que sirva a sus metas. El totalitarismo de Ortega, por ejemplo, bajo la luz enturbiada de su discurso es algo nuevo, un devenir sorprendente. Una desviación, aunque parezca increíble, del camino del bien trazado… ¡en 1987! Es decir, cuando muchos de ellos eran parte del aparato represivo de Ortega, en la fase más sangrienta de la primera dictadura del FSLN.

En la narrativa más amplia de la historia de Nicaragua han inventado otro mito: que Pedrarias Dávila es el “fundador” de la fábrica de dictaduras.  Una distorsión conveniente, por supuesto, ya que la genealogía verdadera los acusa; y me refiero, no necesariamente a los clanes familiares, aunque mucho de eso hay, sino a la herencia cultural, que tiene origen en el primer y arbitrario “Presidente” de Nicaragua. 

Todos estos juegos del lenguaje son al fin y al cabo un juego de máscaras: verdugo que es redentor; miembros del sistema de opresión desplazados de la cúpula de poder por el choque de codicias, que ahora son víctimas puras; y, lo peor, zorros del poder que se visten como parte del rebaño, ovejas víctimas como los que más, y quieren, como los Decolați rumanos, recobrar o mantener sus privilegios bajo la guisa de combatientes democráticos. 

Es decir, en lugar de enfrentar las consecuencias de sus actos, de redimirse moralmente y aceptar, cuando sea justo, las consecuencias legales (al menos regresar lo que no es propio) fingen que nada tienen que ver con el mal que se le ha hecho y se le sigue haciendo, a los pobres y vulnerables de Nicaragua, e intentan colarse (Decolați es Decolați) en el poder que ambicionan con una sed que compite con la de la pareja reinante. 

Es fácil decir: “así son las cosas, así son los seres humanos”. Pero también es verdad que se puede decir: “es posible un mundo mejor, a pesar de que así sean los seres humanos”.  De esto último se trata, y es tan demostrable como que un mundo mejor existe ya en otras sociedades. 

Para eso, encendamos nuestras propias linternas, alumbremos nuestro propio camino, borremos con la luz de nuestros propios faros la neblina de la falsa historia, ejemplos de la cual cito en esta nota, como una invitación a investigar: el mito de Pedrarias “fundador” de la actual opresión, que exime a los oligarcas herederos poscoloniales; el mito de la transición de Violeta Chamorro y Antonio Lacayo, que fue otro fin de guerra condenado de nacimiento a conducir a nueva tragedia, otra oportunidad que no fue una pérdida sino un aborto; el mito de la revolución, que al final se revela como restauración “cachureca”, conservadora; la versión falsificada de otro aborto: el que las élites indujeron en 2018, temerosas del cambio tanto o más que de Ortega; el mito de la “Constitución de consenso de 1987”, mito cruel; y el que es hoy la ponzoña que envenena: que la oposición de los antiguos compañeros de poder de Ortega, de la mano de agentes a sueldo  de la oligarquía, y de sus servidores que en instituciones de Estados Unidos (como el Diálogo Interamericano) sirven de enlace con los burócratas del poder Estatal gringo, tienen interés en abrir nuestro país a la democracia.

Seriedad, conciencia, humanidad

Si de verdad queremos que la pesadilla acabe, y para siempre; y si queremos que el Zopilote muera y no resucite, busquemos en el fondo de nuestras conciencias la luz que nos permita ser, en una palabra, serios. Serios para la democracia y la libertad. 

Mostremos algún respeto por la gente que sufre, démosle algún valor a la vida de los que vienen a habitar esa tierra a la que tanto daño se ha hecho, donde nacer es casi una condena para casi todos. 

Mucha gente muere, ha muerto, y vive sus vidas como en muerte diaria, en la muerte diaria del terror, mientras dentro y fuera, los que tienen privilegio, el pan seguro y la ambición intacta, juegan en un conflicto que es de vida o muerte como si se tratara de un torneo de un equipo contra otro. 

Nada les interesa más que ser el más vivo, el que hable más y toque la guitarra, el que más viaje, el que más libros presente y premios “gane”, o el que más insulte al tirano en interminables peroratas y reuniones que desgastan los cuchillos sin cortar nada.

<<No queremos ni a la tiranía actual con sus aliados oligarcas y sicarios, ni los tramposos que inventan y manejan falsas narrativas para confundir y adormecer: queremos libertad, queremos una oportunidad verdadera para la democracia.>>

Aprovechan hasta los momentos de mayor horror, como la oficialización del Terror de Estado y el Totalitarismo que El Carmen anuncia, no para apuntar hacia el futuro, para hablar, de una vez por toda, con todos y entre todos, sobre cómo derrocar a un régimen aberrante; no para proponer caminos abiertos, calles anchas por donde transcurra la libertad; nada de Constituyente Democrática en el horizonte; nada de Dispersar el Poder; nada de Desmilitarizar el Poder; nada de hacer que los Magnates y los Sicarios enfrenten la Justicia; nada de aceptar responsabilidades personales y pedir perdón, como un primer paso para sanar las heridas y construir un país nuevo. ¿Quién va a creerles si nada de esto hacen?

Solo sus amigos en Europa y Estados Unidos, amigos de nostalgia algunos, de conveniencia otros. De conveniencia, claro, para intereses que no son los de los pobres de Nicaragua, quienes deben ser nuestra preocupación mayor. 

Porque el secreto que mejor se quiere guardar es que dentro de Nicaragua, para los ricos, mientras no se crucen en el camino de Ortega y Murillo, todo está como siempre o hasta mejor que nunca: normal, o mejor que normal. 

Fuera de Nicaragua, muchos “opositores” construyen o mantienen una forma de vida a costa de la tragedia. Es una actitud moral que no solo no es de gente seria en relación con la democracia, sino que indica una falta de decencia que no debemos aceptar, en gente que no debemos aceptar cerca del poder. 

No queremos ni a la tiranía actual con sus aliados oligarcas y sicarios, ni los tramposos que inventan y manejan falsas narrativas para confundir y adormecer: queremos libertad, queremos una oportunidad verdadera para la democracia. 

Nadie nos la va a entregar, nadie va a ver por nosotros, ni va a ver en lugar de nosotros, ni ver lo que necesitamos ver. Abramos los ojos. De eso se trata la historia que publicamos recientemente ––¿vieron qué fácil calzan los personajes y los hechos? –– en la que los antiguos tiranos de Rumania tienen el rostro de los actuales de Nicaragua, y los Decolați` rumanos encarnan el sueño de la falsa oposición, que se ilusiona con una alianza en la que el Ejército orteguista, que según Humberto Belli es víctima de la injusticia del pueblo, y según otro vividor de la politiquería “tiene mucho prestigio”, y es “muy respetado por el Comando Sur”, se encarga de allanarles el camino al trono ensangrentado de un feudo llamado Nicaragua.

Si algo nos interesa aquel pequeño terruño debemos luchar por impedir estas maldades.

Francisco Larios
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El autor es Doctor en Economía, escritor, y editor de revistaabril.org.

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El autor es Doctor en Economía, escritor, y editor de revistaabril.org. Artículos de Francisco Larios

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