Sobre la respuesta del PEN a Francisco Larios
Roberto Carlos Pérez
«La moral, y la ciencia que se encarga de su estudio, la ética, caminan por una senda, no dos. Corromper las palabras y confundirlas para quedar bien con la verdad y el poder es peligrosísimo. Así se gestan las dictaduras. Así se gestó la de Ortega»
El argumento tiene una función básica: llegar a «universales» o a lo que comúnmente llamamos verdad. Aparte de estar torpemente escrita, la respuesta a Francisco Larios por parte del Pen Internacional / Nicaragua, avalada por su junta directiva y su presidente la señora Gioconda Belli, camina sin norte y crea confusión, algo terrible en tiempos en que el caos se impone.
La carta alude a Francisco, cofundador, editor y director de Revista Abril, como a un particular, no a alguien que preside un medio de comunicación. PEN Internacional/Nicaragua y la señora Belli argumentan que la querella entablada por Francisco y su revista es un asunto personal o privado.
Sin embargo, el señor Mario Arana, vocero de la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia, utiliza su cuenta de Twitter como medio público para dar a conocer los temas relacionados al fallido diálogo con la dictadura. Cuando el señor Arana publica, es decir, hace públicas sus ideas por Twitter, lo hace en nombre de una colectividad.
El vocero de la Alianza Cívica ha utilizado esta red social para medir las reacciones de los nicaragüenses ante el dilema que nos agobia. Por tanto, su deber es recibir y aceptar diferentes opiniones. Evadirlas o censurarlas es una transgresión, sobre todo si elimina del debate a un medio de comunicación.
Con esta respuesta la señora Belli y PEN Internacional/Nicaragua han pisoteado las palabras, base y sostén de la libertad. A ellas nos debemos todos los que anhelamos construir una sociedad en el estricto sentido de la palabra.
La moral, y la ciencia que se encarga de su estudio, la ética, caminan por una senda, no dos. Corromper las palabras y confundirlas para quedar bien con la verdad y el poder es peligrosísimo. Así se gestan las dictaduras. Así se gestó la de Ortega.