Sobre los rumores de transición
Álvaro Quintana Duarte
La falsa oposición en Nicaragua, subordinada a la oligarquía sandinista y al Gran Capital, no está calificada bajo ninguna circunstancia para formar parte de un supuesto gobierno de transición. Su presunta complicidad con el régimen de plutocracia dictatorial y oligopolio, así como su pasado criminal y de enriquecimiento ilícito, la descalifican.
Adicionalmente, un análisis riguroso y objetivo a nivel individual de cada uno de los miembros aglutinados en la llamada Coalición Opositora, difícilmente dará como resultado la existencia de algún patriota genuinamente comprometido con la instauración de un nuevo Estado democrático en Nicaragua.
No se trata de apelar a la justificación de que “quien esté libre de pecado que tire la primera piedra”. Todos somos pecadores. Pero en medio de la corrupción rampante en Nicaragua, no todos somos criminales, ni ladrones, ni busca huesos, ni tenemos cola. Para calificar, por tanto, se debe aceptar a pecadores, pero nada con el pasado.
No se busca pureza, pero sí, cero pasado criminal y compromiso con la verdadera democracia.
Los arriba aludidos simplemente carecen de autoridad moral. Y esa autoridad se gana, y se mantiene o se pierde. Hoy por hoy, esa autoridad moral, presuntamente, no existe en ninguno de ellos. No es mi simple opinión. Es un hecho conocido por el pueblo, un hecho que habría que revisar a profundidad, otorgando el beneficio de la duda y reconociendo el derecho a la respectiva defensa.
Un eventual gobierno de transición en Nicaragua debería estar constituido por patriotas sin ningún pasado criminal, que estén comprometidos con la fundación del nuevo Estado democrático.
Un gobierno de transición debería ser útil, eficiente y eficaz. Debería contribuir a lograr la ejecución plena del contenido de un Plan de Gobierno o de Nación, como medio propicio para lograr la disolución total, estructural e irreversible del sistema de plutocracia dictatorial y oligopolio existente en alianza con el gran capital, así como para la restitución de los bienes mal habidos por la dictadura, sus allegados y aliados.
Además deberá emprender profundas reformas institucionales con vistas a una nueva Constitución, sentando las bases de un nuevo Estado democrático. Esto permitirá a su vez empezar y consolidar el crecimiento económico, el desarrollo humano y social. Para ello se debe contar con personas o individuos probos, garantizando que quienes acceden a la función pública sean idóneos, con experiencia comprobada y con la capacitación necesaria para ejercer el cargo.
El buen gobierno se refiere al ejercicio eficiente, eficaz y legítimo del poder y la autoridad para lograr los objetivos sociales y económicos conforme la voluntad del pueblo soberano.
Ambos conceptos están asociados a la eficiencia, la cual procura alcanzar los objetivos en forma transparente y sin desperdicio de recursos. También están asociados a la eficacia, la cual intenta lograr esos objetivos, manteniendo la estabilidad y credibilidad de las instituciones y el sistema político. Y a la legitimidad, por medio de la cual el pueblo soberano reconoce y vigila el derecho de los gobernantes a ejercer el poder y la autoridad.
Considero que para la construcción de un nuevo y moderno Estado democrático en Nicaragua, se requerirá una Junta de Transición cuyo número de miembros debería ser idealmente de cinco y no mayor de siete. Debería conformarse un gabinete de transición y convocar a una Asamblea Constituyente.
Ya se mencionan números de miembros, y algunos hablan de hasta una docena de personas. Eso es un pésimo comienzo, que deja entrever desde ya la mala visión de un gran aparato gubernamental y una burocracia totalmente inaceptable, por cuanto no conlleva el ejercicio eficiente o eficaz que debería prevalecer en un Estado democrático.