Sueños de murciélago: la invasión imperialista de Ucrania contra Rusia y la ilusión de una nueva “Operación Espalda Mojada”.
Creo ver que los trumpistas (entre ellos nuestros maganicas, orgullo de la nación) ven el mundo como lo verían los murciélagos, si estos vieran. Me explico. No quiero decir “les explico”, “os explico” u otra variante de nuestro hermoso lenguaje. Lo mío es un ejercicio más modesto, como cabe ante la confusión que reina, de aguas pluviales y aguas fecales mezcladas en nieve; de amorosos predicadores del odio y de gente hambrienta cuyo crimen es el hambre; de genocidios en el mundo que “nunca jamás” toleraría uno pero ahora lo financia; de inmigrantes que odian a inmigrantes; de mi amigo X (bueno, más apegado a la verdad sería llamarlo, en espanglish, X-amigo; practiquen: Ex, y Ex–amigo), quien siendo pobre, negro, hispano e inmigrante, apoya con pasión poética, como solo el amor puede lograr, a quienes detestan a pobres, negros, hispanos e inmigrantes.
Más de una vez la conducta de mi X-amigo me ha hecho reflexionar sobre el uso contemporáneo del espejo, y de cómo algunas marcas incorporan el Photoshop ideológico. Mis profundas cavilaciones sobre X y su espejo ––verán ustedes lo que hacen los tiempos con una pobre cabeza inquieta como la mía––me hacen recordar a José Coronel Urtecho.
No es que piense en el viejo Coronel como un fascista. Lo fue, aunque no sé si hoy lo sería; y, ahora que está muerto, ningún médium me da razón de su paradero; cómo me hubiera encantado entrevistar al gran poeta y preguntarle. Pero les juro os juro que no, que el asunto es a la vez más sencillo y menos explicable. La culpa podría ser de los Hermanos Cristianos de La Salle, quienes se atrevieron, en violación preliminar, previsoria, prepotente (y preciosa) del Index del Siglo XXI, a mostrarnos literatura que debía haberse prohibido, como es el uso en los libérrimos y purísimos Estados Unidos de América, a petición de un padre de familia preocupado por la subversión de nuestras frágiles almas. Lamentablemente, a nosotros, desprotegidos, abandonados, faltos de guía moral, nos dejaron extraviar, por lo cual siempre andamos en busca de la fruta maldita del saber.
Por eso les juro os juro que si pienso en Coronel Urtecho es apenas porque recuerdo aquel poema suyo (espérenme, por favor; recuerdo el primer verso, pero voy en busca del viejísimo ejemplar que anda escondiéndose en mi armario; regreso en un momento).
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Listo, me ha costado, mea culpa, pero aquí os les dejo los primeros versos que, aunque vengan de otros pasos, vienen al paso:
Sé que no me creerán como a espejo sin fondo
que el movimiento clava tu vórtice de armadas
donde momentos miles primeros segundos de roca a pique
ya me esperaban en tí girando.
Estos versos, que en mi adolescencia fueron un hermosísimo dolor de cabeza lírico y doblemente literal, hoy regresan a mí, gracias a X, gracias al vórtice de armadas donde el “movimiento” clava, en estos momentos, miles primeros segundos que solo Dios sabrá si son lo que se siente: “de roca a pique”. Al final, “ya me esperaban”. “Tanto tiempo esperándote, tanto tiempo esperándote” canta el catalán Serrat. Me esperaban; me esperaban para explicar una situación que ––esto sí, me atrevo a afirmar–– Lord Winston Churchill habría llamado “un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma.»
Y aunque sé que algunos no, no me creerán como a espejo sin fondo, os les confieso que creo ver que los trumpistas, y su sucursal maganica, ven el mundo como lo verían los murciélagos, si estos vieran. Y pienso: “quizás tampoco ven”. Pero en el espíritu amplio, que da espacio al error estocástico y escolástico, pienso también que, si ven, ven como los murciélagos––si es que estos, privados naturalmente de vista, han mutado como tantas cosas parecen mutar hoy en día, y ven. En tanta profundidad ontológica y murcielopológica no oso adentrarme; Zeus y Quetzalcoátl me den protección, la que al actual Santo Padre de la Iglesia en que crecí no creo útil pedir; ya conocéis el amor que él consagra al silencio.
Por tanto, y después de tanto decir y desdecir, diré sin que pueda tachárseme de atrevimiento, porque no necesito atreverme, porque está en descampado, sonando como un trueno (truena a todas horas estos días) lo que dicen ver los trumpistas y maganicas, y lo que verían, si pudieran, colgados cómodamente en sus hamacas, los murciélagos.
Y, aunque no me creáis como espejo sin fondo, entre retumbo y retumbo, como que el cielo corea coplas de atabal, resumo el discurso de nuestros preclaros contemporáneos:
- El enemigo de la civilización y de la democracia es Ucrania, encabezada por el nazi Zelensky.
- Los criminales son los ucranianos, que defienden lo que falsamente llaman su “patria”, y “su” territorio.
- Los ucranianos son doblemente invasores. Han robado Ucrania para sí mismos, y ahora invaden el resto de Rusia.
- El gobierno de Estados Unidos es cómplice de la invasión imperialista ucraniana contra la democracia rusa, que encabeza el admirable Putin.
- El gobierno comunista de Biden-Harris, que gracias al Dios de la Libertad se extingue pronto, roba dinero de los contribuyentes fiscales estadounidenses para financiar la invasión imperialista ucraniana contra Rusia.
- Gracias a Dios por haber ungido a un defensor de la libertad y la vida, cuya intención declarada (¡El Señor ha escuchado nuestras plegarias!) es extraer de “la sangre de la nación” un veneno llamado “inmigrantes”. ¡Bienvenido, Mr. Trump! dice un video-sacerdote. “Solo le pedimos que sea “compasivo” con “unos cuantos miles de ilegales (un término teológico recién incorporado al catecismo)” a cambio de evitar que Harris y los Demócratas no decapiten a millones de recién nacidos.” Como es del conocimiento público, la Propuesta de Ley H.R.R.O.R #1 de la plataforma del partido Demócrata era una asignación presupuestaria de varios miles de millones de dólares para que los hospitales de la nación pudieran tener guillotinas a la orden en todos los cuartos de maternidad.
- Los “detalles” de la diálisis social y la administración de antídotos contra el veneno inmigrante serán sabiamente gestionados por el nuevo gobernante, cuya prudencia y recato, modestia y reverencia por la dignidad humana son por todos conocidos. En él confiamos. Y si comete un error, pues afectará, con toda seguridad, a gente mala, a otros, a gente distante y que podemos descontar como “daño colateral” en una guerra santa, y por santa, justa. Después de todo, vivimos en Estados Unidos, donde a nadie se le puede detener en la calle por su apariencia, por dar la impresión de ser un portador de veneno. Y como nadie tiene obligación legal de llevar una estrella amarilla, ni una estrella morena, como en este caso quizás fuera apropiado, seguramente a nadie se lo llevarán por error cuando acompañe a sus hijos a la escuela. Pero, si así fuera, tampoco hay de qué preocuparse, porque estamos en Estados Unidos, y “nadie está por encima de la ley”, ni nadie está por debajo de los derechos que la ley protege. ¿No es cierto? Solo un extremista podría ponerlo en duda. Porque al “sospechoso aparente”, o “sospechoso de ser aparente” que no lleve consigo prueba de “ser legal”, le darán la oportunidad, desde una cómoda celda, de llamar a su casa para que presente los documentos que demuestran su “limpieza”. Si los tiene, pues merece salir en libertad. Si no, pues, dicho y hecho: hemos descubierto a otro envenenador, lo hemos capturado infraganti, llevando a niños a la escuela. Por cierto, tampoco hay que preocuparse de los niños, que tarde o temprano se reunirán con su padre, sea en casa –– después de haber estado bajo la “custodia” del Departamento de “Children and Families” (si lloran un poco les darán una tableta, que para algo tenemos Disney Channel) –– o en el avión. O quizás, si no hay cupo, porque se espera una temporada activa de viajes hacia el Sur, la familia se reúna temporalmente en un “campo de procesamiento”. Y que a nadie (porque solo a un extremista izquierdoso puede ocurrírsele algo así) se le vaya la lengua y hable de “campos de concentración”. De ninguna manera. Tampoco vengan estos comunistas a decirnos que uno que es bronceado por gracia de Dios correrá más riesgo de ser interpelado por las Tropas de Rescate Anti-veneno Inmigrante que un “chele”, “güero”, “catiro”, o como llamen a aquellos bendecidos con una tez que hoy reconocemos como digna de privilegio. “Dios sabe lo que hace cuando asigna colores”, es la nueva teoría constitucional (bueno, no nueva, sino renovada) de estos Estados Unidos de América. Sea como fuere, se me ha acabado la tinta virtual y el tiempo de ocio perverso para completar la narración del tema, lo cual prometo para más luego, como decimos los caitudos (ni el izquierdismo nos ha librado de esa condición). En esa segunda parte, “ahi les cuento” sobre una tal “Operación Espalda Mojada” que es el sueño de todo trumpista y maganica digno del honor que, con su espada, otorga el monarca ungido de Dios: “Levántate, Sir X”. Queda así transformado en “caballero”. O, como los tiempos reclaman equidad de honores, podría escucharse en el salón de ecos de los sueños magas un “Levántate, Dama X”, e incluso, en la tranquilidad ensoñada del maganica que por fin duerme tranquilo, un “Levántate, X-Nica”. Pues ya volveremos a estos menesteres. Mientras, permítanme dejarles una última recomendación: que el más blanquito de la casa lleve a los niños a la escuela.
Francisco Larios
El autor es Doctor en Economía, escritor, y editor de revistaabril.org.