Es incoherente proponer por gusto personal, fuera de la realidad, una vía electoral para salir de Ortega, y pretender que Ortega la acepte, aunque le cueste el poder, y que descarte su propia estrategia. A los norteamericanos, el resultado de ese disparate le tiene sin cuidado. A ellos les interesa ganar tiempo y que el espíritu de rebelión se aplaque, por desmoralización. Su mayor temor es que no exista la posibilidad de formar un gobierno alternativo a Ortega que brinde cierta estabilidad. La posibilidad de ello es que, en Nicaragua, en lugar de prepararse para la lucha real en la que no caben los zancudos, se acepta mansamente, sin uso de la lógica, la visión absurda trazada por Washington, que Ortega tomará como suya la vía pacífica con que perdería el poder.
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