El año sagrado: cómo nace una dinastía
No eran ni siete enanos ni siete samuráis, eran siete sacoweas. Ocho conmigo. Ocho personalidades muy distintas, como los planetas. Ahora multiplica esos ocho por tres, porque teníamos dos mujeres cada uno. Réstale uno, porque Maximiano solo tenía como mujer a su prima, una arpía de primera mano. Ahora toma en cuenta que todas las mujeres estaban embarazadas, menos una, Camila, la preferida de mis dos cachorras. Ahora imagínate a toda esa gente en una gran casa de La Reina con casi cien hectáreas. Éramos bendecidos de Dios. Pero nos faltaban dos cosas: disciplina e inteligencia. Ahí es cuando entro yo.
Leer más