Tras la debacle diálogo-electorera: romper el silencio, regresar a la ruta.
Fidel Ernesto Narváez
Las palabras menos escuchadas últimamente son las de diálogo y unidad. Eso significa una lamentable realidad para la población democrática de Nicaragua: mientras las candidaturas presidenciales y las casillas estaban vigentes y no habían sido desmontadas por la represión de la dictadura, el debate siempre iba a ser en torno a lo electoral, aunque hubiera presos, igual que ahora, desde hace años ya, aunque hubiese exiliados, igual que los seguirá habiendo, desde hace años, aunque no hubiese reformas y siguiéramos con la misma Ley Electoral del pacto Ortega Alemán.
Esa era una lamentable realidad: que la política siempre esperaba sacar rédito de lo que ahora ya no es posible porque la cárcel y el exilio llegó a la política, igual que hace años ya lo sufría la población nicaragüense. Ahora a nadie se le ocurriría pedir diálogo o unidad en las condiciones en la que estamos, simplemente porque lo que había detrás del discurso de la «unidad» era un problema de candidaturas (muchos de ellos acusados en procesos viciados de nulidad) y no de un programa político de refundación, y lo que había detrás del discurso del «diálogo» eran los empresarios del Cosep cuyo silencio del tamaño de un tractor ha terminado por ser más claro y bullicioso que el motor de un Caterpillar viejo atrapado en un lodazal.
La verdadera ruta
La Insurrección de Abril debe seguir siendo el ejemplo, la auto convocatoria debe seguir siendo el camino. Que se haya anulado casillas electorales y que se haya inhabilitado a candidatos presidenciales solo demuestra que el camino no era lo partidario-electoral, aunque haya sido precisamente el camino partidario-electoral el que muchas organizaciones y muchas personas hayan defendido a ultranza como lo único viable y posible con Ortega. Incluso, algunos «analistas» llegaron a poner el nombre de «moderados» a esos grupos para “separarlo de la “utopía”, de los paros y de la “locura” que defendían los que esos mismos analistas llamaban “radicales, cabezas calientes y divisionistas.”
El tiempo ha terminado demostrando que ese camino “moderado” sólo llevaba a la consolidación del autoritarismo y del partido único, al exilio o al silencio como la única salvaguarda de la vida, la integridad física y la libertad. El tiempo ha demostrado que Nicaragua ha vivido su propia toma de Kabul, donde las armas se alzan con el poder, su propio puerto de Alicante de 1939 con la victoria del fascismo en España donde miles de personas tienen que abandonar el país quizás para siempre. El tiempo ha demostrado los riesgos de ese camino «moderado», y que mientras unos trabajaban por elecciones y nuevo gobierno, los verdaderos adversarios políticos del FSLN vivían la lucha como lo que es: una confrontación de vida o muerte. Para ellos, que tienen las armas, más fácil fue llamarlo “guerra” o “golpe de Estado”.
Eso es lo que tienen los partidos de corte ortodoxos, que todo lo viven como guerra o amenaza. No debería de extrañarles a los analistas que después de los millones de muertos soviéticos luchando con el nazismo, los partidos asesorados y en la órbita de la URSS lo vivan todo como una guerra a muerte o bajo la permanente sospecha del enemigo. (Arthur Koestler, Roque Dalton o Rosa Luxemburgo son aquí ejemplos y víctimas de esa ortodoxia). De igual modo lo hacían los ejércitos entrenados por la Escuela de las Américas y la CIA, sabían que a todo guerrillero, activista o comunista debían desaparecerlo o fusilarlo. (Rodolfo Walsh, Víctor Jara o Soledad Barret son aquí ejemplos y víctimas de esta otra ortodoxia). Todavía seguimos viviendo una geopolítica con rezagos de esa guerra fría para las potencias, pero de muerte y sangre para las periferias armadas enfrentadas entre sí. Frente a esos extremos es que digo que la Insurrección de Abril y la auto convocatoria siguen siendo caminos vigentes para Nicaragua y Centroamérica. Un camino de la construcción y la lucha de un nuevo vivir sin pasar por encima de la vida.
A construir el poder ciudadano
Ahora no es tiempo de lamentaciones, pero lo mínimo que se puede hacer es hacer autocrítica, y ver lo que nos rodea, y ver la historia reciente, y eso significa que el liderazgo ya no debe estar en partidos ni en políticos, que la lucha debe seguir siendo pacífica y autoconvocada, cada quien decidiendo en sus propios términos cómo y cuándo participar, que lo que nos vendían como salida ya no es una salida, y que el desgaste al que se sometió a la población con tal de hacerla tomar parte de un partido político, de un candidato o de una candidata, dividiendo y haciendo campaña en hoteles de algo que no iba a suceder en noviembre de 2021, eso tampoco debe volver a suceder.
Una Constituyente para abolir el presidencialismo
En cualquier caso siempre queda la puerta de la Constituyente, de la que nunca quisieron hablar, plantear o defender, porque sería llevar a la gente al poder, y no a políticos, la que sería una salida pacífica, pero para refundar, no para hacer propaganda partidaria de camisetas y gorritas, la que albergaría una unidad amplia porque todos tendrían cabida en la Asamblea Constituyente, porque no se pelearía la silla del hiperpresidencialismo, al contrario, esa Asamblea Constituyente sería el serrucho que corte la silla del hiperpresidencialismo y el martillo que construya las bancas donde quepan muchos y donde se discutan en un modelo más asambleario lo que antes era decisión de una persona.
¿Cómo hacerlo? Para empezar, hay que hablarlo, porque llevamos más de tres años escondiendo las herramientas que construyan la banca donde quepan muchos y aplaudiendo la silla donde solo cabe uno. Para empezar, hay que hablarlo, porque durante más de tres años se ha callado y se han ocultado las alternativas y los planes B. ¿Verdad que no hay plan B después de haberse desmontado la salida electoral de noviembre de 2021? Lógico, no hay plan B porque se apostó todo a noviembre y eso lo sabían desde el otro lado; desde el FSLN sabían que dar ese golpe de desmontar noviembre de 2021 era dejar sin alternativa y sin plan B a un montón de gente, y por eso lo hicieron, porque el beneficio iba a ser mayor que el costo. ¿O es que ha tenido algún costo político desmontar las elecciones si el FMI, el BCIE, Taiwán y muchas empresas y empresarios siguen en silencio y desembolsando? Hoy lo que tenemos son a muchas personas donde su único plan B es irse del país, y los que no puedan salir pues tienen que forzosamente aguantar y callar.
Hablarlo. Hablarlo es lo primero, porque hubo un silencio y un ataque a la alternativa constituyente que no venía de enfrente, sino de los mismos aliados o los mismos de al lado, incluido medios de comunicación. Hablarlo es lo primero.
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