Trump No es Nuestro Salvador

Parole, Memoria Congelada y el Precio del Autoengaño en el Exilio Nica

“¿Y ahora, mamá, dónde vamos a dormir?”
No es solo una pregunta desgarradora. Es un espejo. Un espejo que nos obliga a mirar no solo las políticas migratorias, sino las decisiones políticas e ideológicas que el exilio nicaragüense ha venido repitiendo durante más de cuatro décadas —casi como un rezo congelado en los años ochenta.


I. El precio del Parole: sueños vendidos, familias endeudadas

“Me voy para Estados Unidos…”
Esa frase se volvió un himno susurrado, casi un conjuro de esperanza, repetido en casas humildes, entre amigos, en terminales de buses, en filas de bancos. Se dijo con la fe de quien ya no encuentra futuro en su tierra, pero también con el vértigo de quien sabe que dejarlo todo —la casa, los hijos, la historia— es un salto al vacío.

En Nicaragua, miles se aferraron al programa parole humanitario como tabla de salvación. “Legal”, decían. “Seguro”. “Confiable”.
Y la ilusión creció.

Pero la esperanza tuvo un costo real y brutal:

  • Se vendió la casita heredada, aunque fuera de adobe o lámina.
  • Se remataron la cocina, la refrigeradora, la cama.
  • Se pidió prestado con interés de usura.
  • Se hipotecaron recuerdos, objetos, herramientas, incluso la bicicleta del chavalo.

Todo para “irse con parole”. Todo para un boleto al sueño americano.

En el camino, muchos pagaron entre $5,000 y $9,000 por el proceso: abogados, vuelos, papeles, promesas. Algunos entregaron todo lo que tenían a gestores que operaban al filo —o al margen— de la legalidad. Y todo parecía valer la pena… hasta ahora.

Hoy, el miedo ha regresado disfrazado de decreto, de cambio en la política migratoria, de una amenaza implícita:
“Si no te aprueban, te regresamos. Y si te regresamos, buena suerte allá con Ortega.”

En los grupos de WhatsApp y Facebook donde antes se compartían tips para el viaje, ahora se intercambian angustias:
—¿Y si me niegan la extensión?
—¿Y si me obligan a volver?
—¿Qué hago si ya vendí todo?
—¿Dónde dormiremos?

Esto no es solo política migratoria.
Es una crisis humana. De madres solteras, obreros, maestros, jóvenes, exiliados, niños.
Familias al borde del colapso emocional y económico, atrapadas entre un país que los expulsa y otro que les cierra la puerta.

Y detrás de cada historia personal, hay una estructura silenciosa de despojo:
Una economía del desarraigo, donde el dolor se vuelve mercancía. Donde se venden ilusiones, se compran vuelos y se lucran intermediarios. Mientras tanto, las remesas sostienen al régimen que obligó a huir.


II. Una memoria estancada en 1980

Muchos hermanos y hermanas nicaragüenses crecieron con una narrativa firme:
Carter abandonó a Somoza. Reagan rescató la causa.

Esa frase —tan instalada en el inconsciente colectivo— fue vendida con fuerza durante la Guerra Fría. Y aunque podía tener contexto en aquel momento, hoy ha mutado en una lealtad automática, anacrónica y profundamente desconectada de la realidad actual.

La historia no se detuvo en 1980. Pero muchas mentes sí.

Hoy, millones de nicaragüenses aún repiten que los “demócratas son comunistas” y que “solo los republicanos apoyan a Nicaragua”.
Esa lógica binaria, alimentada por años de desinformación, redes sociales manipuladas y ecos de trauma no resuelto, ha convertido al exilio en rehén de sus propios mitos.


III. Lo que no se quiere ver

Durante las últimas décadas, han sido gobiernos y líderes demócratas quienes más han ofrecido alivio migratorio, respaldo diplomático y refugio a nuestro pueblo:

  • Luis Gutiérrez defendió el exilio centroamericano cuando nadie más lo hacía.
  • Clinton condonó deuda y extendió el TPS tras el Mitch.
  • Obama ejerció presión internacional sin cañoneras.
  • Biden otorgó parole humanitario a más de 100,000 nicaragüenses.
  • Y fue bajo esa administración que se reconoció —con hechos, no discursos— el sufrimiento del pueblo exiliado.

IV. Un mensaje al pueblo nicaragüense

La democracia no tiene un solo color político.
La libertad no se defiende con gritos, sino con conciencia.
Y los aliados verdaderos no son los que más hablan de Nicaragua, sino los que actúan cuando nadie los ve.


V. ¿Trump, el Salvador?

La idea de que Trump es nuestro salvador es una falacia peligrosa.

  • No apoyó sanciones estructurales.
  • Canceló el TPS.
  • Deportó nicas sin asilo.
  • No ofreció ninguna protección al exilio.

Como dijo Arturo Cruz:
“Trump es un hombre de trompadas, no de tratados.”
Y hoy, esas trompadas las pagará el exilio.


VI. A la MAGAnica que celebra desde Miami

Trump no es tu amigo.
No es tu libertador.
Es un millonario que se burla de los inmigrantes mientras hace negocios con dictadores.

Ahora que ha regresado al poder, serás vos quien pague el precio.

Celebrás a Trump desde una casa alquilada en Hialeah, pero olvidás que fue su gobierno el que te negó refugio, te marcó como amenaza y te redujo a número.

Él no es Somoza ni Sandino.
Es Batista con Twitter, es Somoza con gorra roja.
Y vos, sin saberlo, celebrás tu propia cadena.


VII. Cierre: ni Mesías ni Milagros

Trump fue presidente entre 2017 y 2021. ¿Qué hizo por Nicaragua? Nada. Solo ruido.

Y es que no importa si es republicano o demócrata: Washington es solo una herramienta.

Como dijo Kissinger:
“Ser aliado de Estados Unidos es lo más peligroso que podés ser.”

Nuestro destino no se escribe en la Casa Blanca.
Se construye con conciencia, unidad y estrategia.

Ya es hora de despertar.
No más salvadores falsos.
No más memoria congelada.

Solo con dignidad política y organización —no con odio ni slogans prestados— construiremos el camino de regreso.
No al pasado.
Sino a una Nicaragua libre, digna y sin caudillos.

Douglas Lee
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