¿Un despertar cubano?
En Cuba se han sucedido en los últimos días un grupo de protestas espontáneas en contra del gobierno. Una oración así bastaría para ser noticia, porque significa que ha emergido una abierta oposición política en un país donde la inmovilidad ha prevalecido por más de seis décadas.
La chispa fue una huelga de hambre iniciada el 18 de noviembre por el grupo de artistas independientes, Movimiento San Isidro. Los integrantes del Movimiento se habían reunido para organizar un evento cultural y reclamar la liberación del rapero cubano Denis Solís. La Seguridad del Estado impidió que se ingresaran alimentos a la sede del Movimiento, la vieja casona de la calle Damas, propiedad de Luis Manuel Otero. Como respuesta, los reunidos decidieron iniciar la huelga de hambre.
Denis Solís había sido acusado de desacato diez días antes, el 8 de noviembre y condenado, en un juicio sumario, a ocho meses de cárcel. La solidaridad con el objetivo de la huelga y los nueve huelguistas creció a medida que los días pasaron. Pero el momento culminante llegó la noche del jueves 26 de noviembre, cuando la policía allanó la morada, so pretexto de que en la casa había una persona sospechosa de COVID19 —el escritor y periodista Carlos Manuel Álvarez. Algunos de los integrantes del Movimiento intentaron regresar horas después al lugar y fueron capturados por segunda vez.
Para mostrar su apoyo, un grupo de artistas se reunió el viernes 27 de noviembre en las afueras del Ministerio de Cultura. Pidieron ser atendidos por el ministro. El grupo, que empezó por 30 personas, terminó superando a los 300 para la medianoche. Reclamaban que la justicia no fuera selectiva y criticaban “la incapacidad de las instituciones gubernamentales en Cuba para dialogar y reconocer el disenso”. Se sabe que 32 de los ahí presentes fueron recibidos, casi a media noche, por algunos funcionarios del Ministerio. Los presentes reclamaron que se liberara a Solís, que se permitiera a Otero regresar a su casa, que se acabara la censura y que los manifestantes pudieran regresar a salvo a sus hogares. Como respuesta, el Ministerio le ofreció una serie de reuniones que comenzarán la próxima semana y que han despertado la suspicacia de algunos de los involucrados. En 1961, un discurso como “Palabras a los intelectuales”, que marcó la imposición de la política cultural que hoy se critica en Cuba, fue pronunciado por Fidel Castro precisamente al finalizar una serie de reuniones con intelectuales en la Biblioteca Nacional. Desde entonces, la frase “dentro de la Revolución todo, contra la Revolución nada” ha permitido a los comisarios de la cultura decidir qué es arte y qué no, validar la política sobre la creación. Exactamente los mismos argumentos los que han sido utilizado para desacreditar el Movimiento, para cuestionar su “calidad” artística y sus intenciones.
Pero las sospechas sobre el diálogo con el Ministerio de Cultura se sostienen, más que por el curso de la historia, por un hecho concreto: A pesar de las promesas hechas por los funcionarios durante el primer contacto con los manifestantes, algunos de los huelguistas siguen como prisioneros domiciliaros, o recibiendo atención médica que ellos habían rechazado explícitamente.
El alcance de la resistencia, el hecho de que pasen varios días en medio de esta oposición, no surge de la nada. El mismo Movimiento San Isidro se puso en el ojo público en 2018, por su abierta oposición al Decreto 349 de la nueva Constitución, que reafirmaba la falta de libertad creativa. El Decreto sigue sin implementarse. ¿Serán estas protestas, por fin, el despertar cubano cuando se unen diferentes fuerzas de oposición? El momento parece perfecto. Desde el año 2008, los cineastas también habían hecho su parte, pidiendo en reiteradas ocasiones que se les permitiera funcionar como entes autónomos. En 2013 llegaron a crear un grupo independiente que presionara al Instituto Cubano de Arte e Industrias Cinematográficas por la “remodelación de las formas de producción y realización de obras”.
Medios de prensa como Periodismo de Barrio, Diario de Cuba, Hypermedia, Rialta y El Estornudo, entre muchos otros, se han consolidado en los últimos años para dar espacio al discurso crítico sobre arte y política. A pesar de cualquier diferencia entre los objetivos de estos medios, gracias a ellos hoy se puede identificar un sistema cubano de prensa y editorial sin sombras del Estado cubano. Además, dentro del país el acceso a internet ha crecido ostensiblemente. Especialmente desde 2014, después de que el presidente Barack Obama pusiera dicho acceso en la mesa de negociaciones con el gobierno de Raúl Castro. Todo en un momento en que varias generaciones se enfrentan a una profunda crisis económica, muy similar a la de la década de 1990, pero con la diferencia de que estos jóvenes son hijos del desencanto, que han crecido conscientes de que viven en un país que lo censura cuando ningún proyecto social que se diga justo debería abrazar la coerción.
<<¿Desde cuándo la sexualidad fue motivo para desacreditar un reclamo? Bueno, también en Cuba, desde 1971, cuando en el Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura, se impuso que “los medios culturales no pueden servir de marco a la proliferación de falsos intelectuales que pretenden convertir el esnobismo, la extravagancia, el homosexualismo”.>>
Como siempre, la primera reacción de la prensa oficial ha sido desacreditar todos los elementos y objetivos de estos acontecimientos. Los dirigentes cubanos se burlan públicamente de la sexualidad, apariencia física y supuesta marginalidad de los protestantes; como si con estas posturas no hicieran solo darle la razón a quienes protestan. ¿Desde cuándo la sexualidad fue motivo para desacreditar un reclamo? Bueno, también en Cuba, desde 1971, cuando en el Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura, se impuso que “los medios culturales no pueden servir de marco a la proliferación de falsos intelectuales que pretenden convertir el esnobismo, la extravagancia, el homosexualismo”. Exclusión que se reafirmó en las actas del Primer Congreso del Partido Comunista en 1975 y que, evidentemente, sigue viva. Así de arcaica son las políticas cubanas, que se pueden rastrear en documentos de hace cuatro décadas, cuando el concepto de derechos humanos se parecía muy poco al del presente.
Dentro y fuera de la isla, incrédulos, esperanzados y tibios debaten sobre el alcance de los sucesos. El principal reto, cuando se escribe sobre estas manifestaciones en contra del gobierno de Cuba, es precisamente que hay que hacerlo en presente continuado: están sucediendo. Este tiempo verbal encuentra su mayor limitación en la cercanía con los sucesos, misma que nubla muchas veces las posibilidades de comprender su verdadero alcance. Sin embargo, queda claro que sí resultan absolutamente trascendentales en un país donde las últimas manifestaciones masivas se dieron en 1994, en plena crisis económica provocada por la caída del campo socialista.
<<¿Se aprende a ser democráticos en un país donde un gobierno totalitario se ha impuesto por 62 años? La respuesta es evidente: No. Todo el mundo parece querer copiar el modelo del caudillismo que arrojó a Cuba a su inercia, imponer su palabra.>>
Termina el sábado 28 de noviembre y llegan noticias de que sigue el acoso a los miembros del Movimiento San Isidro. Los activistas, a su vez, han comenzado a atacar en sus redes a los artistas se manifestaron el viernes. Alegan que pactaron con el gobierno, que se dejaron manipular cuando aceptaron el diálogo con el Ministerio de Cultura. ¿Se aprende a ser democráticos en un país donde un gobierno totalitario se ha impuesto por 62 años? La respuesta es evidente: No. Todo el mundo parece querer copiar el modelo del caudillismo que arrojó a Cuba a su inercia, imponer su palabra. Si familiares y amigos se censuran unos a los otros en el calor de la casa, qué quedará para grupos políticos independientes o espontáneos que dan sus primeros pasos.
Sería bueno creer que prevalecerá la esperanza. Anamelys Ramos, uno de los miembros más visibles del Movimiento, se ha pasado el día convocando desde las redes sociales a no desmovilizarse. Reclama también que los artistas no usen el lenguaje del gobierno y que reconozcan a Solís. Mientras cierro este texto, el gobierno de Cuba también transmite en televisión y redes un programa especial tratando de desacreditar la huelga. Pruebas fabricadas, análisis políticos vacíos y la retórica de siempre hacen del programa una puesta en escena evidente. Mientras está por saberse si estamos más cerca de una Cuba libre.
Después de las jornadas, queda claro que no necesitamos nuevos caudillos. Queda claro que sí hay un control sobre la producción artística: el mismo Ministerio ha declarado que van a “valorar” el respeto a los espacios independientes. Pero el reto es grande cuando se sabe que el principal éxito del gobierno cubano ha sido dividir. Llevamos una semana cuestionando en privado quién será el infiltrado del Movimiento San Isidro. Se nos ha hecho creer que dentro de cada grupo de cubanos hay alguien capaz de traicionar al otro. Y sesenta años de ese adoctrinamiento no se borran en una década. Sería necesario que los líderes de diferentes movimientos y grupos dialoguen o acepten que la única protagonista de esa historia debería ser Cuba libre, un país en movimiento.