Una democracia en vilo. Crisis de la representatividad en Perú
Saúl Hernández Rosales
Director Creativo de Chaguaramos Consulting Group. Doctor en Estudios Culturales Latinoamericanos de la Universidad Andina Simón Bolívar de Ecuador. Master en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Sorbonne Nouvelle Paris III. Licenciado en Estudios Internacionales por la Universidad Central de Venezuela. Profesor en CLACSO y Editor General de la revista D'Cimarron.
Un amigo en el año 2016 me comentaba feliz que Perú se había librado una vez más del fujimorismo. Pedro Pablo Kuczynski acababa de ser electo por la mayoría de los peruanos y había evitado la victoria de Keiko Fujimori. PPK había formado parte de gobiernos anteriores y se vendía como un técnico, que sin grandes aspavientos venía a sostener lo que ya existía: libre mercado sin modernidad, o lo que algunos llaman neoliberalismo. Es decir, derechos civiles sin derechos sociales. Tres décadas de crecimiento económico prácticamente ininterrumpido y con niveles bajos de pobreza en comparación con otros países de la región, habían instaurado una democracia que parecía “funcional” aunque excluía del sistema de salud, del empleo formal y de la educación a la mayoría de los peruanos.
Sin embargo, el “tecnócrata” PPK, resultó ser un técnico, pero del tráfico de influencias. El caso Odebrecht lo salpicó como a todos los ex presidentes peruanos. Pudo esquivar una vacancia canjeando el indulto a Fujimori, pero al verse acorralado por una segunda moción, decidió renunciar. En 2018, asume el Vicepresidente Martín Vizcarra. Ya como Presidente intenta proponer una reforma política, que sometió a Referéndum popular para otorgarle legitimidad. El congreso boicoteó la propuesta de reforma y le censuró el gabinete ministerial. Comenzó una guerra entre el Poder Ejecutivo y el Poder legislativo que duró hasta que Vizcarra usó la atribución presidencial del cierre del congreso.
La gran mayoría del pueblo peruano apoyó el cierre. Según los sondeos de opinión, los ciudadanos no se sentían representados por ese congreso, a pesar de que nació de la voluntad popular expresada en 2016. Luego del cierre en 2019 se llevaron a cabo elecciones y un nuevo congreso fue elegido por los votantes. Del sufragio surgió un congreso fragmentado, sin fuerzas hegemónicas, que intentó vacar al presidente por incapacidad moral sin éxito, basado en escándalos de corrupción filtrados por la prensa y el entorno íntimo de Martín Vizcarra. En un segundo intento, lograron reunir los votos para la vacancia y decretaron la incapacidad moral del Presidente de la República. Es así como en plena pandemia, Manuel Merino de Lama, el presidente del Congreso, asume la Presidencia de la República hasta julio del 2021.
No parecía muy responsable para un país que está atravesando una de las peores crisis de su historia decretar una vacancia, si tomamos en cuenta que el 11 de abril del 2021 hay elecciones presidenciales; a pesar de esto, el congreso lo hizo y Martín Vizcarra lo asumió. En estos momentos, el pueblo peruano se encuentra en las calles, en las que para algunos es una de las manifestaciones más grandes de la historia republicana. A nivel jurídico hay posiciones encontradas acerca de la legalidad de la vacancia; lo cierto es que las manifestaciones parecerían estar deslegitimando esta decisión.
Ahora bien, lo preocupante de la situación actual es la incertidumbre que genera hacia el futuro. No son homogéneas las demandas insatisfechas. Algunos marchan a favor de la restitución del presidente Vizcarra, otras en contra del Presidente del Congreso que es interinamente el Presidente de la República, otros gritan “que se vayan todos” y otros quieren un proceso constituyente para elaborar una nueva carta magna. Lo más trágico, es que tanto el congreso cerrado, como el congreso actual, fueron electos por los peruanos que ejercieron la democracia con su voto. Lo que hace evidente que la crisis es de representación. En un periodo presidencial, el Perú ha tenido tres presidentes y dos congresos.
Uno de los lemas más repetidos por las redes sociales es que el presidente Manuel Merino de Lama no los representa. ¿Si no los representa el congreso que fue elegido por el voto popular hace apenas un año, entonces quién los representa?
Se suele decir que hay legitimidad de origen y legitimidad en el ejercicio. Uno puede perfectamente votar por un funcionario público que se pervierte en funciones y pedir su posterior destitución en la calle. Sin embargo, si pasa eso con cada elección (¿qué garantía hay de que el próximo congreso será diferente?) los votantes van perdiendo fe en el voto y en las instituciones.
Es inevitable comparar las manifestaciones en Perú con las de Chile del 2019. También uno podría recordar los indignados del 2011 en España, con el movimiento 15M que derivó en la formación de lo que ahora es “Unidas Podemos”. Todo para evitar el reiterado y hastiado ejemplo de Venezuela (nunca descartable). Sin embargo, uno no tiene la sensación de que el ya fragmentado sistema político peruano tome esos derroteros. En los casos de Venezuela de 1998 y España del 2011 el enemigo era el bipartidismo (PSOE/AD, COPEI/PP) en el Chile actual es la concertación. En el caso peruano, parece ser todo aquel que sea asociado con la función pública o con la militancia política. Quizás la propia crisis generará el liderazgo necesario para que la democracia, la República y sus instituciones prosperen. Esperemos que no sea un caudillo más de los que han contaminado tantas veces nuestra historia, pero alguien tendrá que llegar cuando “se vayan todos”.