Una perspectiva Cristiana de la lucha en Nicaragua
Óscar Carrión Orozco
El autor es Jurista y Analista Político. Directivo de GANAR. Miembro del Bloque Democrático de Centro.
Algo me inspiró aquel 31 de Marzo de 2018. Se me erizan los pelos al leer nuevamente la denuncia que escribí, en tiempo de reflexión, la víspera de aquella semana santa, sin saber que 18 días después estallaría la rebelión cívica del pueblo contra la dictadura, contra sus cómplices políticos y económicos, sus aliados y su grupo de fariseos religiosos que bendijeron a la dictadura y se olvidaron del pueblo. La dejo aquí, otra vez, con muy pocos cambios, como recordatorio de la verdad que perdura:
“Jesucristo, al enfocarse en los pobres y en los más necesitados, y al proveerles esperanza de cambios, y al defenderles, como a la prostituta que pretendían apedrear, representaba una verdadera amenaza al status quo, al poder militar romano, al poder político y económico, y por supuesto que al poder de los dizque-líderes religiosos de entonces, como a los de hoy.
Por eso, Jesucristo representa una esperanza, y los cristianos estamos llamados a ser luz, a defender y luchar por las clases desprotegidas, contra las injusticias, por los derechos, por la esperanza, en contra de las atrocidades, violaciones y atropellos, y estamos llamados a amar al prójimo como a nosotros mismos aún a costa de los riesgos que ello conlleva.
Los mercaderes del templo y las élites henchidas de religiosidad viven aliadas y sumisas al poder de turno, y tratan de no molestarlo con reclamos y mucho menos alzando la voz a favor de los desposeídos y de los marginados, de los que son explotados día a día. Prefieren codearse con el poder y seguir disfrutando de las mieles que el silencio cómplice o la mirada disimulada les significa.
Prefieren azotar y crucificar a sus hermanos y ensañarse en ellos; embarrados de ostentosidad, dan sus discursos rimbombantes, disfrutan de grandes puestos que se dan a sí mismos; actúan como semidioses, como “ungidos”, pero son incapaces de incomodar al poder de turno que atropella al pueblo de Dios, a sus hermanos y a su prójimo.
Jesucristo expulsó a los mercaderes del templo, a los hoy mercaderes de la Fe, a los negociantes de la religión, a los dizque-hacedores de milagros en plazas públicas, que eran y son incapaces de sanar en el nombre de Jesucristo o incapaces de denunciar injusticias frente al emperador de turno. Por otra parte, los mismos Judas siguen traicionando a su clase. Y los mismos Pilatos se lavan las manos para no sentir culpa del sufrimiento de la gente.
El poder económico revolotea junto al poder absoluto y crucifica a los pobres, amparados en las facilidades que les ofrece el pacto corporativo como nueva forma de dominación y explotación de sus semejantes.
Frente a esto, lo importante es que Jesucristo sigue representando una verdadera esperanza de justicia y los cristianos debemos obedecer su mandato y recordar que el resumen de la Ley de Dios es: amar a Dios por sobre todas las cosas y nuestro Prójimo COMO A NOSOTROS MISMOS.
Seguimos convidados día a día a seguir con el ejemplo y con ese mandato máximo de amar y defender a nuestros hermanos de cualquier injusticia proveniente del poder absoluto y de sus aliados.
No faltará quien crucifique esta opinión y le haga una etiqueta política. Total, así ha sido siempre. Siempre, ante cualquier cuestionamiento al poder injusto, siempre se han erguido soldados, fariseos, y traidores. Para ellos, el mensaje de Jesús (Amar y Defender a tu prójimo, después de amar a Dios), es una amenaza.
Que el mensaje de Jesucristo resuene en nuestras conciencias. Dios les Bendiga a todos y que caigan las primeras piedras.”