Unidad Nacional Azul y Blanco: un comunicado vergonzoso
Francisco Larios
El autor es Doctor en Economía, escritor, y editor de revistaabril.org.
Hace algún tiempo un obispo de Nicaragua—si, un obispo, y uno a quien el calificativo de “conservador” se le ha aplicado por mucho tiempo; no, no es un típico “radical”, ni un “resentido” en la pelea por un puesto—me decía que para que se dieran los cambios que hacen falta en Nicaragua se necesitaban nuevas ideas, y para eso, “nuevos líderes”. “Hay que cambiarlos”, me dijo acerca de quienes actualmente figuran como “oposición”.
Leo el comunicado de la Unidad Nacional—si, no de la universalmente vilipendiada Alianza Cívica, sino de la región “pura” de la dizque-Coalición (dizque) Nacional; la de las organizaciones populares, los remanentes de Abril, y las oenegés del bienhacer—y no puedo acallar en mi conciencia las palabras del prelado. No sin dolor, por supuesto; no sin sentir, una vez más, el peso y la consecuencia de la ingenuidad que es, en muchos de nosotros, el último bastión de la esperanza ante el cinismo.
Vamos mal. Porque cuando hay que ser ingenuo para no ser corrupto, y cuando se corre el riesgo de verse disminuido por la astucia de los “vivos”; cuando estos actúan con una confianza de pies de plomo y sordera total, quiere decir que la sociedad ha descendido a un mundo como el que describe Enrique Santos Discépolo en “Cambalache”, su célebre tango: “No hay aplazados / ni escalafón / los inmorales nos han igualado… Vivimos revolcaos en un merengue / y en un mismo lodo / todos manoseados…”
Quizás sea larga esta introducción, pero creo que captura, no solo lo que pienso, sino lo que piensa gran parte de la población nicaragüense, dentro y fuera de las fronteras físicas del terruño, en este año terrible de pandemia, crisis, y represión; este 2020 que pudo haber sido distinto.
El comunicado
Ahora, al grano: con fecha 9 de noviembre, la Unidad Nacional ha emitido un pronunciamiento acerca del Partido Liberal Constitucionalista (PLC). El comunicado es, claramente, una reacción eco al anuncio del Secretario de Estado de Estados Unidos de que la familia del expresidente Alemán iría a perder el privilegio de una visa de entrada en aquel país. Esta noticia, en sí, no es lo que parece, pero tiene relevancia en el juego político de quienes buscan el aterrizaje suave en Nicaragua.
No es lo que parece; pareciera ser solo un torpe exabrupto de errores: de hecho, la visa del expresidente Alemán fue cancelada hace años; en la “noticia” de las sanciones mencionaron, incompleto, el nombre de su hijo fallecido, también, hace años, y que nada tuvo que ver con los desmanes de que acusan a su padre; luego, para corregir el desatino, añadieron a otra hija del caudillo que no participa activamente en la política.
Tiene relevancia; deja entrever que la diplomacia de EEUU está al tanto del sol que los “vivos” de la oposición quieren tapar con un dedo: tienen un grave problema de legitimidad entre los nicaragüenses, empeorado por la inclusión del PLC, partido que la opinión pública asocia con corrupción extrema y, sobre todo, con el pacto que permitió a Daniel Ortega regresar a la presidencia. Tiene relevancia, pero la entrega ha sido desmañada, quizás porque el Sr. Secretario de Estado dedica su energía a las feroces luchas intestinas que se libran en Estados Unidos, más que a estudiar las sutilezas de la política en un país distante y de importancia a lo sumo marginal.
Digo esto porque al agitar las aguas resucitando el affaire Alemán ha dejado expuestos en la llanura, impecablemente desnudos, a quienes en Nicaragua son—aunque parezca inverosímil—socios políticos del desprestigiado político… es decir, precisamente, a la Unidad Nacional.
De un mundo raro
Si alguien en una galaxia distante, en un mundo futuro, o simplemente en un país menos desquiciado, se enterara del conjunto de la historia… que el Partido Liberal Constitucionalista no solo fue, electoralmente, reducido a partículas hace muchos años, sino que, a través del pacto Alemán-Ortega, permitió a este último regresar a la presidencia con poco más de un tercio de los votos; que luego se instaló en la Asamblea Nacional y en las instituciones de los poderes judicial y legislativo, cobrando gruesas remuneraciones; que luego se unió—con poder de decisión, en directiva—a la Coalición Nacional iniciada por la Alianza Cívica y la Unidad Nacional; que, dentro de la Unidad Nacional, la Alianza Cívica participó como fundadora, para luego separarse y luego unirse de nuevo […] a la Coalición, y luego separarse de nuevo, con rumbo desconocido; y sobre todo esto: que, al momento del pronunciamiento del Secretario de Estado, el PLC participa en el aparato estatal de la dictadura [una hija de Alemán es Contralora de la república; hay, se calcula, más de 250 altos cargos del partido en el gobierno]; que ha mantenido su participación a través de ya casi tres años de represión genocida, pero es –simultáneamente, y sin ruborizarse– parte orgánica de la oposición… Repito: parte del gobierno dictatorial, donde reciben salario y protección, y parte de la organización que dice luchar contra el gobierno dictatorial…
El “yo no fui” de la Unidad Nacional
Y ahora, lo peor, las excusas y la “reflexión”del liderazgo de la Unidad. La explicación de la desnudez es verdaderamente pasmosa, es prácticamente un “yo no fui” infantil. Dice la Unidad que “desde el 20 de agosto” [¡hace tres meses!] “señalaron la importancia” de que el PLC “diera muestras claras de ruptura con la dictadura”. Es decir, aceptan haber incorporado a la supuesta coalición opositora a un partido que–ellos mismos reconocen–sigue siendo, de acuerdo con la evidencia de que disponen, parte de la dictadura. Juzgue usted; no quiero ofender explicando lo obvio.
Pero hay más, y más vergonzoso. Como un niño que se ampara en la declaración de su padre, el comunicado arguye que “la reciente medida adoptada por el gobierno de Estados Unidos” contra el expresidente Alemán y tres miembros de su familia, “reafirma el riesgo” que asocian con el PLC. ¿Y cuál es, según la Unidad Nacional, ese riesgo? A quienes todavía sueñan con que los políticos nicaragüenses despierten –estratégica y moralmente—parece que el destino les tiene reservado el letrero en el dintel del infierno que Dante describe: “¡Oh vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza!”. Porque lo que sigue en el comunicado es esto: el riesgo, nos dicen, no es asociarse (y pretender legitimar) como “oposición” a uno de los pilares de la dictadura, sino “la presencia de un PLC bajo la influencia de la familia Alemán en la Asamblea Nacional”.
Como si los partidos políticos de Nicaragua estuvieran estructurados democráticamente; como si fueran organizaciones de ciudadanos con igual voz y voto; como si el PLC no fuese, al igual que el FSLN, propiedad de un caudillo. Y para rematar, la solución propuesta por la Unidad: “presentar al Comité Nacional de la Coalición una moción de revisión de la forma de participación del PLC…”
Vamos mal
Por esta ruta creo muy dudoso que haya cambio democrático en Nicaragua. No parece haber ni norte estratégico ni norte moral. Lo único que parece interesarles a los políticos de la oposición formal (o funcional) es agotar los minutos que quedan en el juego, distraer a los espectadores, hasta que llegue el momento de sus anheladas elecciones con el dictador.
Y hay alguien más que anhela esas elecciones: Daniel Ortega.