¿Unidad para qué?
Carlos A. Lucas A.
¿Es lo mismo ir juntos que ir unidos? ¿No se ve que la unidad necesita objetivos, fines claros?
En Nicaragua, especialmente después del holocausto explotado desde abril del 2018, se entiende por “unidad” aceptar acríticamente lo que dice, calla, hace y deja de hacer la Alianza Cívica, formada en el seno del primer diálogo Sociedad-Poder (“Diálogo 1.0) a inicios de mayo 2018 y reestructurada (Diálogo 2.0) por acuerdo entre tres banqueros, el Cardenal Brenes, Ortega y “un participante desconocido”, el sábado 15 de mayo 2019 (según medios oficialistas, era el Nuncio Apostólico Monseñor Waldemar Stanislaw).
Desde esos momentos, alrededor de la unidad con la Alianza se hacen profundas jaculatorias de la fe y esperanza que hay que poner en esas personas sabias, honorables, que saben lo que hacen y sufren mucho por soportar el cinismo a flor de piel de los representantes del régimen. Dudar de ellas, sus fines y resultados, “es divisionismo”. Nada nuevo en la cultura política de este país, que predicó esa misma idiolatría para los sandinistas de los 80, para doña Violeta, Alemán y hasta para el inofensivo Bolaños. Pero aun así, sigue sin responderse la pregunta del millón: ¿Unidad, para qué?
HAY VARIOS “PARA QUÉ” DE LA UNIDAD, ¿CUÁL DE ELLOS?
En la actual crisis del modelo de poder en Nicaragua, el Estado y su aparato se enfrentan a una masa ciudadana desorganizada, confundida y aterrorizada, pero que al menos despliega espontáneamente sus energías exigiendo cambios. En todos los sectores de la sociedad civil se escuchan los llamados vehementes a lograr la unidad frente a la dictadura paramilitar, pero muy raras veces se habla de la unidad para lograr qué, para obtener cuál resultado, mientras el choque Sociedad-Poder continúa.
La pregunta básica, el ABC de esta situación es que si de este choque Sociedad-Poder saldrá un proyecto de una sociedad, un Estado y una República nuevos. Esto implicaría una ruptura total con el status quo, una revolución política de profundidad. Muchos llamamos a esta visión “la nueva Nicaragua, con un nuevo Estado y organizada como una Nueva República”. Un cambio estructural y cualitativo. O resultará en que Sociedad y Poder enfrentados, se reacomodarán en un nuevo punto de equilibrio con unos que otros ajustes (“aterrizaje suave” del incaísta Arturo Cruz). Esta sería una versión reloaded del modelo de consenso FSLN-COSEP mantenido por 11 años y tres periodos presidenciales continuos de Ortega. Cambiar algo para que todo siga igual.
O continuará la tendencia actual desde el poder, de reprimir radicalmente, en la línea “zekeda” y “vamos con todo” cualquier intento de renovación total o de cambio gradual, imponiendo un modelo totalitario y de confrontación total y a muerte con todo el tejido social; lo que de seguro llevará al país a una especie de fraccionamiento histórico de la unidad nacional. Balcanización.
Hay que mencionar que este tipo de “solución final” a la crisis del modelo FSLN, es el apocalipsis total para Nicaragua. Ya no se trata de aquel malogrado concepto de “Estado fallido” al haber caído el Estado en manos de los primeros “señores de la guerra” en Centroamérica (el poder paramilitar sandinista), sino de algo más profundo: el fracaso histórico de una nación, de todo un pueblo que no pudo controlar sus propios demonios, sus virus internos que la carcomen desde sus entrañas y desde su nacimiento como nación. Las naciones también pueden suicidarse.
En breve, el primer escenario plantea un futuro viable y deseado, el segundo ata a Nicaragua al presente decadente y pragmático y el tercero nos retrocede al pasado más brutal y destructivo imaginable.
En la práctica, la fuerza visionaria del cambio estructural y cualitativo (Visión A) que estalló a la manera krakatoa y se mantuvo “caliente” por unas cuantas semanas desde el 18 de abril 2018 hasta el 16 de mayo de ese año con la formación de la Alianza Cívica en el seno del diálogo 1.0 , ha venido “cerrando sus pétalos”. Mientras, las fuerzas empresariales maniobractuaban dentro de la Alianza, alejándola de la Visión A para acercarla a la Visión B, reforzando su estrategia de coexistencia pacífica con la dictadura. Buscaban puntos de convergencia a la manera de los atemorizados intrusos que pretenden calmar a un perro furioso en modo ataque, enseñándole algún filete jugoso.
La oferta de tres trozos de ese filete jugoso era por lo menos: 1) aceptar el orden “constitucional” de una dictadura paramilitar sin límites morales o humanos de represión, 2) llamar al pueblo a soñar con elecciones libres bajo esa dictadura) y 3) Oferta de cabildear por la suspensión de sanciones internacionales contra el régimen. A cambio, adelantar elecciones, no la salida de la dictadura como demandaba la Visión A y diferir los temas de justicia y reparación para alguna fecha indeterminada.
Por su lado, el régimen en crisis ha venido aplicando desde siempre su Visión C, la quiebra total de todo orden institucional, político, humano como si de una fuerza filibustera se tratase, aplicando el terror primero indiscriminado y luego, selectivo, sin señal que no pueda pasar de nuevo y en cualquier momento al terror indiscriminado, mientras se sigue reorganizando internamente y trabajando para seguir multiplicando el pensamiento sicario y depredador en sus filas, justificando su “derecho a la defensa”, suponiendo que sus vidas están bajo ataque, a pesar de la persistente naturaleza cívica de las protestas en más de un año.
En esta estrategia, el régimen simultáneamente abre unas ventanillas de posibilidades de mini concesiones a la Alianza (ya cooptada por las fuerzas del “gran capital”), a fin de ir desfogando, junto al efecto represivo de la barbarie de su Visión C, las fuerzas políticas aún en ebullición desde la Visión A, hacia la de coexistencia de la Visión B.
Allí están todavía en reserva una partida de fuerzas políticas rémoras, como el partido CxL, los que a la manera de los zorros escurriéndose quedos por un huequito del gallinal, se quedan agazapados como aliados electorales de la Alianza Cívica y pre aceptando al partido paramilitar FSLN como su próximo contrincante electoral.
Ahora sí, ya podemos preguntarles a los ingenuos predicadores de la unidad en abstracto (“todos para uno y uno para todos”), de cuál unidad estamos hablando, entre qué fuerzas se debe dar esa unidad, en función de cuál de ese ABC de objetivos estratégicos debe construirse y defenderse esa unidad, en cual bloque político estratégico ofreceremos nuestro aporte.
DECIDIR LA VISIÓN POR LA CUAL LUCHAR ES LA PRIMERA ELECCIÓN ADELANTADA
A la manera en que los ciudadanos esperan concurrir a un proceso de votación para decidir, “en la soledad del sagrado recinto electoral” por un partido o candidato, es también una decisión individual decidir aquí y ahora,el rumbo político que se desea para la nación, el pueblo y el país. Cada uno de los ciudadanos y ciudadanos deberá decidir en esa “soledad de la elección” responsable alguna de esas rutas, A, B o C. Ésta es ya la primera elección adelantada a la que nos estamos enfrentando desde abril 2018. Nos convertimos así cada quien en un “padre o madre fundadores de la patria” que llegamos a este punto no en un “Mayflower” sino navegando en un mar de asesinatos, prisiones, secuestros, torturas, desconocimiento de nuestra humanidad frente al Poder, pero que nos enfrentamos al reto, realmente, de tener una patria (matria) y una república libres, o perecer.
¡UNIDAD NACIONAL POR UNA NUEVA NICARAGUA, CON UN NUEVO ESTADO Y ORGANIZADA COMO UNA NUEVA REPÚBLICA!