Valentina (In Memoriam)

Francisco Larios
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El autor es Doctor en Economía, escritor, y editor de revistaabril.org.

Artículos de Francisco Larios

Terminaba de escribir este texto, que por respeto a nuestras tradiciones funerales dejé reposar, cuando recibí la foto de una joven que, de espalda a la cámara, contemplaba el letrero de protesta que ella misma–me dicen–había pintado sobre un muro de Managua. 

El mensaje de la pinta: «patria libre para vivir». 

Qué cruel una sociedad en la que el joven que quiere libertad y quiere vida se siente forzado (lean a Valentina, piensen en nuestra historia reciente) a sacrificar una para obtener la otra.


Valentina (In Memoriam)

Leo la noticia del suicidio de Valentina, Valentina Gutiérrez Blandón, una joven rebelde, de las atrincheradas de la UNAN. No la conocí en persona. Leo el texto en que dejó su despedida. Nunca he leído un testimonio que me conmoviera más. 

Entre otras cosas, dice: 

«No quiero saber nada de reunioncitas de salón con discursos melosos; la moralidad performática de ese juego político se reduce a espejos del ego y anhelos de poder. Solo eso queda. No estoy obligada a envejecer siendo otra espectadora más del canibalismo, sobreviviendo a punta de esperanzas infantiles, como si yo no supiera ya que todo es cuestión de dinero, que el dinero pudre, y que al final las cúpulas más podridas son siempre las que deciden.»

Yo, que todavía sueño, sé que lo hago a pesar de que ella tiene razón.

Valentina cita a Camus. El Camus de Sísifo, el personaje mitológico condenado por los dioses a empujar una roca hacia la cima hasta que, alcanzada esta, la roca rueda de regreso a la base de la montaña, desde donde Sísifo tiene que empujarla otra vez hacia arriba.

Así hasta la eternidad. Así, en el tiempo, y en la distancia; como la distancia que separa el sueño de Abril de la comedia de batallas («espejos del ego y anhelos de poder», dice Valentina) que coreografían los políticos de mi país. Van, estos héroes de paja, de salón en salón, de unidad a alianza, de alianza a separación, para preparar entonces una «gran coalición«; van de «grandes avances en la lucha» a oscuras realidades y secretos; de hablar de libertad a intentar acallar a todo el que no esté de acuerdo con ellos; de apagar la voz que pedía la renuncia del tirano a encender el quejido suplicante que implora al tirano una casilla electoral a cualquier costo. 

Y todo el tiempo esputando sus «discursos melosos».

Creo que nunca ha habido una situación como la actual en Nicaragua, una distancia tan grande entre lo que piensa y siente la gente de a pie, la que vive y sufre la impotencia y la pobreza, y lo que piensan y sienten los políticos opositores. Por algo estos quieren que solo midamos la distancia que separa al pueblo de la dictadura: para que olvidemos cuán lejos están ellos, la supuesta oposición, de representarnos. 

Esa distancia es un vacío que hace al país intrínsecamente inestable. 

Porque tarde o temprano habrá quienes lo ocupen, quienes lo llenen. 

En nuestra historia los vacíos se han llenado de violencia. 

A eso nos está llevando el fracaso de los que han reclamado para sí la bandera de Abril, sin tener o hacer méritos, sin respetar la memoria de quienes dieron su hogar, su carrera, su libertad personal y hasta su vida por una causa necesaria y noble. Para estos no serán los ministerios y las grandes convenciones. No conocerán el mundo del lujo y de los viajes, de los salones alfombrados y llenos de luces y cristales. No recibirán grants de ningún gobierno extranjero; sus madres los llorarán hasta el final de sus días; sus hijos tendrán que atravesar la niñez en desamparo. 

Y los políticos, como siempre, hablarán de los muertos como hablan de Dios, como si de un amuleto se tratara. 

Que la voz de Valentina sople sobre ellos como una condena.

Que los demás podamos convertir en patria libre para vivir el inmenso dolor y el indescriptible coraje de Valentina. 

Francisco Larios

El autor es Doctor en Economía, escritor, y editor de revistaabril.org. Artículos de Francisco Larios