Veinticuatro aforismos para Juan José Martín Ramos
1.
Juan José Martín Ramos, Juanjo, es un clásico de una época sin clasicismos. Cuando abrió los ojos al no mundo contemporáneo encontró un ápice de clasicismo entre los modernistas.
2.
Los modernistas perdieron su época con la irrupción de las vanguardias y, como quien pierde el tren, se quedaron compuestos y sin horizonte. También Juanjo un día preguntó qué día es hoy, y hoy no llevaba ningún nueve en el nombre. Se había quedado sin siglo.
3.
Sin siglo empezó a escribir aforismos. Sin la arcilla de los ochenta, que había moldeado el mundo, y sin el esmalte de los noventa, que lo había coloreado.
4.
Coloreado se muestra fugazmente el pensamiento con el destello de un resplandor. Quien lo copie en su cuaderno habrá escrito un aforismo.
5.
Un aforismo es un pliegue de mármol en una túnica griega sobre el que se desliza una mano.
6.
Una mano de la mano de otra mano escenifican, las dos manos juntas, el hábitat de un aforismo.
7.
Un aforismo es para el cuerpo del pensamiento una caricia. Una hoja arrancada por el viento que cae sobre el cauce y se va con el río.
8.
El río es un accidente geográfico clásico. Clásicos son los pliegues y rizos de la piel del agua cuando fluye y también el modo de retratar a los transeúntes que se asoman desde el puente para contemplarlo con el gesto misterioso de un aforismo.
9.
Un aforismo de Juan José Martín Ramos, Juanjo, es un pliegue sobre el lenguaje que produce, al oírlo, un leve calambre semántico que sorprende.
10.
Sorprende, sobre todo, el dejarse sorprender por la ausencia de sorpresa. La verdad se esconde en la aridez de la verdad. Abro comillas: «Todo empieza siempre por querer atrapar la vida en unas imágenes que, al cabo del tiempo, ya nada significan», fin de la cita literaria.
11.
Literaria es la condición que cumple aquel pensamiento que impulsa, únicamente por amor, a desenroscar el capuchón de la pluma.
12.
La pluma del escritor Martín Ramos solo tiembla entintada sobre el papel cuando el propósito promete brevedad.
13.
Brevedad o breverías, una tras otra, también componen un rostro, aunque confiese no haberlo visto el autor.
14.
El autor ignora que la conciencia de que carece de rostro, es decir, de que no tiene nada que decir, de que las imágenes ya nada significan, dice más que cualquier mamotreto de páginas y páginas redactadas por el escritor que sí tiene algo que decir.
15.
Decir es necesario, vivir lo es menos.
16.
Menos es para Juanjo una poética. Cito un aforismo: «Cuando el intruso no es el otro». Siete palabras bastan para desvirtuar la máscara. Cito otro: «A mí me ha tocado ser yo». Siete palabras bastan para colocar la nueva máscara.
17.
Máscara era la encarnación del destino para los griegos. De los pliegues de sus túnicas nacieron los aforismos. En el barroco fue símbolo y en los pliegues de sus frases emergió la sorpresa. Para la vanguardia fue la multiplicidad del yo y en los ecos balbucientes prendió, lleno de personajes, el vacío.
18.
El vacío lleno de vacío es la máscara desprovista de máscara del yo ausente del yo.
19.
Del yo cuyo decir hurga en el contenido que ya no está, cito, «¿De verdad tengo algo que decir?». Seis palabras.
20.
Palabras que fueron palabra y ahora son palabras. Montonera, pedregal, sotobosque. Ausencia que busca su significado en el abandono de los significados.
21.
Los significados que significan tras la muerte del significado. Yo asomado al puente sobre el río cuyo cauce no fluye. Máscara de la máscara que los tramoyistas extraviaron. Luz apagada de lo trascendente.
22.
Lo trascendente reducido a espejismo. Cito: «Vivimos en relación con los recuerdos que elegimos para atormentarnos». La luz de una estrella muerta que en el cielo del verano encandila los idilios.
23.
Los idilios deshilados. Cito: «Hoy hacemos el amor; mañana seguiremos pagando facturas». Sin siglo, sin significados, sin máscara, sin yo, sin ilusión, sin rostro.
24.
Sin rostro, pero con lucidez, con verdad, con clasicismo de túnica griega, con elegancia modernista, con brillo en los ojos, con cazamariposas de relámpagos, con la luz de las supernovas muertas, con el estremecimiento de las palabras, con siete palabras que a veces son seis y otras veinticuatro, con la inmanencia del capuchón sobre la mesa mientras la pluma entinta el papel, con la voz de actor clásico, cuando los lee en voz alta, del escritor y editor Juan José Martín Ramos, mi amigo Juanjo.
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Selección de aforismos de Juan José Martín Ramos
(Del libro Si no veo mi rostro, de Juan José Martín Ramos,
Editorial Polibea | Colección El levitador, núm. 104. |
84 páginas. | ISBN: 978-84-127223-2-1)
La vida transcurre sin mí.
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Llegado a esta edad, ¿cómo enfrentarse a lo que ya no será?
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Bien mirado, entre las fechas de nacimiento y muerte de una persona, el pequeño guion que las separa es toda la vida.
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La belleza de hoy, ¡ay, la belleza de hoy!
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Nos prometieron el Apocalipsis, pero solo somos infelices.
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Lo peor que puede ocurrirme es volverme locuaz.
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Concluiste tu carrera. ¿Dónde estaba la meta?
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Revolverse entre las sábanas aunque estés solo.
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¿Qué dios existe sin mí?
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Yo prometía. No he cumplido.
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Refutación a Don Quijote: (Desgraciadamente) yo sé quién soy.
JUAN JOSÉ MARTÍN RAMOS (Madrid, 1961). Es editor vocacional y autor intermitente y portátil. Ha publicado hasta la fecha tres novelas cortas La curiosidad del espía (Premio SUR de novela corta, Arguval, 2006), La noche calma mi ansiedad (Mar Futura, 2008), y Légamo del amor y de los libros (Evohé, 2016). Como filólogo, es responsable de una edición crítica de La Lámpara Maravillosa, de Ramón María del Valle-Inclán (Evohé, 2017) y de la edición conjunta de ¿Qué es el Modernismo? La encuesta de El Nuevo Mercurio y Los Voceros del Modernismo, de Antonio de Valmala (Huerga y Fierro, 2017).
