Viaje hasta el centro de la cebolla
Carlos A. Lucas A.
El fondo de la cebolla
Me imagino a mi país, Nicaragua, como una especie de cebolla: ¿Qué es una cebolla? Si lo queremos averiguar, tomamos esa cebolla y vemos que tiene una capa externa; se la quitamos y aparece otra capa; seguimos en nuestra averiguación, “profundizando” en el análisis y vamos quitando capa tras capa, tras capa. Quitamos la última, ya en el mero centro originario de la cebolla ¿y qué descubrimos? ¡Que ya no hay cebolla, no había cebolla, llegamos al vacío de cebolla!
Todos estos mundos, en un solo país
En mi país, sobreviven y (hoy, esa palabra famosa) cohabitan múltiples capas de realidades, unas sobre otras, a manera de resumen de todo nuestro desarrollo evolutivo, desde nuestra llegada al continente americano como tribus o clanes primitivos, hasta el presente. Aún hay grandes extensiones latifundistas donde un patrón de pantalón caqui y gran sombrero dirige su feudo y su familia (los más jóvenes estudian o trabajan ya en Estados Unidos, Europa u otras grandes urbes). Hay quienes no hablan español, 200 años después de la supuesta independencia de España, la otrora potencia colonial europea. También vemos a campesinos que siembran frijoles y maíz con una vara de madera, endurecida su punta por el fuego. Vemos grandes máquinas de diesel cosechando maní o ajonjolí. En una ciudad vemos a una multitud que en la noche persigue para matar a golpes, a una mona; sospecha que se trata de una bruja. En otra, una procesión católica camina en reversa, de espaldas, hacia atrás van todos los fieles, como cangrejos, se azotan fuertemente unos a otros con un “chilillo” hecho del órgano del toro. Y en un programa de televisión, aparecen documentales sobre “las fabulosas mansiones en Nicaragua”: en ciertas playas encontramos lugares que nunca podremos los nicaragüenses visitar, noches de hotel de más de $1,500 dólares.
Dos ancianos y un trapo
Un señor con su esposa, junto toda su familia, alzando un trapo de dos colores, manejan a raya a todo el país. Para evitar el “desbarajuste” que armaba la gente cansada de ellos, tomaron la decisión de asesinar, en pocas semanas, a más de 300 personas*, exiliar a mas de 100 mil, secuestrar y perseguir a más de 2 mil 500 víctimas en tres años; tirar a las calles a profesionales del asesinato masivo. Y en uno de tantos pueblitos, hacen concursos para elegir a la chica y el chico mas guapo, a quién hace mejor un dulce a base de yuca y agua azucarada y retan al virus de una pandemia fulminante, aglomerándose en pandemonios.
* Estimados del número de víctimas de la represión en ese período varían entre arriba de 300 y más de 500.
El incaísta y la mona-bruja
Ese es mi país, una cebolla de múltiples capas cohabitantes. Vivimos esa multi-realidad, donde coexisten varios mundos, que cada quién identifica según su percepción. Las más absurdas de las fantasías resultan ser las más absurdas de las realidades, y viceversa. Y oscilamos entre una y otra capa perceptiva, entre distintas realidades y fantasías. Precisamente, aquel personaje incaísta que nos hablaba entusiasmado de lo tremendo que sería un canal chino que partiera en dos a Nicaragua, usando las mismas gastadas palabras nos quiere convencer ahora de que nos dejemos partir otra vez en dos, aceptando las elecciones de aquel tenebroso matrimonio, al que, a diferencia de la mona-bruja, nadie se atreve a lanzarle la primera piedra: «Es fundamental un proyecto que dé prosperidad económica, el mayor garante de este bello ambiente que tenemos en Nicaragua», Arturo Cruz.
Un triste circo, un circo trágico
Candidatos ‘presidenciables’ se encierran en sus cuartos para derrotar a una pareja de ancianos que, como quien no quiere la cosa, borra el nombre de Jehová para poner sus nombres y rostros en edificios que expropian a opositores, persigue en centros comerciales a cualquiera que crea estar en su contra, confisca hasta las típicas matracas fiesteras–cuando no asesina o secuestra a éste o aquella.
Juan Sebastián Chamorro es “ninguneado” por la Alianza Cívica y su socio electorero CxL: reclutarán mejor a Arturo Cruz y Cristiana Chamorro, prima de Juan Sebastián Chamorro. Una fórmula muy Cruz Cristiana.
Otros candidatables, como vendedores de feria, prometen todo lo que harían o podrían llegar a hacer si le ganaran en votos al dictador, quien de lo contrario llegaría a su tercera reelección consecutiva… pero no dicen qué hay que hacer para resolver el problema inmediato, para enfrentar la realidad, es decir, para acabar con la dictadura. Fantasías versus realidades. “Esperanzas” etéreas versus hechos reales. Y sin embargo, son realidades superpuestas; de hecho, son interdependientes.
El breve y doloroso despertar de Abril
La rebelión social que sucedió en abril 2018 fracturó la realidad socialmente percibida. La realidad real nos partió las pupilas recién abiertas. Nos desesperamos por haber perdido nuestra vieja percepción, cuando creíamos, cada quién, ser felices en su propia realidad percibida, viviendo, cada quién, bajo su propia capita de cebolla.
Quizás no estábamos preparados para ello: Recientemente el zoológico de la capital anunciaba que estaba liberando de su cautiverio, a diversos animales que se iban a reintegrar a sus condiciones naturales. El encargado decía que a algunos de ellos hubo que forzarlos a salir de sus jaulas y encierros. Es que la libertad es, sin duda, un serio riesgo.
El retorno del pasado, ¿el fin del sueño de Abril?
Después de abril 2018, transcurridos tres años de esas heridas, como el azogue, la vieja realidad se desliza y reorganiza y pasa borrando las fracturas que tanto nos dolieron. “Olvido, hay que olvidar”, nos dicen. “Cohabitar, hay que cohabitar” susurran. “Votar, hay que votar”, declaman y reclaman. El más audaz de los candidatables vende su perspectiva: “Soy el mas tolerante con todos”, sentencia.
Y luego nos explica: “sólo nos vamos a unir los que somos viables, los que somos relevantes”. Y mas claramente: “Tenemos un carro que es esta casilla electoral; algunos iremos manejando, otros irán en el maletero”.
La estrategia de la paz para crear la guerra
Y para calmar a algunos inquietos, dicen, como Noel Vidaurre, el de calcetines alegres: “La guerra civil será cuando nos roben el voto”.
Es decir, que habrá de todas formas, guerra civil, luego de las elecciones a las que hay que ir… ¡para evitar la guerra civil!
¿Viste como llegamos a la última capa de la cebolla?
¿Viste que no teníamos nada en nuestras manos?
¿Ves como vuelve a desaparecer lo que al inicio llamaba “mi país”?