Vida secreta de nuestros animales, de Mónica Picorel
Ahora que todo duerme Todo duerme
también la memoria exacta de los dedos
en esta noche yéndose a pique
las alertas de un dolor que se mide
con este verde milagro en tierra quemada
también esta raíz heredada
esta estirpe de un solo vestido
y este proyecto de doble salto mortal
con su gato incrédulo bajo la mesa.
Estamos ante el segundo libro publicado de Mónica Picorel, hace dos años y medio que editó «Las otras geografías», cabe decir que ya en ese libro se anunciaba la otredad, algo que es el hilo conductor de «Vida secreta de nuestros animales». Poemario bellamente editado por Ediciones del Sol, dirigida por Álvaro Hernando.
La identidad personal está en juego. Y los diversos animales serán la excusa para hilvanar un relato que contiene impactantes imágenes. La propia Mónica Picorel, que también es fotógrafa y diseñadora de escaparates, ha hecho la cubierta del libro en la que luce un mirlo que está reposando en un poste de alguna ciudad.
En el prólogo, de marcado carácter filosófico, Misael Ruiz explica:
«[…] comprender la poesía de Picorel consiste justamente en acogerse a ella sin buscar un equivalente lógico, pensar con sus mismas palabras. Versos como los de «La casa del padre» son flores nocturnas que aguardan a lo largo del camino del lector quien, como quería Goethe, para entender el poema ha de adentrarse en el país del poema».
Y en ese país se agradece que vayan aflorando nuevas imágenes, nuevas metáforas. Hay momentos en el transcurso de la lectura en los que parece asomar la clave, la llave que pudiera abrir la casona simbólica que aguarda a los seres curiosos, una casona llena de puertas y más llaves. Es cuando el lector, la lectora, recuerda que la poesía es una mixtura de palabras, de silencios y de imágenes. Una combinación de palabras que están a la espera de ser expuestas en otros contextos, en otros paisajes. Así dice la poeta en los dos últimos versos del poema «Esta mujer en mí»:
«que solo estoy tomando un café / mientras hilvano este lenguaje que me sostiene»
aunque en el primer verso del poema ha dicho:
«Me oigo hablar en una lengua que no es la mía».
Contradicción o bien certeza de lo inexpresable. Como dice en la contracubierta Fer Gutiérrez: «Querer retener alguna de sus imágenes sería un error, como lo es la mariposa atravesada por el alfiler. Su belleza no reside en la quietud. »
Vuelvo a la cubierta realizada por Mónica Picorel, una cubierta armoniosa y suave que parece aludir, como he dicho, a los pájaros que se toman su tiempo en algun lugar de la ciudad. Cuando nos adentramos en el libro vemos que existe un cuervo, en primera persona, en el poema «La disciplina del nardo». Y descubrimos que esos animales más o menos domésticos se convierten en emociones furibundas, en recuerdos imprevistos que aparecen, como en las pesadillas, y describen lo que está ya muerto. Estos animales que van surgiendo en el transcurso del poemario son casi oníricos, bordean el surrealismo y pasan de largo, porque van en busca de la herida para lamerla o para impedir que se cierre. Dependerá del dolor y del miedo que se corresponda con la escenografia blanquinosa de los días, pues estos animales son en sí mismos apariciones cambiantes y disruptivas. En este poemario, lleno de flores y animales inquietantes, el horror está emboscado pero presente.
Como nos recuerda, Misael Ruiz, es necesario entrar en el país de los poemas de Picorel para comprender «La vida secreta de nuestros animales». El lector, la lectora, debe ahondar hasta que emerjan nuevos significados.
Así en la bella y esperanzada «Canción secreta del mundo»:
Guardar en una mano la piedra
ceder la almohada y el trigo
conservar el lado generoso del miedo
en el armario donde irrumpe nuestro árbol
con sus descuidadas ardillas
y esperar a espaldas de la luz
que ese pájaro (por fin) nos sueñe.
Quizás la clave esté en el último verso, del último poema que da título al libro, «Vida secreta de nuestros animales», y que acaba con:
«De la que fui no saber nada. »
Aunque es el hambre real y simbólico el que se pasea por el libro cuando ya la mujer de Lot hace rato que se tiró por la ventana, sonó un teléfono en la madrugada, y Alejandra Pizarnik se suicidó con Senocal.
A pesar de esta silenciosa oscuridad, que recorre «Vida secreta de nuestros animales», existe la posibilidad de la coincidencia, así el poema intitulado «Encuentro» acaba de esta forma más o menos jubilosa:
«un momento de maletas en llamas / está entrando en el mundo».
Denle la bienvenida a este encuentro promisorio. Demos la bienvenida a esta vida secreta.
Neus Aguado
Barcelona, 27.01.2024
MÓNICA PICOREL, Vida secreta de nuestros animales
Ediciones de Baile del Sol, 2023
Texto de la presentación en la Librería Animal Sospechoso, Barcelona, 27.01.2024