Yeats, Howth y un cottage cualquiera
Aún la recuerdo, redonda, de un verde desteñido, de letras blancas en alguna fuente de estilo poético. Mi amiga se detuvo en mitad de la curva y yo pensé que lo que quería era mostrarme el mar. Pero no, a continuación me señaló sonriendo a una pared blanca de una casa cualquiera. Una placa discreta colgada sobre el muro nos miraba. No hay casualidad posible: éramos estudiantes de filología hispánica y acabábamos de encontrar la placa de un poeta irlandés en mitad de un pueblo pesquero cerca de Dublín. William Yeats, leyó mi amiga. ¡Hey, Yeats!, gritó entonces.
–¿Quién?, demandé yo avergonzada debido a mi desconocimiento. William no sé qué Yeats, el poeta del misticismo inglés, el loco de Sligo que escribía acerca de lo sobrenatural y los dioses paganos de aquí.
–Ahhh… ¿bien, no? Me atreví a decir.
En aquel momento no tenía ni idea de a quién se refería mi amiga, pero fingí interés y le pedí que me echase una foto junto a la placa verde en la que podía leerse: «Aquí vivió William Butler Yeats desde 1880 hasta 1883».
De aquel instante han pasado ya 11 años, más yo aún recuerdo aquellas letras sobre el metal verde desconchado en mitad de una curva de los acantilados de Howth.
Casualidad o no, la realidad del asunto es que después de aquel encuentro fortuito, ya nunca he dejado de leer a Yeats. Estoy ciegamente convencida de que cuando, tanto la poesía como los poetas irrumpen y se manifiestan en un acontecimiento vital diario como el de aquel día, pasan automáticamente a convertirse en nuestros inconscientes compañeros de viaje. Puede que incluso mucho antes de que nosotros mismos lo sepamos.
Para mí, aquel año, William Butler Yeats se convirtió en un amigo irremplazable. Y así ha sido hasta la fecha. Aún recuerdo los primeros versos que leí al volver a España en su poema «The mand who dreamed in Fairyland»: «Estuvo entre una multitud en Dromahair; / su corazón colgaba sobre un hábito de seda, / y al final había conocido alguna ternura, / antes de que fuera abrazado por la tierra».
Entre las fuertes creencias religiosas y la incipiente ciencia victoriana, entre el esoterismo místico del 1800 y la tradición folklórica irlandesa; en el lugar en el que los conocimientos escépticos y las leyendas celtas se entremezclan nació una de las figuras más importantes del movimiento renacentista irlandés y de la literatura moderna en habla inglesa: William Butler Yeats.
Y es que, William Butler Yeats (1865-1939), perteneciente al seno de una familia de artistas (su padre y su hermano, John y Jack Butler Yeats, fueron pintores reconocidos durante toda su trayectoria), fue el único que decidió dedicarse a la literatura. Iniciado en la escritura en la casita pesquera familiar de Howth (1877), a la que regresó tras el estrepitoso fracaso de su padre en Londres tres años antes, sería dónde originaría la gesta de lo que hoy se conocen como los pilares fundamentales su obra poética.
Atrapado también por un ambiente nacionalista irlandés de científico escepticismo y creador de su propia fe e inspiración poética, Yeats concretó su propio mundo poético dentro de un simbolismo místico basado en antiguas leyendas de su tierra natal y sus prácticas en círculos esotéricos de la época: cuervos de mal omen para los reyes y héroes —La Morrigan, Cú Chulainn y Fergus como poderosas figuras de su imaginario poético—, Fairies malignas y evasivas que gobiernan la vida de los hombres y rosas y espinos, entre otros, confluyen a lo largo de toda su obra literaria.
Gracias a esa capacidad de unificar y perfilar un mundo poético personal junto a su habilidad para reinventar los mitos tradicionales, William B. Yeats obtuvo el premio Nobel en 1923, donde fue reconocido por toda Europa en su consagración como poeta europeo del modernismo literario. Fue al final de esta etapa cuando un Butler Yeats más maduro y realista emerge, dando lugar a un lenguaje pasional y de lírica más cuidada.
En la antología poética He extendido mis sueños a tus pies, en edición bilingüe de Jordi Doce (Nórdica Editorial), se recogen cuarenta de los poemas más emblemáticos de toda su obra. Aquí os dejamos con tres de los más significativos del poeta.
A la rosa sobre la cruz del tiempo
(Traducción de Jordi Doce)
¡Rosa roja, Rosa altiva, triste Rosa de mis días!
Acércate mientras canto las antiguas tradiciones:
Cuchulain plantando cara a la marea inclemente;
el gris Druida hijo del bosque, el de tranquila mirada,
que asedió a Fergus con sueños y desastre inenarrable,
y tu propio desconsuelo, que las estrellas, marchitas
por bailar sobre las aguas con sandalias plateadas,
entonan con solitaria y orgullosa melodía.
Ven, que ya no más cegado por el destino del hombre
encuentre bajo las ramas del amor como del odio,
en todas las necias cosas que viven un solo día,
la belleza sempiterna vagando por su camino.
Ven, acércate a mi lado; y abrid un pequeño espacio
para que todo se colme con el olor de la rosa.
Que pueda seguir oyendo cosas comunes y ansiosas;
el gusano que se oculta en su pequeña caverna,
el ratonzuelo corriendo junto a mí sobre la hierba
y mortales esperanzas que se afanan y transcurren;
no escuchar sino las cosas extrañas que dijo Dios
al corazón luminoso de los que han muerto hace tiempo,
y salmodiar una lengua que los hombres desconocen.
Ven, acércate; quisiera, antes que llegue mi hora,
cantar la Irlanda de antaño y las viejas tradiciones:
Rosa roja, Rosa altiva, triste Rosa de mis días.
*** *** ***
¿Quién va con Fergus?
(Traducción de Jordi Doce)
¿Quién irá desde ahora en el carro de Fergus
a rasgar la penumbra del recóndito bosque
y bailar en la orilla de las aguas en calma?
Alza, joven, tu frente pelirroja,
y alza, niña, tus párpados serenos,
y no penséis ya más en miedos y esperanzas.
Y no penséis ya más con esquiva mirada
en el misterio amargo del amor;
pues que Fergus gobierna las livianas carretas
y gobierna las sombras de los bosques,
y el blanco pecho del sombrío mar
y todas las errantes estrellas despeinadas.
*** *** ***
La isla del lago de Innisfree
(Traducción de Jordi Doce)
He de partir sin falta, partir hacia Innisfree,
y alzar una cabaña con arcilla y con zarzos:
nueve hileras de judías tendré, un enjambre de abejas,
y solo he de vivir en el claro vibrante.
Y algo de paz encontraré, pues la paz llega lentamente,
gotea entre los velos de la aurora y el lugar donde canta la cigarra;
allí la medianoche es un rescoldo, el mediodía un brillo púrpura
y la tarde se puebla de alas de pardillo.
He de partir sin falta, pues siempre, noche y día,
oigo temblar las aguas en la orilla del lago;
en medio del camino, o en las grises aceras,
allá en lo más profundo del corazón las oigo.
*** *** ***
Cuando anciana
(Traducción de Jordi Doce)
Cuando, anciana y canosa, te domine el cansancio
y cabecees junto al fuego, toma este libro
y léelo sin prisa, y sueña con la vieja
ternura de tus ojos y con sus hondas sombras;
cuántos amaron tus momentos de dicha y gracia
y amaron tu belleza con amor noble o falso;
pero un hombre amó en ti tu alma peregrina
y también las tristezas de tu rostro voluble;
y mientras te reclinas junto al hogar radiante
musita con tristeza cómo el Amor huyó
y anduvo a grandes pasos por las altas montañas
hasta esconder su rostro en un tropel de estrellas.
Él desea las telas del cielo
(Traducción de Jordi Doce)Si tuviese yo las telas bordadas del cielo,
Recamadas con luz dorada y plateada,
Las telas azules y las tenues y las oscuras
De la noche y la luz y la media luz,
Extendería las telas bajo tus pies:
Pero, siendo pobre, sólo tengo mis sueños;
He extendido mis sueños bajo tus pies;
Pisa suavemente, pues pisas mis sueños.
- Diana Forte (1990) Nacida en Murcia, tierra de vinos y limones, es licenciada en Filología Hispánica y correctora profesional. Escritora ferviente desde que tenía diez años. La poesía es el Leitmotiv de su vida.
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Juan Pablo Roa Delgado
juan pablo roa delgado (Bogotá, Colombia, 1967). Tras un viaje por Portugal e Italia (1993-1997), se estableció en Barcelona (España) en el año 2000, donde trabaja como editor. Ha publicado los libros de poesía Ícaro, (Bogotá, 1989), Canción para la espera (Bogotá, 1993), El basilisco (México, 2007) Existe algún lugar en donde nadie (Palma de Mallorca, 2011; Zaragoza, 2017) por el que obtuvo en 2010 el XXXV premio de poesía Vila de Martorell, Cuaderno del Sur, (Madrid, El Sastre de Apollinaire), Renga (Barcelona, Animal Sospechoso, en colaboración con Alberto Silva y Misael Ruiz Albarracín) y Este día, este momento (Zaragoza, Pregunta Ediciones, 2022). Ha traducido obras de las poetas italianas Amelia Rosselli (Poesías, Montblanc, 2004), Ana Maria Giancarli (Arqueología del presente, Madrid, 2013) y Antonella Anedda (Desde el balcón del cuerpo, Madrid, 2014). Es fundador y director de Animal Sospechoso (librería y editorial especializadas en poesía) y de la de la revista anual de poesía Animal Sospechoso de Barcelona. Asimismo, trabajó con Nicanor Vélez Ortiz en la Colección de Poesía y en la de Obras Completas del sello Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg de Barcelona entre 2000 y 2010.