Abril y ahora [Primera parte]
Fernando Bárcenas
El autor es ingeniero eléctrico.
Escuche este artículo, leído por su autor.
En La Prensa del 18 de marzo, Humberto Ortega, uno de los nueve que condujo el país a la década perdida, escribió un artículo que tituló “ayer y ahora”. Quiso establecer un paralelismo absurdo entre Sapoá y la situación actual (más crítica ahora para la nación empobrecida y reprimida con brutalidad), como si la historia hiciera ciclos en una espiral descendente, yendo, negativamente, hacia las contradicciones históricas cada vez más primitivas (sin resolverlas, sino, trayéndolas a la vida en un movimiento retrógrado hacia las sociedades más simples y atrasadas de la historia humana, con las fuerzas productivas más ineficaces). Él piensa, con esa lógica enrevesada, que Sapoá selló el triunfo del sandinismo sobre la Contra, y que ahora su hermano podría sellar un triunfo contrarrevolucionario semejante con las elecciones. El subtítulo de su artículo dice: “Ayer fue Sapoá: cese al fuego-elecciones-paz. Ahora: elecciones-convivencia nacional-paz.”. Este es el paralelismo que hace con capricho infantil.
Ambas secuencias de eventos –como cualquiera puede ver- son falsas, superficiales, voluntariosas, sin dinámica social interna. De pronto, sin que se sepa cómo, según Ortega, cesó el fuego, ocurrieron elecciones libres, y se estableció la paz. Y entre estas secuencias falsas, de ayer y de hoy, no existe vínculo alguno, ni social, ni político, ni histórico. Lo único común en ambas es Ortega. Si el desarrollo de la guerra no trae como consecuencia inevitable las condiciones del cese del fuego y las condiciones de las elecciones, como dice Ortega, entonces, semejante daño a la economía y a la población provocada por la guerra y por el poder sandinista se pudo evitar si el sandinismo hubiera dado elecciones libres desde 1980. Ortega no se percata que al atribuirse méritos en el cese de la guerra deja en evidencia que la misma sería resultado del capricho burocrático y de la torpeza del sandinismo.
La derrota del sandinismo y la amenaza actual del orteguismo
El cese al fuego de 1988 fue producto del agotamiento bélico (sobre todo porque se llega al final de la guerra fría mundial, que había alimentado el conflicto en Nicaragua), y ello es distinto a la paz, puesto que la contradicción nacional, para 1990 se ha agravado entre la nación y el sandinismo. Las elecciones, en 1990, ratificaron la derrota completa del proyecto sandinista, a manos de la nación. Derrota nacional a la burocracia negligente en el poder que culmina con la debacle moral de la piñata.
Ahora, las elecciones organizadas por su hermano, en condiciones de dictadura policíaca brutal, con leyes que agravan el absolutismo, con presos políticos, con expropiaciones, eliminación de subsidios y de derechos para los asegurados, con impuestos que estrangulan a los ciudadanos y a las empresas pequeñas y grandes, multas, desempleo, encarecimiento de la vida y de los servicios y combustibles, con paramilitares y policías regados por la ciudad, con persecución a la prensa independiente e intimidación a los ciudadanos, con la pandemia desatendida, con un incremento del riesgo país, serán más fraudulentas que nunca en toda la historia nacional. De ello, no puede resultar la convivencia o la paz, sino, la degradación de la sociedad. Es como echarle fuego al bosque y esperar que se desarrolle el ecosistema y que la vida en la naturaleza prospere exuberante.
En todo caso, para la nación, el paralelismo que cabría hacer es entre la derrota del sandinismo a manos de la nación, con la derrota del orteguismo a manos de la nación. Pero, la realidad y su desarrollo es totalmente distinta en ambos escenarios. Hablar de Sapoá es un simple disparate en este sentido. Es más exacto referirse al agotamiento objetivo de la guerra. Y en ello no interviene la voluntad discrecional, como piensa Ortega.
Pero, un paralelismo político e histórico es posible. Este es entre la rebelión nacional de abril y el nuevo auge de la lucha de masas contra la dictadura, cuando el péndulo del descontento social inicie un nuevo ciclo combativo de la nación por la libertad. Por ello, este artículo se titula “Abril y ahora”.
Desde un punto de vista político (que Humberto Ortega es incapaz de abordar), ni ayer ni ahora Ortega ha salido del poder por acuerdos o por elecciones. Ha salido del gobierno, circunstancialmente, por un colapso político. No del poder. El centro de la demanda política nacional, ahora, es una demanda histórica, salir de Ortega, no convivir con él.
Todos los Estados fallidos conviven con algo que degrada a la sociedad. La demanda histórica, entonces, es un cambio radical de sociedad. En nuestro caso, este cambio es una demanda combativa, que lleva a excluir las trabas al desarrollo, no a convivir con ellas, aunque se oigan voces desde la oscuridad que, por intereses desvergonzados, unos, o por debilidad de espíritu, otros, incitan a la convivencia con Ortega.