Carta Urgente al FMLN
Carlos Bucio Borja
Nació en Pasaquina, La Unión en 1967. Reside en Toronto, Canadá y San Salvador desde 1992. Estudió economía y sociología en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, y se graduó de antropología social en la Universidad de York en Toronto. Ha publicado relatos, poemas y artículos en diferentes revistas y periódicos de El Salvador y Canadá.
Estimadas Compañeras y Compañeros:
Oscar Ortíz, Karina Sosa, Dina Argueta, Anabel Belloso, Marleni Funes y Jaime Guevara.
A partir del pasado 2 de junio la dictadura de Daniel Ortega Saavedra y Rosario Murillo inició una nueva oleada de terror en Nicaragua cuando la residencia de la precandidata presidencial Cristiana Chamorro fue cateada. Posteriormente al cateo la precandidata fue secuestrada en su propia residencia, situación que se mantiene hasta el día de hoy. El 5 de junio fueron secuestrados Arturo Cruz, el 8 de junio, Juan Sebastián Chamorro, su esposa Victoria Cárdenas y Félix Maradiaga. Todos ellos, con excepción de la señora Cárdenas, son precandidatos presidenciales nicaragüenses; y todos han sido secuestrados por agentes del terror estatal y paraestatal del régimen orteguista-murillista. El 8 de junio la dictadura secuestró a los opositores Violeta Granera y Adán Aguerri; el 13 de junio, las hordas de Ortega y Murillo secuestraron a los combatientes históricos del Frente Sandinista de Liberación Nacional, Dora María Téllez, la Comandante 2, el General de brigada —retirado— Hugo Torres y Víctor Hugo Tinoco (ex vicecanciller sandinista durante el periodo revolucionario). Hugo Torres participó en el Asalto a la Casa de Chema Castillo el 27 de diciembre de 1974 —acción por la cual fue liberado Daniel Ortega Saavedra, entonces prisionero político—, y Dora María Téllez participó en la Toma del Palacio Nacional de Nicaragua el 22 de agosto de 1978, acción que condujo a la liberación de cincuenta prisioneros sandinistas retenidos por la dictadura somocista de aquel entonces.
Más recientemente, el del pasado 27 de junio, en altas horas de la noche la policía orteguista-murillista secuestró a Pedro Joaquín Chamorro Barrios, hijo de Pedro Joaquín Chamorro y hermano de Cristiana Chamorro. Con el secuestro de Chamorro Barrios suman veintiún los políticos, periodistas y activistas privados de libertad, entre ellos el cronista deportivo Miguel Mendoza, este último, capturado por denunciar al régimen en sus redes sociales, más decenas de exiliados durante la última oleada de terror orteguista-murillista.
Desde que Ortega Saavedra recuperó la presidencia de Nicaragua el 10 de enero de 2007, cada acción política propiciada por el tirano ha constituido un grotesco e ignominioso capítulo en el libro de infamias de la dictadura neoligáquica que él y su esposa Rosario Murillo lideran.
Existen informes —incluido el de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos— que indican durante su secuestro los escuadrones de la muerte orteguistas-murillistas propiciaron golpes a Ana Margarita Vijil y Dora María Téllez. Es altamente probable que las personas secuestradas por las huestes de Ortega y Murillo continúen recibiendo vejámenes físicos y psicológicos. La reconocida escritora, revolucionaria histórica e intelectual nicaragüense Gioconda Belli, ha denunciado que durante el allanamiento a la casa de su hermano Humberto Belli —quien fue ministro de educación sandinista en el período revolucionario— las huestes orteguistas-murillistas amenazaron con violar a su sobrina, acción que afortunadamente no escaló más allá de la amenaza. Estas acciones han producido el escape y exilio político de Carlos Fernando Chamorro, Humberto Belli y el disidente sandinista Luis Carrión, así como decenas de nicaragüenses que para proteger su vida y libertad han tenido que huir de su país natal.
A inicios del siglo XIX prendieron como fuego revolucionario las ideas republicanas de la Ilustración europea y americana. Eventualmente estas ideas condujeron a la Independencia centroamericana. Cuando América Central se independizó de España el 15 de septiembre de 1821, el contenido y el sentido de identidad de dicho proyecto emancipador fue marcadamente centroamericanista. En los siglos XIX y XX las repúblicas de El Salvador y Nicaragua se enfrascaron en episodios históricos paralelos en los que se enarboló la causa libertaria de una u otra república, la cual se asumió como propia, independientemente del lado de las fronteras provinciales. Decenas de salvadoreños y nicaragüenses participaron en las gestas de liberación contra filibusteros y dictadores en Nicaragua y El Salvador como parte de un mismo proyecto de liberación centroamericano. Farabundo Martí fue el epítome de este espíritu centroamericanista. Esa ha sido la sustancia libertaria de nuestros próceres, demócratas y revolucionarios a través de nuestra historia republicana. En el siglo XXI dicha llama libertaria centroamericanista debe mantenerse encendida.
En un primer momento, el movimiento independentista centroamericano fue un proyecto revolucionario que buscaba instaurar en la otrora Capitanía General de Guatemala un nuevo Estado moderno, republicano, democrático y libre, un ideario que se inspiraba en los movimientos emancipadores de las trece colonias en lo que hoy es Estados Unidos y la revolución francesa de 1789, y que a su vez el movimiento independentista de toda América Latina, así como el panamericanismo. En El Salvador, este proyecto original se consolidó hasta el triunfo de la revolución democrática burguesa en 1992: los Acuerdos de Chapultepec con los que culminó nuestra larga guerra civil e involucró la reforma de la constitución política de 1983. Esta victoria revolucionaria constituyó un triunfo parcial para los trabajadores y los sectores más avanzados de la pequeña burguesía, los cuales, debido al peso de la realidad nacional y la geopolítica de aquel entonces difirieron sus aspiraciones históricas —la construcción Socialismo— a un momento posterior que hasta el día de hoy aún no se ha consumado. La revolución burguesa de 1982 solo fue posible gracias al heroico sacrificio de miles de campesinos y obreros, quienes constituyeron el grueso del ejército guerrillero del FMLN.
Los destinos de Nicaragua y El Salvador están perenemente vinculados. El secuestro y esclavitud del Pueblo nicaragüense conmueve al Pueblo salvadoreño y retrasa el avance histórico de todo el istmo. El dictador violador y compinche en la tiranía —una bruja Morgana contemporánea— impulsan un sistema de terror institucional y paraestatal cuyo contenido programático no es otro que el de un vulgar proyecto neoligarca y neoliberal que privilegia los intereses políticos y económicos de la familia Ortega-Murillo, mientras esclavizan y desangran al Pueblo nicaragüense. Bajo el reinado de terror de Ortega y Murillo, cuando estallaron las heroicas protestas de la actual resistencia popular nicaragüense contra reformas neoliberales al sistema de pensiones nicaragüense por parte de la tiranía en abril de 2018, en aras de defender su régimen de privilegios, la dictadura ha asesinado, torturado y agredido sexualmente a cientos de ciudadanos nicaragüenses. Y, sin embargo, a pesar del terror estatal y paraestatal sistemático, una heroica resistencia civil contra la tiranía orteguista-murillista mantiene viva hasta el día de hoy la llama de la Resistencia y la Libertad. Hoy, esta resistencia cívica —donde se encuentran los auténticos sandinistas, históricos y contemporáneos— es la portadora de la antorcha de las gestas libertarias de Augusto César Sandino, Carlos Fonseca Amador y Farabundo Martí. Si estos tres revolucionarios centroamericanos vivieran hoy, lucharían mano a mano como parte de la resistencia contra el actual régimen de terror orteguista-murillista, una tiranía más atroz y vulgar que la de los Somoza. El contenido y la tarea revolucionaria hoy en Nicaragua no es otro que la liberación de su heroico Pueblo de la dictadura sátrapa de Ortega y Murillo.
Más de cuarenta años después de que el FMLN se constituyera como el proyecto revolucionario y emancipador más avanzado en toda la historia salvadoreña, casi doscientos años después de la Independencia centroamericana, y poco más de treinta años después de concluida la guerra el Pueblo lo rechaza. Este rechazo obedece una gran suma de torpezas, vicios orgánicos y hasta descomposición por parte del Partido, sobre cuyas razones y análisis no me explayaré aquí. Sin embargo, invoco a la dirigencia orgánica y legislativa del Farabundo Martí para la Liberación Nacional a reflexionar sobre los orígenes centroamericanistas y libertarios del Partido, y los insto vehementemente a que exijan a los dictadores Daniel Ortega Saavedra y su esposa Rosario Murillo la inmediata liberación de todos los secuestrados nicaragüenses recientemente secuestrados, así como la liberación de los más de cien prisioneros políticos, más el esclarecimiento de decenas de desaparecidos por parte de la tiranía orteguista-murillista. Esta exigencia es una obligación moral que dotaría al FMLN de coherencia mínima, más cuando su dirigencia enarbola las banderas de la defensa del estado de derecho y la libertad de expresión.
Si bien es vergonzoso e indignante el secuestro de héroes sandinistas históricos por las huestes de terror de la dictadura orteguista-murillista, en realidad el proceso de secuestro del FSLN y del pueblo nicaragüense comenzó antes de las protestas de abril de 2018. Más temprano que tarde Nicaragua volverá a ser libre, pero si antes el FSLN no es rescatado de la actual dinastía bananera, este «frente sandinista» será sepultado por el avance libertador de la Historia, tal como en 1979 esta sepultó la dictadura y dinastía de los Somoza.
El FMLN debió protestar contra la manipulación y violación de la carta magna nicaragüense desde que en enero de 2014 el dictador violador Ortega Saavedra y su esposa consiguieron una reforma constitucional que declaraba su reelección indefinida a la presidencia y vicepresidencia como un «derecho humano». Además de rechazar esta maniobra monarquista aquel entonces, el FMLN también debió protestar contra el terror desatado por las huestes estatales y paraestatales de la dictadura orteguista-murillista a raíz de las protestas populares y soberanas de 2018-2019. Ignorar el clamor del Pueblo nicaragüense fue una —entre muchas— de las razones por las que el Pueblo salvadoreño rechazó al FMLN en las elecciones del 3 de febrero de 2019.
Desde 2009, la pandilla terrorista de la tiránica oligarquía Ortega y Murillo ha secuestrado efectivamente tanto a Nicaragua como el FSLN. Pero más temprano que tarde Nicaragua volverá a ser libre, el FSLN, sin embargo —si no es rescatado antes—, perecerá como partido político si este no se libera de la dinastía sátrapa antes que lo haga el pueblo nicaragüense. La tiranía de los Ortega-Murillo no constituye ningún proyecto de izquierda y no es ninguna construcción del Socialismo, mucho menos es una dictadura del proletariado. Es una vulgar monarquía neoligárquica y neoliberal de facto que mediante un reino de terror garantiza prebendas económicas para la familia Ortega-Murillo, así como para sus leales lacayos: las bases y cuadros del FSLN y el estado nicaragüense secuestrados. El objetivo estratégico de la economía política orteguista-murillista y del terror estatal y paraestatal que le sustentan —incluso en tiempos de pandemia— es garantizar esas prebendas y la vulgar riqueza de los Ortega-Murillo.
El propósito de Ortega y Murillo es utilizar a los secuestrados políticos como garantía de victoria electoral de la dictadura y como rehenes postelectorales. De esta manera, al “librarse” de rivales que tienen más respaldo popular que los Ortega y Murillo, estos últimos garantizarían su victoria en tales comicios vía su “derecho humano” a la reelección permanente; y posteriormente el régimen recurriría a los rehenes como “fichas de cambio” ante posibles sanciones internacionales.
América Central no conquistará la democracia plena —paz, justicia, libertad e igualdad— mientras una de sus repúblicas se mantenga esclavizada. La libertad de nuestros hermanos nicaragüenses es nuestra libertad. Si la dirigencia del FMLN y nuestros representantes en la Asamblea Legislativa se mantienen indiferentes ante las atrocidades del régimen orteguista-murillista, el Pueblo salvadoreño aborrecerá aún más la incoherencia y falsedad retórica de nuestro Partido. Esto será así aunque la dirigencia y cuadros del Frente insistan en figuras y tonos metafísicos apelando a una vocación democrática y revolucionaria y un proyecto histórico.
La liberación de todas y todos los secuestrados políticos nicaragüenses es una exigencia moral y revolucionaria impostergable. No hacerlo —insisto— significará un mayor rechazo y desprecio por parte del Pueblo salvadoreño hacia el FMLN partidario.
Esta parecerá una carta tardía, pero nunca será lo suficientemente tarde para reclamar justicia y coherencia. Por otra parte, a pesar de su pragmatismo y sus errores, el FMLN ha demostrado en su experiencia histórica ser un partido revolucionario, democrático y anti tiránico. Por esta razón el FMLN debe denunciar el terrorismo orteguista-murillista y exigir la liberación de cada uno —y de cada una— de los secuestrados políticos en Nicaragua. Esta exigencia es justa, imprescindible e impostergable.
Apelo al ideario y valores libertarios de Benjamín Zeledón, Augusto C. Sandino, Carlos Fonseca Amador, Dora María Téllez, Hugo Torres, Víctor Hugo Tinoco y Farabundo Martí, así como a la coherencia, sabiduría y vocación democrática y revolucionaria del FMLN.
Sin más por el momento, ansiando la pronta y plena libertad del Heroico Pueblo nicaragüense y esperando sus mejores circunstancias personales y profesionales para ustedes, me despido.
Carlos Bucio Borja, otro esquinero y sospechoso.
Apreciando infinitamente el apoyo incondicional que expresas, en tu valiosa carta, a mi sufrido pueblo, te saludo Carlos. Solo quiero agregar que sin ese apoyo será dificil sacudirnos el yugo que nos han impuesto por las armas a los nicaragüenses.
Con los mencionados secuestros y abusos genocida y con el rechazo de la comunidad internacional el narcogobierno de ortega a perdido la legitimidad para participar en las mencionadas elecciones de Nov. 7; porque de permitirsele participar wunque pierda ortega gana. Exigirá , post elecciones, una diputaciòn en la asamblea legislativa con su cúpula de serviles intacta y sus paramilitares incondicionales gobernando «desde abajo» como lo hizo en 1990 después del rechazo del pueblo, cuando doña Violeta Chamorro lo derrotó. Y esa película ya la vimos. Por eso se debe exigir la renuncia de ortega y negarle la impunidad que busca asi como exigile el reintegro de los 4,500 millones de dolares robados de la cooperación venezolana al pueblo de Nicaragua.
otro monton de paja seudorecoulcionaria. Izquierdosos contra izquierdosos corruptos. todos
¿No pudieron ponerle fecha a la carta?
Recién leí este artículo y sólo me hizo desear que los escuadrones de la muerte que operaron en los años setenta y ochenta en El Salvador, en vez de asesinar y abandonar los cuerpos de sus víctimas en predios vacíos o desaparecerlos, sólo los hubieran ‘secuestrado en sus propias casas’ y permitieran la visita de sus familiares y abogados, como ocurre ahora en Nicaragua con los supuestos secuestrados.