Coalición versus autonomía
Fernando Bárcenas
El autor es ingeniero eléctrico.
«La discusión con el COSEP es política, no generacional. Los estudiantes no tienen, por desgracia, propuestas unificadas, ni muestran autonomía política en el movimiento antidictatorial. Improvisan propuestas de manera fragmentada, como cualquier principiante sin formación (de no importa qué edad)»
En la sociedad, solo la voluntad consciente, en contra de la espontaneidad, es en grado de producir organización y orden, con ayuda del conocimiento científico de la realidad política y social.
Todos los grupos y organizaciones que adversan justamente a Ortega han expresado la necesidad de unirse por un objetivo libertario común, y para ello, han pensado que deben deponer sus diferencias ideológicas. Porque han creído que el consenso es la base de la unidad, y que las ideologías dividen y confrontan (como efectivamente ocurre, pero, en un plano estratégico, no necesariamente en la acción táctica).
Unidad táctica, no por consenso
Proponerse una unidad de masas, desde un acuerdo partidario, o de agrupaciones políticas, es una forma de unidad táctica, no estratégica.
Lo que sucede es que la unidad por consenso –que promueven tontamente las cúpulas- no acontece nunca, porque las diferencias subsisten ya que son parte importante de la realidad, y dado que las diferencias son existenciales, no se pueden deponer porque corresponden al rol de cada sector en la sociedad y, consecuentemente, al cambio estructural que –para cada sector- debe experimentar la sociedad.
Sobre los cambios estructurales del sistema no hay forma de alcanzar consensos porque estos cambios difieren en virtud de la contradicción de intereses en las relaciones de producción.
Se piensa con banalidad que en una unidad exclusivamente electoral puede prevalecer la superficialidad del consenso para unificar el voto ciudadano. Obviamente, este es un razonamiento viciado. El proceso electoral es visto por Ortega como un escenario decisivo de su confrontación estratégica contra la nación.
En consecuencia, para la lucha antidictatorial lo esencial es cómo se concibe estratégicamente también el proceso electoral. De ahí se deriva la táctica electoral que debe derrotar a Ortega, más allá de que el proceso electoral controlado por Ortega no resulte creíble por el chantaje ejercido sobre los ciudadanos desde el aparato estatal represivo a su servicio.
El problema se vuelve sencillo cuando se busca una unidad táctica, contemplada en cada estrategia de los distintos grupos que integran el movimiento antidictatorial. Más capacidad estratégica independiente tiene cada sector, en virtud de una claridad ideológica propia, y más factible es que conscientemente alcancen una unidad táctica combativa.
Obviamente, los poderes fácticos, que hacen parte de la hegemonía dominante, no desean que el resto de sectores alcancen una definición estratégica propia, y llaman de mala fe a que se depongan las diferencias ideológicas a fin que prevalezcan, de partida, sus intereses estratégicos en este momento de inflexión y de crisis de la sociedad. Proponer que se esconda bajo la mesa algo sustancial como la propia identidad política, siempre es de mala fe.
¿Un problema generacional?
Si de algo adolecen los movimientos juveniles es de unidad estratégica, y de teoría política, lo que les impide diseñar una táctica coherente, unificada.
Atribuir los conflictos de los estudiantes, especialmente con el COSEP, a un problema generacional es tan insensato como pensar que exista un problema generacional entre filósofos, entre matemáticos, o entre economistas. Las diferencias, también en política, son controversias teóricas y estratégicas.
El espontaneísmo atribuye al hecho de ser joven una cualidad política absoluta, como si la política se inclinara preferentemente por la juventud, con independencia de la extracción social, diferenciándose, supuestamente, del resto de disciplinas científicas que requieren conocimiento y experiencia (lo cual, no es en absoluto patrimonio de la juventud).
La discusión con el COSEP es política, no generacional. Los estudiantes no tienen, por desgracia, propuestas unificadas, ni muestran autonomía política en el movimiento antidictatorial. Improvisan propuestas de manera fragmentada, como cualquier principiante sin formación (de no importa qué edad).
Causas de la derrota militar
En este momento de reflujo, lo primero que un sector con cierta madurez haría es un análisis de las causas de la derrota táctica sufrida, en esta primera etapa de la lucha antidictatorial, antes de atribuirle tontamente una cualidad estratégica innata a la juventud. La experiencia se adquiere por un ejercicio autocrítico. Y esa división de la juventud, que viene de la mayor experiencia a medida que envejece, es sana. Dice Umberto Eco que. por carecer de problemas de gobierno, la sabiduría está reservada más a los perdedores que a los vencedores.
Sin embargo, alguna vez estos estudiantes autoconvocados propusieron, por juvenil ignorancia garrafal, que alguien llegado a 55 años no participara más en política. Así, habrían eliminado infantilmente a Montesquieu, que a 59 años de edad (en 1748) escribió nada menos que “El espíritu de las leyes” (que permite conocer, además, en su verdadera faz política el despotismo).
El movimiento centrífugo subterráneo ante el movimiento centrípeta superficial. En la conformación de la coalición nacional, vemos que entre la UNAB y la Alianza Cívica subsisten intereses manifiestos encontrados, por obtener el control de la campaña electoral, lo que opaca la razón de la unidad de cara al movimiento de masas.
El movimiento campesino manifiesta su autonomía en el proceso de conformación de la coalición unitaria con fines electorales. Y el COSEP, que controla la Alianza Cívica (a medida que incorpora nuevos miembros en la estructura burocrática, ve que su control sobre la misma se ve abrumado), siente la necesidad de manifestar que conserva (por fuera de la coalición) su propia autonomía en el proceso de unidad.
En consecuencia, ocurren dos procesos de sentido contrario, pero, de igual naturaleza burocrática, que se libran en un escenario electoral cargado de incertidumbre (dado que Ortega conserva la iniciativa estratégica en el terreno electoral). Un proceso subterráneo centrípeto, hacia la autonomía, y otro superficial, centrífugo, hacia el consenso, que se entremezclan trabándose recíprocamente.
Antes que nada, como solución, habría que acordar una línea táctica de acción, no necesariamente electoral, aunque se ejecute, también, en ese escenario escogido por Ortega (porque indiscutiblemente le favorece) para librar allí batallas decisivas.
Encuesta muestra qué preocupa a las masas
Después de la peor masacre en la historia del país en tiempos de paz, la encuesta de CID GALLUP, de enero 2020, muestra que sólo el 51 % de la población piensa que Ortega no pueda resolver la crisis, y sólo el 54 % piensa que el país vaya por el rumbo equivocado.
Incluso, en el ámbito familiar, sólo el 14 % piensa que su principal problema sea la crisis política, frente al 53 % que considera el costo de la vida y el desempleo como su problema principal. Y el 53 % de los ciudadanos considera que su situación ahora es igual o mejor que en 2018. Únicamente el 42 % de la población evalúa negativamente la labor de Ortega, y sólo el 50 % evalúa negativamente la gestión de Murillo.
Esto indica un fracaso radical de la propaganda política de la UNAB y de la Alianza Cívica (incluyendo todos los movimientos estudiantiles autoconvocados, que claman tontamente contra lo viejo, en lugar de oponerse a lo que es reaccionario, que teme la movilización independiente de las masas, y que conduce al atraso).
En lugar de vincular los problemas de la población a la crisis política provocada por el crimen de Ortega, han decepcionado a la población con sus pleitos internos, con su separación estratégica…, su definición de roles…, con la coalición nacional N celeste…, la plática con los partidos zancudos… con sus elecciones de junta directivas y de concejos políticos…, con reformas electorales…, con la renovación generacional…, con programas de gobierno o decálogos para la unidad…, con protocolos negociados con Ortega…, con la hoja de ruta de la negociación…, con piquetes exprés, globos, sonidos de claxon, dejar de consumir cigarrillos y rones, y pintarse los labios de rojo…
Ante tanta ineptitud política, la población, defraudada, se ha concentrado en sus propios problemas familiares. La probabilidad, para la población, que otra agrupación política distinta al orteguismo pueda resolver los problemas, es casi nula según la encuesta de CID GALLUP. ¡Esto es lo esencial, que revela cómo se ha perdido el tiempo promoviendo una unidad en torno a la campaña electoral, postergando una unidad táctica en torno a lo que preocupa a las masas!
La crisis produce un sentido de desesperación
La desesperación nacional, como expresión anímica de la percepción de la realidad, que se difunde entre los trabajadores como una peste medieval, es la que va a derribar a Ortega, pese a los políticos tradicionales agrupados en la UNAB y en la Alianza Cívica.
En abril, el pueblo aprendió a despreciar a los que estaba acostumbrado a temer. Ortega, de carácter débil, decidió descargar sobre la población el peso de la crisis de gobernabilidad, con desempleo, carestía de la vida, costo feroz de la energía eléctrica, multas e impuestos. He allí un programa concreto de lucha antiorteguista.
Todo general sabe que no debe inducir a un pueblo a la desesperación total, porque su alma se alimenta de ese sagrado sentimiento de la rebelión nacional, que subordina el destino personal al destino de la nación.
La desesperación humana, como la temperatura del agua, llega a un punto de ebullición, y cambia de estado. El ser humano, entonces, a cualquier costo, toma el destino en sus manos. Ese es el objetivo táctico en la actual coyuntura. ¿Qué es más probable, una victoria electoral contra la dictadura o una nueva rebelión social de los trabajadores? Los políticos tradicionales han conseguido imponer como agenda las ilusiones electorales poco realistas.
El pos-orteguismo abre distintas perspectivas estratégicas que se construyen desde la lucha actual. Por ello, desde la lucubración del pos-orteguismo hay que retornar hacia atrás, para formar ahora, no un partido o coalición electorera, sino, un partido combativo de masas.