Contra Ortega, contra las cúpulas
Pasamos de una insurrección popular a una unidad entre cúpulas de organizaciones que no representan ni al 10% de la población.
Aún así, mucha gente está ilusionada con la unidad de estás fuerzas para sacar a Ortega. ¿Por qué? Cualquiera que pongan le gana a Ortega.
Las cúpulas lo saben y por eso no hay programa político de cambio, no hay un plan (o intención) de desmantelamiento del sistema. Las únicas dos propuestas medio claras son las de Juan Sebastián Chamorro y Félix Maradiaga, ¡y ambas implican un giro hacia una postura aún más pro-Gran Capital que Ortega!
Ni ellos ni la dictadura toman en cuenta que ahora existe algo que no existía ni en los 90s, ni después de los fraudes: una generación hiperconectada por medio de internet, con nuevas formas de lucha, con nuevas formas de organizarse, con deseos de cambiar todo y de desmontar la dictadura bicéfala. Y con muchas ganas de calle.
Esa generación de juventudes y de clase trabajadora está viendo cómo de un lado y de otro se quieren repartir cuotas para un cambio cosmético (¡Hay quienes insinuan que en un parlamento podés hacer un cambio estructural sin la presión en la calle!); una generación que entiende que la mezquindad y falta de planificación de los políticos opositores los obliga a ir rezagados, a reaccionar, sin propuestas de lucha ante el régimen. Si esta generación vota por ellos será porque su voto es CONTRA Ortega, no a favor de las cúpulas. Estas han demostrado que apenas representan un mal menor, y en Nicaragua, la mayoría quiere—queremos—cambios estructurales, mucho más que lo que puede dar la “unidad” de los grupos involucrados en el proceso electoral.