Desde el no lugar de la lengua
Extranjeros en la lengua, integrados al lugar de llegada o no, la nueva patria invisible, cuyo idioma es el español del mundo, tiene una nueva nación. Si nos atenemos a la enciclopedia, existen 21 países en el mundo que tienen como lengua de cultura el español (Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, España, Guatemala, Guinea Ecuatorial, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, Puerto Rico, República Dominicana, Salvador, Uruguay, Venezuela), pero la verdad es que, si se piensa en el grupo, cada vez más numeroso, de escritores deslocalizados que tienen el español como lengua, existe un nuevo país (el 22 de nuestro ranking): el de los hispanohablantes de EE. UU y Europa (por no citar a los que están en el resto de continentes).
En este sentido hay diferentes muestras de ello, pero me limitaré solamente a la antología argentina, publicada en 2019, que me trajo a la memoria una conversación informal con Laura Giordani, titulada Poetas Argentinos. Los que se fueron (ISBN edición impresa: 978-987_22196-4-2) y que incluye a 25 poetas argentinos expatriados (Almada, Benegas, Borra, Calabrese, Dobry, Futoransky, Gelman, Giordani, Jobbagy, Kovadlof, Lanborghini, Lorenzano, Merlino, Micharvegas, Muchnik, Neuman, Pochtar, Prenz, Roffé, Schiavetta, Turrá, Urquiza, Viñals, Wilcock y Yurkievichde cuya compilación estuvo a cargo de Santiago Sylvester (Almada, Benegas, Borra, Calabrese, Dobry, Futoransky, Gelman, Giordani, Jobbagy, Kovadlof, Lanborghini, Lorenzano, Merlino, Micharvegas, Muchnik, Neuman, Pochtar, Prenz, Roffé, Schiavetta, Turrá, Urquiza, Viñals, Wilcock y Yurkievich),
¿Qué sucedería si se hiciera una nueva compilación de los otros 20 países de nuestra lista hipotética? El cálculo utópico de 25 poetas por 21 países nos daría una breve Antología de 525 poetas, suficientes, creo yo, para representar a ese país quimérico, país líquido si seguimos la moda del pensamiento de nuestros días. Expatriados de una nación centrípeta involuntaria, que en un hipotético mundo dirán con su poesía: «yo soy el centro involuntario del no lugar». La doble identidad del neo-ciudadano aporta siempre una doble llave de lectura del lugar de aquí y del lugar de allá.
Ya hablando desde un punto más práctico, aún es visible el embarazoso malestar (momentáneo) cuando se le pide a un nativo presentar la poesía de un forastero. Bien, lo compara –a la fuerza y tratando de disimular el corsé–, con alguien de la tradición nacional (entendida ésta como un invisible canon colonial), o bien lo compara con lejanos parientes del país de origen del homenajeado, anudándolo a casi inexistentes hilos de esa familia obligada y desmoronada por la vida que palpita.
Tal vez ha llegado el tiempo en que las antologías de poesía y la geografía política dejen de embotellarse en el mismo cajón de(sastre). Alejarse del márketing de las buenas intenciones o de las ideas automáticas. ¿Otra antología de la poesía de tal o cual país? En un mundo deslocalizado –que no global–, ¿qué sentido tiene seguir insistiendo en los mapas nacionales? Tarea utópica, es cierto, pero no menos utópico que ignorar una patria de hablantes del extrarradio, cuidadnos de la fuerza centrípeta que escribe en castellano (¿español?). Como dice Jorge Iglesias en «Elogio del desarraigo», «Es errónea la visión del inmigrante como alguien que no está ni aquí ni allá. El desarraigado existe en una interzona en la que el aquí y el allá, el presente y el pasado, cohabitan, se compenetran, se unen y se separan».
El extranjero
(Nicanor Vélez)
Esta rara fuerza de estar
siempre esperando
—de sentirnos distintos y distantes—
como si fuésemos
puertos de un país lejano.
Umbral
(Silvia Goldman)
Es un mimo una desazón en el cuerpo
él escucha la ira lo que deshace el poema
abajo los tiempos pasan pero no se bifurcan
la soledad es un piso suave
es un piso suave la soledad
hay que pisarla
dejar que el pez haga frío que caiga
que entregue su dureza a las sábanas
que la lengua se amarre a su celo
y la oración que haya en el gesto se relaje
que el dolor no sea rezo sea roce
que sea roce el dolor en un piso suave
sea verso
que ate los labios con hambre
que empuje hacia arriba
con piernas
que van hacia otra parte
un olvido definitivo es otra parte
un lugar es más no es otra parte
una puerta
los hijos que entran a la madre
el pan que pasa bajo el brazo
esa paz
nada que hacer con el umbral
más que comenzarlo
colocarle en el adentro aquellos pasos
Lo filial
(Pedro Montealegre)
Los mejores amigos fríen trigo en la sartén,
los más listos sustraen cola-cao de la despensa,
se lo comen con una cuchara muy vieja de bronce,
a veces el polvillo se les queda en la faringe,
tosen y expulsan una niebla espesa
como cuando el tornado desciende sobre la duna
y la desparrama.
Los grandes amigos se visten de otaku
en las sastrerías perdidas en el área metropolitana,
conspiran al alero de un vaso de trementina,
otro de leche para limpiar el monóculo,
se saben de memoria la alineación de los cirros,
recuerdan muy serios que valer es balar.
Van esta noche a la fiesta de faquires,
los puticlubs les recibirán como a las praderas las amapolas.
Se mojarán con ajenjo los testículos y el ano
para librarse de parásitos y otros tantos murciélagos.
Los mejores amigos comen trigo tostado, asoman el morro
a las fuentes públicas, chillan como manatíes
al tocar una hélice. Te lo juro por este hueso
Besémonos ad eternum, nuestras barbas enmarañadas
son un velcro guay. Yo prefiero no alejarme
de mi madre adoptiva. Prefiero jugar play
y no saltar la goma. Cambio un chicle de menta
por otro de fresa. La cosita esta que nos une.
Amigos, amigazos, tacataca o futbolín.
Tierra de nadie
(Lauren Mendinueta)
Atrás quedaron el jardín y la casa,
ese territorio irremplazable,
ese país que ya no es mío,
mi única patria.
Los años poco fueron dejando:
un álbum familiar anclado en un imposible presente,
evidencias de una familia
que suele reunirse en fotografías y poemas.
Seis soledades, con sus seis soles,
que han de conocerse y desconocerse siempre.
Ahora que yo misma me he convertido en madre
el pasado me visita con la delicadeza de un látigo.
¿Dónde he de tender mi manta para recostarme a leer?
En mi pecho el corazón se abre y se cierra
como una flor espléndida en tierra de nadie.
Juan Pablo Roa Delgado
juan pablo roa delgado (Bogotá, Colombia, 1967). Tras un viaje por Portugal e Italia (1993-1997), se estableció en Barcelona (España) en el año 2000, donde trabaja como editor. Ha publicado los libros de poesía Ícaro, (Bogotá, 1989), Canción para la espera (Bogotá, 1993), El basilisco (México, 2007) Existe algún lugar en donde nadie (Palma de Mallorca, 2011; Zaragoza, 2017) por el que obtuvo en 2010 el XXXV premio de poesía Vila de Martorell, Cuaderno del Sur, (Madrid, El Sastre de Apollinaire), Renga (Barcelona, Animal Sospechoso, en colaboración con Alberto Silva y Misael Ruiz Albarracín) y Este día, este momento (Zaragoza, Pregunta Ediciones, 2022). Ha traducido obras de las poetas italianas Amelia Rosselli (Poesías, Montblanc, 2004), Ana Maria Giancarli (Arqueología del presente, Madrid, 2013) y Antonella Anedda (Desde el balcón del cuerpo, Madrid, 2014). Es fundador y director de Animal Sospechoso (librería y editorial especializadas en poesía) y de la de la revista anual de poesía Animal Sospechoso de Barcelona. Asimismo, trabajó con Nicanor Vélez Ortiz en la Colección de Poesía y en la de Obras Completas del sello Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg de Barcelona entre 2000 y 2010.