Dictadura y economía (II): ¿viene un colapso financiero?

Oscar René Vargas
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¿En qué se sustentan las ganancias bancarias si la economía real se encuentra estancada, en declive y en proceso de depresión?


De acuerdo con el Consejo Monetario Centroamericano (CMC), el estrés del sistema financiero nicaragüense ha llevado a los bancos a implementar una recomposición de sus activos, en detrimento del crédito. En efecto, entre junio de 2018 y diciembre de 2019, el crédito pasó a representar el 63.3% de los activos de los bancos al 56.4% respectivamente.

En marzo 2018, el monto total de los préstamos de los bancos nicaragüenses al público ascendía a US$ 5,076 millones de dólares, mientras que para junio 2020 descendieron a la cantidad de US$ 3,351 de millones de dólares; la contracción de -34% de la cartera de créditos es una expresión de la recesión económica, de la contracción del mercado interno y del incremento de liquidez o sobreacumulación del capital dinero que no produce ninguna utilidad a los bancos. Entre 2018 y 2020, la cartera de riesgos de los bancos nicaragüenses aumentó al pasar del 2.7 % en 2017 al 16.6% en agosto de 2020 (lo equivalente a US$ 550 millones de dólares). Es decir, la banca tiene dificultad para recuperar esos créditos y existe la posibilidad que esos deudores caigan en mora dada las condiciones económicas del país, lo cual implicaría más dificultades del sistema financiero nicaragüense.

Cartera de mora y rentabilidad promedio

Al mes de agosto de 2020, la cartera de mora -constituida por personas que han dejado de pagar su deuda a la banca- era del 3.6%, lo equivalente a US$119 millones de dólares. En marzo de 2018, la cartera de mora era del 1.0%; es decir, los bancos nicaragüenses tenían el índice más bajo de la región antes de consagrarse hoy con el índice más alto. Debido al incremento de la cartera de riesgo y del índice de morosidad, los bancos adoptaron la política de restringir el crédito como medida precautoria; producto de lo anterior se incrementó la liquidez de la banca nacional, limitando aún más la posibilidad de una reactivación de la economía en el 2021. La liquidez promedio de la banca es del 46%, lo que significa que solamente el 54% del dinero está produciendo réditos o utilidades. Esta realidad refleja una inmensa sobreacumulación de capital sin producir ganancias, que es la típica antesala de una crisis bancaria-financiera.

En el 2018, de acuerdo con el Consejo Monetario Centroamericano (CMC), el sistema bancario nicaragüense sufrió una contracción de la tasa de rentabilidad promedio en comparación al 2016 y 2017. En el 2016, la tasa de rentabilidad era superior al 30% y en el 2017 era de 20% y en el 2018 fue de alrededor del 16%. Teniendo en cuenta que entre 2019 y 2020 se produjo un incremento de la cartera de riesgo (16.6%), un crecimiento de la cartera de mora (3.6%), un aumento de la liquidez (46%); nos permite inferir que la tasa de la ganancia promedio de la banca se ha reducido. Se calcula que el año 2020 la rentabilidad bancaria se encuentra alrededor del 10%. Es decir, hay una reducción considerable de la tasa de ganancia bancaria comparada con el 2016. Es decir, desde el 2018 hasta el 2020; la tasa de rentabilidad promedio de los bancos muestran una tendencia descendente, lo que significa que los bancos pasaron de tener la mayor tasa de rentabilidad de la región centroamericana en 2016, a tener la menor tasa de ganancia de toda la región, fenómeno que se presenta en el marco de las cinco crisis (económica, social, política, sanitaria e internacional) que padece Nicaragua.

Recesión estructural y economía real

La recesión se ha transformado en un problema estructural de carácter económico, derivado de la caída de la rentabilidad productiva y de la enorme e improductiva concentración de la riqueza en manos del capital financiero, lo cual es un escollo para incrementar la reproducción ampliada de la economía. ¿En qué se sustentan las ganancias bancarias si la economía real se encuentra estancada, en declive y en proceso de depresión? Si el capital financiero no logra obtener ganancias de la economía real, nos permite inferir que se empollan las condiciones para la transformación de la recesión en depresión económica, con efectos negativos mucho más grave para la población. En la profundización de la crisis económica hay que tener presente los siguientes hechos: ¿cómo se hará cargo el gran capital para mantener el sistema financiero en su conjunto, si las ganancias se reducen en la economía real?

Teniendo en cuenta que el principal destino de los créditos bancarios son las empresas con el 58% del total, nos preguntamos: ¿Cómo pagarán sus deudas las PYMES, pequeñas y medianas industrias, y el comercio, si la recesión se agudiza? Al mismo tiempo que el mercado interno se contrae y el consumo cae por los suelos, ¿cómo producir las ganancias necesarias para cumplir con las obligaciones financieras? ¿Cómo pagarán los ciudadanos sus deudas (tarjetas de créditos, vehículos, personal o hipotecario) si están desempleados o con sueldos reducidos?

Conclusiones:

  1. De acuerdo con el Consejo Monetario Centroamericano los activos de los bancos nicaragüenses se contrajeron, en 2019, en un 7.9%.
  2.  El sistema financiero nicaragüense se encuentra en una fase contractiva del ciclo del crédito.
  3. La tasa de ganancia promedio de los bancos ha disminuido considerablemente.
  4. El riesgo del crédito se encuentra en el nivel más alto de los últimos años.
  5. El alto nivel de liquidez es producto de la recesión tras 10 trimestres de decrecimiento del PIB.
  6. Todo lo anterior nos permite concluir que el sistema financiero corre un alto riesgo de presentar mayores problemas con repercusiones negativas en toda la economía nacional.
  7. El régimen Ortega-Murillo teme al descontrol en el manejo de la economía, saben que se caen si pierden su control. No tendrían ninguna capacidad de ganar tiempo si la economía se descontrola. Repitiendo la frase de Clinton: «Es la economía, estúpido». Si Bush padre no pudo resolver el tema económico, tampoco el régimen tiene capacidad para superar la profundización de la recesión ni la crisis en el sistema bancario-financiero.

Finalmente, el reto de una oposición real debería ser el crear una confluencia sociopolítica entorno a un proyecto/programa que permita abandonar la cultura de la resistencia y de la petición para asumir la cultura del contrapoder. El movimiento de abril 2018 no se dio para pedir una pequeña tajada de poder, sino para gobernar, para botar a la dictadura. Debemos de configurar un proyecto estratégico que vaya más allá de la caída del dictador, necesitamos un programa para saber qué país queremos. Luchemos por el establecimiento de los derechos humanos, sociales, políticos y culturales. Derrocar la dictadura; si, se puede.