El Carmen y CxL: gasolina sobre grama seca
Rodrigo Ibarra
El autor es militante obrero en San Francisco, California.
Las cosas en Nicaragua están tan claras como un cielo limpio.
Detrás de las murallas del Carmen, y de la coraza militar, los dictadores parecen dispuestos a evitar a toda costa el fardo de la justicia que cargan sobre sus nucas, aun cuando le han ofrecido garantías para conservar la impunidad de sus crímenes y la desmedida corrupción. Cristiana Chamorro, por ejemplo, proclamó que “merecen una salida digna”; otros han expresado similares mensajes.
Esta semana los Ortega-Murillo demostraron otra vez su posición de rechazo a la negociación y de rechazo a la comunidad internacional —aunque sigan pidiendo colaboración sin condiciones–mientras se amparan en el estado policíaco para mantener aterrorizada a la población.
Desde una perspectiva de clase, parece inherente a nuestra burguesía local (banqueros y COSEP) la incapacidad de gobernar directamente el país, de dirigirlo por sí mismos, y por eso encargan la tarea de impulsar sus intereses a la familia Ortega-Murillo, quienes desde los 1980 restablecieron el Estado después de que este hubiera sido pulverizado por la revolución de Julio de 1979. De hecho, desde aquel entonces Ortega se encargó de administrar Nicaragua.
Por su parte, el gobierno de Estados Unidos (tanto el anterior como el actual) apuesta a la estabilidad, y eso lo demuestra sin palabras la cartera del Banco Mundial, del Fondo monetario Internacional, del Banco Interamericano de Desarrollo y el BCIE. En otras palabras, Estados Unidos sostiene al régimen como consecuencia del marco de su política regional.
En resumen, el peligro de violencia política crece en Nicaragua. Las acciones de El Carmen, sin dudas, alimentarán la abstención en el proceso electoral de noviembre. No hay un liderazgo nacional capaz de gobernar el país y que ponga en orden al sicariato de Ortega. Con razón Humberto Ortega Saavedra declaró amenazante que “cohabitación o caos”, y nadie tiene el coraje de enjuiciar a Ortega, desmantelar la trama mafiosa, y desmantelar a la dictadura para democratizar y reconstruir el país. Nicaragua marcha hacia el caos, porque en el Carmen y en CxL pasan por alto que el pueblo nicaragüense está muy politizado, y la sociedad muy volátil: con sus actos de los últimos meses Ortega y Murillo tiran gasolina en grama seca.