El cuento del canal

  1. Canal de la distracción

El decrépito dictador de Nicaragua desempolvó hace unos días, por enésima vez, el antiguo cuento del canal por nuestro país, y como ocurre cada vez, allá fueron muchos de mis coterráneos a hacer precisamente lo que Ortega espera que hagamos, esto es, a hablar de eso, a entretenernos con eso, a perdernos en enrevesadas e interminables discusiones, que ya hemos tenido, una y otra vez, en diferentes momentos de nuestra historia y que no conducen a ningún lugar. Probablemente las ha tenido usted más de una vez y las tuvieron nuestros padres y abuelos, pues el dictador actual no inventó este truco de sacar el cuento del canal cuando hay elecciones, cuando hay problemas, cuando se quiere evitarlos, cuando se quiere poner una pantalla para detrás de ella realizar acciones sin ser visto, o para patear la lata más adelante en el camino. Este truco es más viejo que el pinol y ocupa un lugar importante en la caja de herramientas de quienes detentan el poder.

Hace, el esperpento, lo mismo que hace el gato cuando tiene a la presa arrinconada, mirándolo fijamente en trance hipnótico. El gato alza la cola y la mueve lenta y rítmicamente frente a la presa que sigue distraída con sus ojos aquellos movimientos, momento que aprovecha para dar el zarpazo mortal. El dictador nos distrae para que veamos hacia otro lado, mientras hace de las suyas, dando zarpazos con sus garras inmundas fuera de nuestra vista.

Nos distrae también, el adefesio, con este gastado cuento, para que no miremos hacia donde no le conviene, para que no veamos la espantosa realidad que es su dictadura. Quita de nuestros ojos el espejo y en su lugar nos muestra un espejismo y dejamos de mirar hacia nosotros mismos y nuestro doloroso presente, para mirar a un futuro que no existe y jamás existirá, porque no se basa en la realidad y es nada más que un castillo en el aire. 

  1. Un cuento recurrente 

El cuento del canal por Nicaragua es y ha sido, desde hace mucho tiempo, un instrumento que quienes tienen el poder han utilizado para mantener a la gente ocupada, ilusionada y engañada. Para mantenerla quieta (“machete estate en tu vaina”). Se nos ha querido hacer creer que aquella obra imposible está al alcance de la mano, que sería la solución a nuestros problemas, que tendríamos trabajo y que seríamos ricos. No es por nada que el cuento del “canal húmedo” o de su reinvención, el “canal seco”, apareció como una pantalla para ocultar la enorme corrupción, en cada uno de los gobiernos que desde 1990 sucedieron a la primera dictadura sandinista. 

En la segunda dictadura sandinista, el cuento ha estado presente por muchos años. Ya en el 2014, con bombos y platillos, nos presentó el actual dictador una versión, bastante elaborada, de la fábula del canal, en la que hasta trajo a un chino, mentiroso como él mismo, diciendo que ahora sí tendríamos canal y que aquel era el hombre que lo construiría. Mucha gente creyó en aquel embuste. Muchos otros pensaron, correctamente, que aquello no era cierto, que entre otras cosas la dictadura perseguía apropiarse, en la anunciada ruta del canal, de las tierras de los campesinos, que muy valientemente defendieron sus propiedades. Luego supimos que el chino aquel era en realidad un testaferro del dictador, un estafador contratado para “hacer la mueca” y que todo aquello era efectivamente un engaño. Esa vez la vieja fábula se transformó en un cuento chino.

  1. Una nueva ruta

La versión del cuento que el achacoso comandante que nunca comandó a nadie nos ha traído esta vez, es la menos imaginativa de todas, en la que parece que no han puesto mucho esfuerzo para hacerla creíble. Esta vez se trata de un cuento sin carne, sin mucha sofisticación. Da la impresión de que esta versión se la han sacado de la manga de la camisa y de que alguien sin muchas ganas y sin mucho conocimiento la preparó a toda velocidad y de mal humor, en el fin de semana.

El dictador, que sabemos no es de muchas luces, ha presentado como gran cosa lo que parece un mapa escolar de Nicaragua sobre el que con marcadores alguien ha trazado burdamente una ruta de 445 kilómetros para el pretendido canal. Ahora, nos dice, al mostrar el mapa en un acto lleno de ciudadanos chinos, lo que falta es que unamos esfuerzos “con los empresarios latinoamericanos y caribeños y que nos acompañen, lógicamente, los hermanos de la República Popular China”. Invita pues a todo el mundo, especialmente a China a invertir en el canal. 

Por alguna razón que desconozco y el dictador no explica, han cambiado la ruta del canal y la presentada esta vez es una que por su longitud, su anchura y las condiciones del terreno que atravesaría sería la más difícil de construir y por ende la más cara de las rutas posibles. Ni siquiera voy a referirme a las preguntas básicas que salen de la sola observación del mapa del dictador: ¿de dónde saldrá el agua para un canal de esa magnitud?, ¿de dónde saldrá el agua que alimentará las dos esclusas? Parafraseando a Celia Cruz podemos decir que no hay agua pa’ tanto barco.

  1. La búsqueda de un paso

Mire usted, esta idea de atravesar el continente es más antigua que nuestro país. En su cuarto viaje, en 1502, el almirante Cristóbal Colón seguía buscando por las costas del Mar Caribe de lo que hoy es Centroamérica, un paso hacia las Indias Orientales. La que luego sería una idea de construir un canal por esta región del mundo, habrá quizás empezado a germinar en la cabeza de los españoles por ahí de septiembre de 1513, cuando Vasco Núñez de Balboa y su gente, que habían atravesado el istmo de Panamá viniendo desde el Atlántico, vieron por primera vez el océano Pacífico. En aquella ruta, que se convertiría en un camino real muy transitado, transportando toda clase de bienes, pero sobre todo oro y plata procedentes de Perú, habrán empezado a pensar en la manera de cruzar en barcos de uno a otro mar en lugar de hacerlo a lomo de mula. Lo que sí es cierto es que ya en 1524 el rey español Carlos I (Carlos V de Alemania) sugirió la idea de excavar un canal por lo que hoy es Panamá, para acortar los viajes a Perú y de ahí a España, evitando de este modo la peligrosa ruta que daba la vuelta a Sudamérica pasando por el Cabo de Hornos, en cuya travesía se perdían barcos cargados de oro, plata y otros bienes de gran valor arrancados a los pueblos bajo el yugo colonial. La tecnología capaz de realizarla aún estaba lejos de aparecer y la idea no prosperó, pero siguió viviendo y siendo motivo de animadas discusiones y del desvelo de soñadores. 

Había desde México hasta Colombia, diferentes rutas posibles para la construcción de un canal que conectaría el Atlántico con el Pacífico y la discusión de cuál sería la mejor de ellas continuó por siglos, hasta que la apertura del Canal de Panamá en 1914 la hizo irrelevante. La existencia de un canal en la región terminó con las posibilidades para la construcción de otro canal, hasta que desde finales del S. XX y por razones más bien políticas, se empezó a hablar de alternativas al canal.

  1. Solo el canal supera al canal

Antes de la construcción del Canal de Panamá, Nicaragua había sido señalada como el país que ofrecía la mejor de las rutas por diferentes expediciones de prospección que los Estados Unidos enviaron a la región. Que el gobierno de ese país haya finalmente construido un canal a través de Panamá obedeció a razones políticas y prácticas y no a consideraciones científico-técnicas.

Las diferentes rutas en México, Colombia y Nicaragua aptas para construir un canal siguen estando ahí. Dejando a México fuera de mi análisis para simplificarlo y concentrarme en las áreas más cercanas al canal de Panamá, diré que aun cuando es técnicamente posible construir un canal por Colombia y Nicaragua, la idea no es viable pues no es justificable ni desde el terreno estratégico geopolítico —que para abreviar no analizaré aquí—, ni desde un terreno exclusivamente económico. 

Una propuesta de construcción de un nuevo canal en esta parte del mundo no resiste ningún análisis económico en un escenario donde el canal de Panamá está presente. Construir un nuevo canal es muy mal negocio, sobre todo porque ya existe un canal. La inversión hecha en la construcción del canal de Panamá ha sido ya amortizada, no hay ningún capital que recuperar, el canal ya está pagado. Toda obra que se construyese para prestar los mismos servicios que ahora presta el canal necesitaría de una muy alta inversión de capital. Incluso si el nuevo canal manejase todo el tráfico que ahora tiene el canal de Panamá y obtuviese el peaje que este obtiene anualmente, se necesitaría de decenas de años en el mejor de los casos, para recuperar la inversión

Hay más aún, y como he señalado en un documento escrito en el año 2000, Panamá tiene consigo todas las cartas de triunfo frente a sus vecinos de la región en caso de que alguno se empeñara seriamente en construir un nuevo canal. Hay una carta que los panameños tienen guardada bajo la manga y es que en un caso extremo el canal puede convertirse en un canal a nivel y terminar así, de una vez, con todo intento de competencia. La opción de convertir el actual canal de esclusas a un canal a nivel del mar es una opción real, que Panamá conoce muy bien. Es claro incluso en los tratados Torrijos-Carter, en los que Estados Unidos previno la construcción por Panamá de un canal a nivel mientras durasen los tratados. Esos tratados ya caducaron y Panamá, si se viese obligado a hacerlo, es libre de hacer del suyo un canal a nivel a una fracción del costo de un nuevo canal por cualquier otro lugar.

Es cierto que al presente hay problemas de falta de agua en la cuenca del Canal de Panamá, que hacen que haya atrasos en el tráfico y que los barcos deban llevar menos carga. Se necesita de mucha agua para hacer funcionar el sistema de esclusas del canal, agua que es escasa por el momento debido a la sequía actual provocada por el Fenómeno del Niño y ese es un problema que parece agravarse con el cambio climático; pero incluso en el caso extremo de que la cuenca del canal llegase a secarse, la mejor, la más probable y la más barata solución a ese problema sería transformar el actual canal con esclusas en un canal a nivel. No es posible competir con esa opción. Solo un Canal de Panamá a nivel puede superar al actual Canal de Panamá.

  1. Dónde poner la vista

El dictador de Nicaragua no está buscando construir un canal. No está buscando conseguir fondos para iniciar la obra. No busca socios. Probablemente le habrán explicado ya, aquellos a los que se ha acercado con su propuesta, que no hay interés en construir un canal por Nicaragua, que eso no es un buen negocio. El dictador solo está poniendo en escena una ópera bufa.

Yo no tengo idea de qué cosas persigue Ortega esta vez, trayendo de nuevo este asunto a la mesa. Quizás está relacionado de algún modo con los cambios que están ahora haciendo a la “constitución”. Solo puedo asegurarle que lo que sea que fuese no será nada bueno para nuestra gente. Descubrir el propósito específico perseguido para hacerlo precisamente en este momento, lo dejaré a otros menos asqueados que yo de este mequetrefe. 

Estas actuaciones que la pareja criminal y su corte montan sin ninguna vergüenza, seguramente provocarán risas y burlas a nuestros nietos cuando descubran esos videos que ahora circulan con sus “discursos”. Para nosotros, a quienes nos ha tocado vivir en la misma época, nada de esto es cómico, sino por el contrario sumamente triste.

No debemos perder nuestro foco en las múltiples distracciones que la dictadura nos va arrojando. El foco de nuestra atención no puede estar en ese lugar que ella quiere que esté. Debemos más bien estar atentos a los movimientos que quiere ocultarnos, procurar descubrir las acciones que lleva a cabo detrás de la pantalla del canal, pero sobre todo, debemos mantenernos enfocados en aquella que es nuestra tarea vital, de la que depende que un día tengamos un país que podamos llamar nuestro, esta es, el derrocamiento popular de la dictadura actual y el desmontaje del sistema de poder que produce dictaduras para empezar a andar hacia la república democrática. 

Ese debe ser nuestro foco, la organización de un movimiento popular democrático entre las hendijas del crujiente edificio de la dictadura, que se mantiene en un equilibrio precario, que no es capaz de controlarlo todo y no puede evitar la formación en las sombras de pequeñas unidades de organización, que al irse juntando unas con otras llegarán a constituirse en un movimiento indetenible, capaz de paralizar el país y dar al traste con la dictadura o cualquier movimiento antidemocrático que la sucediera.

Si está usted interesado en leer una discusión más amplia sobre el Canal de Panamá y las posibilidades de vías alternas, puede usted bajar el documento de este mismo autor titulado “El Canal de la Distracción”, publicado en el año 2000, siguiendo este vínculo:  https://app.box.com/s/kxdvgmsx5o

Pío Martínez
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