El escupitajo de la Coalición en tu cara
[los partidos zancudos en la Coalición]
Francisco Larios
El autor es Doctor en Economía, escritor, y editor de revistaabril.org.
“Di que vienes de allá, de un mundo raro…”
José Alfredo Jiménez
Una amiga personal, amiga de Nicaragua, y amiga de la democracia, pregunta cómo es eso de que en mi país haya políticos y “partidos” cómplices de la dictadura a los que la llamada Coalición Nacional no solo acepta en su seno, sino que coloca en los niveles más altos de la dirección “opositora”. Están, para que quede claro, en el gobierno y en la oposición. Son parte, a la vez, de la dictadura y de quienes dicen luchar contra la dictadura. Son parte de lo que los nicaragüenses llamamos, resignadamente, “la realidad”.
Mi amiga, como podrán imaginarse, no entiende semejante disparate de circo. En su terruño las fronteras de la racionalidad están más claras que en la casi inexplicable Nicaragua. El suyo no es un mundo ni de lejos perfecto, pero casi es, comparado con mi tierra, “un mundo raro” –y lo digo pensando en José Alfredo Jiménez.
Así que me mueve el cariño a explicarle que en Nicaragua los polos no solo están invertidos, sino amalgamados, fundidos en uno solo. Es el país donde la oposición oficial reúne a: expropiadores y expropiados; “compensados” y “piñateros” (gorrones expertos, querida amiga, atracadores de la propiedad pública que se llevan a sus casas un ‘bono’ que ellos mismos aprueban por su infatigable servicio a la revolución); derechas oligárquicas y feroces “antiimperialistas” dedicados a tiempo completo a mendigar la ayuda del imperio; antiguos represores de uniforme que se dicen indignados ante el autoritarismo orteguista mientras con alto penacho censuran a quienes disienten de ellos; “demócratas” que cierran las puertas al pensamiento libre; “empresarios” que limitan la libre empresa, que han inventado poco o nada y viven de la herencia y del privilegio que cultivan a través del “consenso” con el poder político; “patriotas” que gastan más tiempo en embajadas y capitales extranjeras que en los barrios y campos de su país. Es, querida amiga, una fauna de colección, sin olvidar que poseemos las más variadas y astutas especies de camaleones.
Por ejemplo, el PLC, recién integrado al liderazgo de la Coalición Nacional. Esta organización [con vergüenza ajena te revelo que las siglas “L” y “C” significan “liberal” y “constitucionalista“] es el “partido” de Arnoldo Alemán, el expresidente acusado de corrupción que pactó con Ortega su “libertad” a cambio de cambiar las leyes electorales para que este pudiera “ganar” las elecciones sin segunda ronda con solo 35% del voto. Ya te imaginarás la popularidad de que goza el señor, y el prestigio que acarrea su empresa política, de la cual se reporta que tiene actualmente más de 270 personas con altos cargos en la administración pública, incluyendo a su hija, quien es Contralora, cargo que (reír para no llorar) se encarga en teoría de impedir la malversación del erario. El PLC tiene además magistrado ‘propio’ en la Corte Suprema de “Justicia”, delegados en ministerios y departamentos y otros puestos de confite. En el pacto entre Ortega y Alemán, a este último le corresponde hacer la finta de oposición; a cambio, Ortega hace posible que Alemán mantenga control sobre su ejército de sumisos “liberales”. ¿Cómo? Vamos de regreso a la cifra: 270 o más individuos; Alemán los nombra, Ortega firma el cheque, los nicaragüenses ponen el lomo tributario, y para complementar lo hacen también, sin saberlo, la gente que paga impuestos en países que donan o prestan dinero al honorable gobierno de Nicaragua. Algo de tu honrado sudor hay en el almuerzo del clan “liberal”, querida amiga.
¡Ah! Se me quedaban sin píxels [o “en el tintero” como decían antes los caballeros respetables], un par de detalles. Uno es que la esposa de Alemán tiene un curul en la grotescamente decorativa Asamblea Nacional, que los nicas llaman con toda justicia “la chanchera“. El otro es que una escolta oficial pasea por las calles de Managua al señor marido de la señora diputada (y ahora lideresa en la Coalición).
Te digo, querida amiga, que cuando el barroco y el surrealismo se mezclan en el trópico nacen estos adefesios.
No se sabe si es el calor o la humedad. Es un misterio que no sabemos si ubicar en el atavismo de nuestras borrosas tradiciones o atribuir a la deformación del entendimiento que viene de tantos choques en tan poco tiempo. Lo cierto es que se siente todo como un escupitajo en la cara, si uno no es –perdón por el retruécano– descarado.
Porque lo que la Coalición Nacional nos quiere hacer tragar es eso, un escupitajo de sangre: vestir a los verdugos como liberadores, premiarlos como si fuesen gente de comportamiento ejemplar, darles el timón de una lucha que arrancaron al pueblo con ayuda de la represión militar del régimen que ellos mismos crearon. Encima de todo, quieren que los aplaudamos. Y si no los aplaudimos, entonces–en el giro más esperpéntico de este cuento de horror– nos califican de quinta columna de la dictadura.
Exactamente, querida amiga, la dictadura a la que pertenecen sus socios en la directiva de la Coalición; la misma dictadura que les ha dado a muchos de ellos, en sus dos encarnaciones, la buena vida.
Recuerdo aquí lo que escribió cierto pensador: que buena vida no es lo mismo que vida buena. Y acabo en esta nota de esperanza: siempre habrá “chorros y maquiavelos“, como dice el tango, pero siempre habrá gente que quiera el bien, que no quiera buena vida a expensas de vida buena, que no sacrifique a los demás por su ganancia. Y, sobre todo, que se involucre en la búsqueda colectiva de la verdad, que es acción. Con estos hay que estar, no con los que escupen indecentemente a la cara de un pueblo que ya ha sacrificado inútilmente bastante, demasiado, demasiado. Demasiado.
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