El filósofo y el ángel

Incluso para el ángel no es fácil encontrar la casa del filósofo.
Todo el mudo supone que vive en una cabaña en el bosque,
O en un apartamento, cerca de la universidad. Los meseros en cafés,

Cuentan que se instala en una mesa del fondo y pasa horas
Conversando con sus estudiantes. Por eso creen que vive cerca,
Pero nadie sabe en qué calle o casa. En la universidad pasa lo mismo.

A veces se le ve ir a la clase o de regreso y alguien recuerda
Que una vez, al cabo de algunas semanas, se detiene a recoger
El salario. Otros dicen que envía a un estudiante o a una mujer,

Tal vez su esposa o su hija. El ángel se entera de que ninguna
De estas versiones es verdadera. El filósofo vive en una casa pequeña
No muy lejos de las vías del ferrocarril que van al suroeste. Su padre

Ha sido maquinista y el hijo recuerda el olor a diésel en su ropa
A la hora de la cena y un largo viaje que una vez hizo con él
Hasta Berlín. La casa se ve como cualquier otra en el barrio.

Hay un jardín, pero nadie lo ha cuidado por mucho tiempo
Y cuando por accidente produce algunos tomates o frijoles, los cuervos
Y conejos se los comen antes de que el dueño del jardín sepa que existen.

Cuando el ángel apareció en su puerta, lo que el filósofo no podía
Entender era por qué el ángel se había tomado la molestia de encontrarlo.
Todo lo que soy, dijo, lo he puesto en mis libros. Usted, más que ningún otro ser,

Sabe de la brevedad de nuestra vida y del parecido entre unas y otras vidas.
Yo y mi vecino compramos en el mismo supermercado, las mismas latas de sopa,
Y si a veces compro naranjas o bananos de un país cercano al ecuador o leo un diario

Que a él le parece aburrido, poco importa. Somos más similares que diferentes.
El ángel estaba sentado en un sofá desgastado, junto a un gato que no encontraba
Ni al filósofo ni al ángel dignos de una mirada o de una sacudida de sus orejas.

El ángel le sonrió al gato y con respeto le mostró su desacuerdo.
Si yo hablara con su vecino, él se esforzaría en decirme
Lo raro que era, ya sea en su gusto por el café o en una enfermedad

Que se da en su familia. Estaría seguro de su singularidad. Usted no lo está.
Sentirme atraído por el dolor y la pérdida es mi naturaleza, explicó el ángel,
Escuchar la clase de cuento que el vecino contará cuando le falle la memoria

Y crea que su hermana muerta lo ha enviado a hacer un mandado.
Su dolor, sin embargo, no es la misma que la de él. Usted ha perdido
Tanto como él y sabe cuan frágil es su mundo y la crueldad y estupidez

Que hay en él. ¿Cómo es posible que en su tristeza no haya desesperación?
El filósofo sirve té para si mismo y para el ángel y dice: Espinoza
Lo habría expresado mejor de lo que yo puedo. Sus pulmones

Estaban en carne viva debido al vidrio que molía para ganarse la vida.
Estaba muriendo, aunque excomulgado, pero no se sentía infeliz.
Usted dice que le atrae la pérdida, a mí me atrae esta casa que necesita pintura,

Las alfombras que mi madre sacaba para limpiar, el polvo que volaba por todos lados,
Y hacia mis libros en estas repisas, algunos de los cuales sé que no volveré a abrir,
Algunos que bajaré tan pronto usted se haya ido. Así es la vida, tal como es,

Y estoy satisfecho con ella. Se acabaron el té sin decir nada más.

Traducido por Ximena Gómez

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