El mito del divisionismo
Fidel Ernesto Narváez
«De golpearse el pecho y decir: ‘de que se van, se van’, a no convocar un paro nacional indefinido cuando todo el país estaba trancado; a seguir pagando impuestos y no convocar a un paro tributario y un Plan de Desobediencia Civil. ¿Y aún así se atreven a llamar divisionista a todo el que critique ese doble juego?»
De pedir la renuncia de Ortega y Murillo a pedir elecciones adelantadas. De pedir una mesa de diálogo con un único punto de agenda: la salida de Ortega, a pedir «reformas electorales mínimas», como dice Michael Healy.
Ah, por cierto Healy, de decir que va a sacar los tractores a la calle para sacar al único tranque de Nicaragua que está en El Carmen, a pensar que un día se levanta y Ortega tiene la buena disposición de abandonar el poder.
De gritar los nombres de los asesinados y pedir justicia, a decirles que quizás un nuevo gobierno les dará justicia a las Madres de Abril.
De llamar criminal de lesa humanidad a Ortega a legitimarlo en unas futuras elecciones y a no abrir la boca para hablar cómo refundar la Policía y el Ejército.
De golpearse el pecho y decir: «de que se van, se van», a no convocar un paro nacional indefinido cuando todo el país estaba trancado; a seguir pagando impuestos y no convocar a un paro tributario y un Plan de Desobediencia Civil.
De decir que los presos y las presas son la reserva moral, a pedirles que acepten ir a elecciones con sus torturadores.
De decir que la Conferencia Episcopal es la reserva moral, a tomarse selfies con el Nuncio y llevarle serenata el día que Silvio Báez iba a coger el avión para irse.
De decir que el FSLN no debe participar en elecciones, a coquetear con la casilla de CxL antes de pedir libertad para crear partidos políticos y suscripción popular.
De llamar a la unidad de todos los sectores sociales a la lucha contra Ortega, a recibir consejos para convertirse en partido político.
De decir que los exiliados y exiliadas deben volver sanos y salvos, con protocolos vigilados por organismos internacionales, a no decir ni una sola palabra de ellos y ellas.
¿Y aún así se atreven a llamar divisionistas a todo el que critique ese doble juego y esa fallida estrategia del Cosep, Amcham y Funides? ¿Y aún así se atreven a acusar a otros de hacerle el juego a la dictadura?
La agenda del pueblo no es la agenda de los empresarios ni los banqueros, y si a alguien le molesta, deberá ser porque se siente más empresario y banquero que pueblo.
Las exigencias son las mismas: democratización y justicia. Eso implica renuncia de Ortega, democratizar todos los espacios y desarmar las leyes que hacen imposible la participación política efectiva de todas y todos, no sólo de los partidos.