El Mundo, por Oscar René Vargas, 21 de julio del 2022

Estados Unidos, bloque dominante.

La existencia de un bloque dominante comandado por EE.UU. es la principal característica del sistema geopolítico contemporáneo. EE.UU. perdió la preponderancia del pasado, y su declinante competitividad industrial no es contrarrestada por su dominio financiero o su supremacía tecnológica. La primacía de sus finanzas contrasta con el declive comercial y productivo del país. El poderío que preserva EE.UU. se asienta más en el despliegue militar, que en la incidencia de su economía para continuar ejerciendo un rol dominante.

EE.UU. corroboró sus ventajas frente a otras potencias, Europa y Japón, durante la crisis económica del 2008-2009. Pero no aminoraron su retroceso, ni atenuaron el despunte de China. EE.UU. no ha podido contener la reconfiguración geográfica de la producción mundial hacia Asia Pacífico. El retroceso de su economía es sinónimo de crisis, pero no de colapso terminal. Ese desgaste no implica un ocaso inexorable e ininterrumpido.

Su política exterior ha perdido su tradicional sustento político interno. La vieja homogeneidad interna ha quedado quebrantada por las grietas políticas que afronta EE.UU. corroído por tensiones raciales y por fracturas político-culturales. Ese deterioro impacta sobre sus operaciones militares, que ya no cuentan con el aval del pasado. Sus acciones bélicas se procesan en un marco de creciente desaprobación interna.

EE.UU. intenta recuperar su liderazgo internacional mediante acciones de fuerza. Su modelo económico armamentista se recrea mediante elevadas exportaciones, altos costos, enriquecimiento de la industria militar y su poder de fuego. Esa estrategia exige la multiplicación de las guerras híbridas y todo tipo de incursiones militares.

Pero el dato más llamativo de ese modelo ha sido su estrepitoso fracaso. En los últimos veinte años, su proyecto de recomposición mediante acciones bélicas ha fallado una y otra vez. EE.UU. fue humillado en Afganistán, se repliega de Irak, no pudo doblegar a Irán, fracasó en la creación de gobiernos títeres en Libia y Siria e incluso debe lidiar con el boomerang de los yihadistas que operan en su contra en el Sahel. Las ocupaciones militares no consiguieron los resultados esperados, convirtiéndose en una superpotencia que pierde guerras.

Las desventuras político-militar no desembocarán en el abandono de su intervencionismo externo. La clase dominante norteamericana necesita preservar su acción imperial-militar, para sostener la primacía del dólar, el control del petróleo, los negocios del complejo industrial-militar, la estabilidad de Wall Street y las ganancias de las empresas tecnológicas. Por esa razón, todos sus presidentes ensayan nuevas variantes de la misma contraofensiva. Sus fracasos han derivado en la irresuelta crisis actual, que se verifica en el despunte de la multipolaridad. Es evidente que Rusia y China son potencias rivales.

Los capitalistas europeos defienden sus propios negocios con operaciones militares en el Medio Oriente, África o Europa Oriental, actuando en estricta sintonía con EE.UU. y bajo un comando militar articulado en torno a la OTAN. Inglaterra y Francia preservan su influencia en las viejas áreas coloniales, pero condicionan todos sus pasos al veto de EE.UU. Suelen apuntalar a escala regional, los mismos intereses que EE.UU. que los asegura a nivel mundial. El predominio norteamericano ha quedado sustituido por una mayor dispersión del poder.

China enfrenta en el terreno geopolítico el acoso norteamericano. EE.UU. ha erigido un cerco naval, mientras acelera la gestación de una “OTAN del Pacífico”, junto a Japón, Corea del Sur y Australia. También avanza la remilitarización de Taiwán y el intento de cargar a Europa con todo el costo de la confrontación con Rusia, para concentrar sus recursos militares en la pulseada con China. Mientras China privilegia el agotamiento económico, mediante una estrategia que aspira a “cansar al enemigo”.

Inglaterra

Los dos rivales que competirán por el liderazgo del Partido Conservador británico son el exministro de Economía Rishi Sunak y la todavía titular de Asuntos Exteriores, Liz Truss, quienes han conseguido salir triunfantes de la primera fase de las primarias. El 5 de septiembre, se anunciará oficialmente el nombre del nuevo ―o nueva― líder de la formación y, por tanto, primer ministro.

Resulta paradójico que Sunak, defensor del Brexit y partidario de la ortodoxia fiscal haya acabado por simbolizar al candidato moderado, apaciguador, pragmático. Mientras, Truss, defensora de la permanencia de Inglaterra en la UE, es ahora la campeona de los euroescépticos, del ala dura y del sector más a la derecha de los conservadores.

Italia

El Parlamento italiano liquidó la legislatura obligando al primer ministro, Mario Draghi, a dimitir. Los partidos de la derecha, Forza Italia y la Liga, fueron los que le dieron la puntilla al Ejecutivo del que formaban parte. Ambas formaciones se negaron a votar la moción de confianza con la que el primer ministro había aceptado reconsiderar su renuncia. A esa negativa se sumó luego el Movimiento 5 Estrellas (M5S). El presidente Mattarella, no tuvo más remedio que aceptarla, disolver las Cámaras y convocar elecciones para la última semana de septiembre o la primera de octubre.

La Liga y Forza Italia convencidas de que el escenario de unas elecciones anticipadas les favorecería, tomaron la decisión. El M5S no quiso ser menos, y también rechazó dar su apoyo a Draghi. Nada volverá a ser igual mañana en Italia. La renuncia se produce en medio de una guerra y con un escenario económico de extrema volatilidad, la ruptura se presenta como inoportuna y autodestructiva.

La defenestración de Draghi llega en un momento de enorme tensión geoestratégica con Rusia. La UE teme que Italia, la tercera economía de la zona euro, se convierta en un punto vulnerable de la estrategia contra Rusia o, en el peor de los casos, en un caballo de Troya al servicio del presidente ruso. Existe preocupación creciente en Bruselas por los vínculos estrechos de buena parte de la clase política italiana con Rusia.

Sri Lanka

El Parlamento de Sri Lanka ha elegido a un nuevo presidente: Ranil Wickremesinghe, primer ministro del país y uno de los políticos señalados de corrupción durante la revuelta popular que provocó la caída del presidente Gotabaya Rajapaksa. Tras la huida de Rajapaksa y su posterior renuncia, Wickremesinghe juró el cargo como presidente interino. Sri Lanka vive la peor crisis económica desde su independencia de Inglaterra en 1948. La escasez de suministros básicos (combustible, medicinas o alimentos) sacó a la calle a cientos de miles de ciudadanos que, tras asaltar el palacio presidencial el 9 de julio, provocaron la huida del exmandatario.

La elección de Wickremesinghe no augura el retorno a la tranquilidad. El nuevo presidente deberá ahora retomar las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para obtener una inyección de US$ 3.000 millones de dólares. También seguirá buscando la ayuda de China, uno de sus principales acreedores, para retomar la senda de la recuperación económica. El mandato presidencial acaba oficialmente en 2024, pero es aún una incógnita cómo reaccionará a esta elección la población que ha protagonizado las protestas.

Guerra en Ucrania

El ministro de Exteriores de Rusia, Sergei Lavrov, ha asegurado que los objetivos militares de Rusia en Ucrania “van más allá” de la región del Donbás, en el este del país. “La geografía ahora es diferente. Ya no son solo las repúblicas de Donetsk y Lugansk, también son las regiones de Jersón y Zaporiyia y otros territorios”, ha dicho.

Los avances registrados por las tropas rusas sobre el terreno durante las últimas semanas hacia las zonas de Severodonietsk, en su estrategia por llegar a Kramatorsk y Sloviansk con el objetivo de llegar a una vasta estepa. Allí hay pequeños pueblos, pero no hay arboledas ni bosques. Es una región dedicada a la producción de cereales, que, en términos militares, no ofrece sitios para esconderse. La artillería y la aviación rusas destruirían a los cuerpos de ejército que se aventuren en la estepa. Por eso, en Rusia, llaman al citado trío de ciudades “la última frontera”.

Lavrov ha alertado de que, si Occidente sigue entregando armas a Ucrania capaces de realizar ataques de largo alcance, como los lanzacohetes múltiples HIMARS de EE.UU., “los objetivos geográficos de Rusia evolucionarán”. “Porque no podemos permitir que parte de Ucrania controlada por Volodimir Zelenski o su sucesor tenga armas que pongan en peligro nuestro territorio o el de las repúblicas separatistas, que han declarado su independencia y quieren elegir su propio futuro”, ha recalcado.

Pero para poder implementar cualquier plan de integración es necesario, primero, terminar la ofensiva en Donietsk y, al mismo tiempo, evitar que Ucrania inicie su propia contraofensiva para recuperar Jersón y otras partes del sur.

Deuda de Ucrania

La secretaria del Tesoro, Janet Yellen, respaldó la decisión de suspender las obligaciones de pagos de la deuda de Ucrania por seis países acreedores, incluido EE.UU., e instó a otros –oficiales y privados– a apoyar la iniciativa. El grupo que anunció la decisión está compuesto por Canadá, Francia, Alemania, Japón y Reino Unido. La economía ucraniana se hundió al inicio del conflicto con Rusia y, según estimaciones del Banco Mundial, podría perder 45% de su producto interno bruto este año. De acuerdo con Bloomberg, esta suspensión permitiría a Ucrania ahorrar unos US$ 3 mil millones de dólares en dos años.

Europa

El Nord Stream 1 (NS1) reanuda el flujo de gas hacia Europa, pero la preocupación no se disipa entre los europeos. Rusia indica que las dificultades de abastecimiento energético se han dado por las sanciones occidentales. Europa contiene la respiración ante la cuestión del gas. El temido cierre del gasoducto NS1 ha creado un estado de pánico en Alemania. En Europa se habla cada vez menos de armas o sanciones y se busca soluciones a toda velocidad para preparar la llegada del invierno. La batalla geopolítica por acumular reservas centra ahora todos los esfuerzos.

De acuerdo con previsiones del Fondo Monetario Internacional, una interrupción del suministro de gas ruso en Europa reduciría el producto interno bruto de Alemania en 1.5% en 2022, alcanzaría 2.7% en 2023 y en 2024 sería de 0.4%, en comparación con un escenario en que la mayor economía europea continuará recibiendo gas ruso. La Comisión Europea estimó que el consumo anual de gas en la UE podría reducirse en unos 43 mil millones de metros cúbicos. A modo de comparación, Rusia suministró unos 153 mil millones de metros cúbicos a los 27 países del bloque en 2020.

La caída de Boris Johnson, y la crisis en Italia dan prueba de la inestabilidad creciente que afecta la política europea, que ha entrado en casi todos los países en una fase de desgaste. Ese desgaste afecta tanto a la opinión pública, que empieza a favorecer un acuerdo de paz, aunque implique importantes cesiones a Rusia. Es evidente que Europa no previó las consecuencias de una guerra de larga duración: el efecto boomerang de las sanciones, la desestabilización política interna, el retorno de la geopolítica más cruda, guerras que se deciden por el gas, por el diésel, por el control de los puertos y las vías comerciales, por el hambre.

Un titular de “Foreign Policy” lo resumía hace poco así: China quiere evitar hacer nada que interrumpa el proceso de declive de los EE.UU. Europa ni se ha preguntado por su papel en esa foto. Nada de todo esto ayuda a disipar las dudas sobre la posición de vulnerabilidad y dependencia de la UE.

En ese panorama sobresale Alemania. El modelo industrial alemán estaba construido sobre la disponibilidad de energía barata proveniente de Rusia. El superávit comercial de Alemania inundó de liquidez la eurozona, profundizando en una lógica perversa por la que las economías del norte crecían gracias a sus exportaciones y las del sur, gracias a la disponibilidad de deuda barata.

La hegemonía europea de Alemania se cimenta en un mundo que ya no existe: el de los mercados abiertos, la energía barata, el doble juego entre el atlantismo y las exportaciones a China, una UE que se ocupaba casi exclusivamente de proteger la «competencia», mantener la inflación a raya y disciplinar las cuentas de los Estados. El resto de los países europeos debieron adaptar sus economías, sus sistemas políticos, hasta sus Constituciones, para ocupar el lugar que les correspondía en ese engranaje.

Hoy toca rehacer ese modelo bajo la presión de la mayor crisis geopolítica en cuarenta años, con una inflación desbocada y teniendo que improvisar el uso de herramientas fiscales y de planificación económica que o no existían, o fueron abandonadas. Hay algo desolador en esta imagen de Europa intentando llenar las reservas de gas a toda velocidad para sobrevivir al invierno, porque se trata en realidad de un daño esencialmente autoinfligido por implementar las sanciones sin pensar en las consecuencias.

La subordinación de la UE a los intereses norteamericanos en la guerra de Ucrania está teniendo importantes costes para los europeos en términos económicos y políticos. La pérdida de poder adquisitivo, el encarecimiento de la energía, la devaluación del euro, la pérdida de puestos de trabajo, los recortes, etcétera; dibujan un horizonte de inestabilidad política y de devaluación democrática que supone un caldo de cultivo perfecto para el ascenso de la extrema derecha.

Colombia

El Congreso de Colombia inició un nuevo periodo de sesiones con una inédita mayoría de fuerzas de centroizquierda que permitirá al presidente Petro, sacar adelante su programa de reformas. Los legisladores elegidos en marzo por un periodo de cuatro años (2022-2026) ocuparon sus escaños en una ceremonia encabezada por el mandatario saliente, Iván Duque, quien en su última intervención ante el Congreso defendió su obra de gobierno. Petro contará en el Senado con 63 escaños de 108, y en la cámara baja tendrá el apoyo de 109 de 187 legisladores.

Panamá

La crisis en Panamá se agudizó ayer con cortes de carreteras que impedían la llegada de alimentos a la capital, intentos de saqueo y sin un acuerdo entre el gobierno y manifestantes para detener las manifestaciones a cambio de medidas contra el alza de precios. Desde que empezó la crisis, organizaciones empresariales calculan las pérdidas en más de US$ 500 millones de dólares.

Según la Iglesia católica, que actúa de mediador, las organizaciones y sindicatos consensuaron negociar la rebaja o congelamiento de los precios de la canasta básica, combustible, energía, medicamentos, la inversión del 6% del PIB en educación pública y el futuro del sistema de salud estatal. Exigen medidas contra la corrupción, en medio de fuertes críticas por los sueldos de altos funcionarios y el despilfarro de los recursos públicos.

Oscar René Vargas
+ posts