El verbo contra la nada, o la poesía de Joana Casanovas
«Pulsación», «Revelación», «Enclave palabra» y «Ars poetica» son las cuatro caras con las que Joana Casanovas apuntala su escritura en el libro Poética de las estructuras. Como acertijo, pero también como algo fatal, la escritura, el oficio de ir puliendo el lienzo de lo vivido crea certezas a partir de un destino, tal como los versos iniciales del poema «Empuje»:
«Por más que sea cierta
y recurrente inventiva de sabios,
lo verdadero no precisa verdades,
sino monto de vida, empuje».
Ahora bien, este libro de poemas pertenece a una familia sintáctica muy particular y si lo menciono no es porque como libro le haga falta una explicación, pues como ha apuntado Edgardo Dobry en el prólogo a su traducción de Otras tradiciones del poeta neoyorquino John Ashbery, «la única explicación de un poema es el propio poema», sino porque su proceso está ligado a tres momentos creativos de la autora.
Tal como explica el tríptico de su próxima exposición en el mes de mayo 2023, bajo el título de Mínima intervención los poemarios Poética de las estructuras y Climatología extrema se escribieron de manera paralela a la creación de las piezas de la exposición mencionada. En los tres procesos creativos está muy presente la presencia del error, el desgarramiento o la ruptura como presencia y como mella de lo humano en el mundo. De ahí que en el epígrafe del libro encuentro un guiño para adentrar al lector en estas notas de lectura de Poética de las estructuras.
Volvamos al libro después de esta digresión que se pretendía somera: «Leed a Epicuro», pareciera decir con sus acertijos Joana Casanovas, con su poesía casi críptica, aunque poeta de lo contumaz: la vida a pesar de todo, o hasta sus últimas consecuencias. A lo largo del libro, subyace un pensamiento poético que nos conduce hacia lo ignoto, pero de vez en cuando premia al lector con certezas de redención: «Al reverso de la congruencia / se llega caído de un abismo, pero ¿se regresa? / Las esperas de lo que nunca llega / lo son todo, también fuera» («En un lugar que frecuento»), «indómito avance, la estela secreta / cumulonímbica / sobre tu noche templada, / belleza cicatriz, Aurora», («La nana fea, parte III»), o «Cabe, es cierto y preciso, / un amor de mundo / al que ir, tarareando, / sin inmiscuirse. / Besa tus sienes // un aliento fabulado» («Quien», parte VI).
La cifra, el enigma, el yo que se desmiembra en la escritura para ir desgranando una filosofía sin nombre. Lo que la define es el asalto al lenguaje, el acoso al sentido para dar a luz al recorrido, a la vida que ha atravesado a un yo que observa, tal como sucede en varios pasos del poema «Quien»: «la forma que no busca el mañana / y me deja / a salvo de casi todo», parte I), «¿El que duerme se sabe / dormido?» o, incluso mejor, en la parte VII del mismo poema:
[De «Quien», parte VII]
Raro el arte, infrecuente
el amor. El verbo
contra la nada, la alegría
con su toque a degüello:
¿Qué somos
sino algo
de
mi alguien de tu yo
a lo vivo
encaramado?
Todas ellas, expresiones de un destino (que es el papel que lleva la palabra impresa) que sólo puede cobrar vida en el poema, un arte que lograra calcar la intuición que llevamos a cuestas sin saberlo, como lo dicen los versos finales de «Luciérnagas»:
Luciérnagas
Las luciérnagas extraviadas
por un exceso de luz artificial
entretienen a los niños que dormitan
en el bosque de los tiempos
venideros. Luz consuelo,
llora por todos nosotros
en el vientre de la noche.
Lo sabe la mujer que, habiendo
sido luz, la da.
………………..
Pulsación
Pulsación: un alma siendo
todas las almas.
Y la belleza indefectible, prefigurándonos
laceadores de verdad asombrada.
¿Importará
si bajo el punto de flotación áurea
solo somos
merodeadores francos, descontándonos?
Materia del queriendo ser,
¡palpítanos!
………………..
Revelación
Desbordamos el vaso de vida
sin saber cuán lejos remansa
el asombro, que nos brinda
cierta turgencia de divinidad.
Movemos las palabras, cosidas
al iris con que nos miramos:
Aspiramos a su musicalidad.
Cuidar el tono, la vibración.
Saber que le crecen pies al flotar.
Temer nada más
la lacia voluntad del no ser
en el estar.
Abismarse
en la fragilidad,
revelación del todo brota entregado:
Tú contienes todo Quien yo pueda amar.
¡Reservorio de misterio, ampárame!
………………..
Enclave palabra
Rastro
del rasgo fuera muros
comprensibilidad.
Llanura abierta.
¿La hay?
Rumiantes de empalizado
lamiendo el empieza y acaba
del enclave,
zanja sangrante,
palabra: tú me dijiste
que la habito.
Ars poetica
Acaso la severa metonimia
aspire a invadirlo todo
voluntariosa, circunspecta…
Entre la angustia y el verbo
fustiga el vértigo
del despiadado alborozo.
¡Quién fuera algoritmo!
Cejar siquiera un poco…
Volver
con instinto asesino.
Juan Pablo Roa Delgado
juan pablo roa delgado (Bogotá, Colombia, 1967). Tras un viaje por Portugal e Italia (1993-1997), se estableció en Barcelona (España) en el año 2000, donde trabaja como editor. Ha publicado los libros de poesía Ícaro, (Bogotá, 1989), Canción para la espera (Bogotá, 1993), El basilisco (México, 2007) Existe algún lugar en donde nadie (Palma de Mallorca, 2011; Zaragoza, 2017) por el que obtuvo en 2010 el XXXV premio de poesía Vila de Martorell, Cuaderno del Sur, (Madrid, El Sastre de Apollinaire), Renga (Barcelona, Animal Sospechoso, en colaboración con Alberto Silva y Misael Ruiz Albarracín) y Este día, este momento (Zaragoza, Pregunta Ediciones, 2022). Ha traducido obras de las poetas italianas Amelia Rosselli (Poesías, Montblanc, 2004), Ana Maria Giancarli (Arqueología del presente, Madrid, 2013) y Antonella Anedda (Desde el balcón del cuerpo, Madrid, 2014). Es fundador y director de Animal Sospechoso (librería y editorial especializadas en poesía) y de la de la revista anual de poesía Animal Sospechoso de Barcelona. Asimismo, trabajó con Nicanor Vélez Ortiz en la Colección de Poesía y en la de Obras Completas del sello Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg de Barcelona entre 2000 y 2010.