¿Es de izquierda Carlos Pellas Chamorro?
<<Quien quiera, crea, o diga creer, que para construir la democracia hay que acabar con la izquierda, o acabar con la derecha, simplemente se embarca en la construcción de la intolerancia, de la exclusión, del autoritarismo, de la dictadura, e inevitablemente, de la repetición de nuestra tragedia actual.>>
Ser libres requiere de voluntad y conciencia para superar los innumerables retos que tenemos y tendremos. No son solo retos externos, poderes que ya se han separado de la sociedad, o vienen de otra sociedad, y nos oprimen. El reto también está dentro de nosotros. Menciono dos aquí.
Uno es el problema de la representación, que queda en evidencia cuando se presentan ante el Congreso de Estados Unidos y otros organismos internacionales personas que dicen representar a los nicaragüenses oprimidos por la dictadura, pero en realidad representan la agenda del Departamento de Estado más y mejor, y mucho más claramente de lo que representan la urgencia de los ciudadanos de Nicaragua.
Así ha funcionado la política entre nosotros por más de cien años, y por eso los políticos que aspiran al poder (ni siquiera luchan por él) se han acostumbrado a ver hacia afuera, hacia lo que hoy ennoblecen arteramente con el nombre de «comunidad internacional» y que antes llamaban públicamente, y sin pudor, el Departamento de Estado de Estados Unidos.
No nos olvidemos de que somos del país (debe ser esto un hecho único en la historia moderna del mundo) en el cual la Presidencia de Nicaragua, en los tiempos de Adolfo Díaz y Emiliano Chamorro y aquella generación de políticos, funcionó brevemente DENTRO de la embajada de Estados Unidos (que llamaban Legación Americana), porque la oposición al régimen tenía tomado casi todo el territorio, y el Departamento de Estado había decidido que no completaran su victoria.
Somos del país donde las potencias obligan al presidente autoritario que busca independencia (Zelaya) a renunciar; donde pactan con el presidente autoritario (Somoza García) que masacra campesinos y asesina al general que se opone a la ocupación extranjera; donde pactan con el presidente, supuestamente “enemigo de izquierda” (Ortega) y le dan cientos de millones de dólares, entrenan a sus soldados, e impiden, junto con la oligarquía local, que sea derrocado por el pueblo.
Somos del país donde políticos opositores que aspiran al poder salen de prisión y no se dirigen al pueblo de Nicaragua, sino que ¡van directo al Departamento de Estado! [¿Puede llamarse líder a un político que no presenta al pueblo de Nicaragua un norte, una dirección, una estrategia, un esfuerzo de organización?]
Y somos del país donde estos mismos políticos estuvieron, por cinco años, y mientras el régimen acumulaba asesinatos y crímenes de lesa humanidad, incluyendo el arresto y posterior destierro de los propios políticos, “quemando las etapas» marcadas por el Departamento de Estado, con la clara expectativa de que el Departamento de Estado iba (o va) a darles el poder. No la democracia a Nicaragua, porque no hay democracia si el pueblo no es protagonista, sino el poder a las cúpulas de aspirantes que desfilan por las pasarelas internacionales. No es accidental que, encuesta tras encuesta, aun haciendo un cálculo razonable de las distorsiones causadas por el miedo, muestre que la identificación de los habitantes de Nicaragua con estos políticos es prácticamente nula.
Otro reto es nuestra ignorancia política, la confusión y la manipulación que hacen de ella intereses oscuros. Por ejemplo, la insistencia de que la lucha en Nicaragua es entre “derecha” e “izquierda”. El disparate de que el régimen fascista de Ortega-Murillo (una alianza entre una mara criminal y el gran capital) es “de izquierda”.
Independientemente de que partidos y regímenes con agendas de izquierda hayan cometido crímenes y oprimido poblaciones en el mundo, la dictadura FSLN-Gran Capital es una típica estructura de poder fascista. ¿Alguien puede decir sin sarcasmo que los “empresarios sandinistas” son de izquierda? ¿Alguien puede decir sin sarcasmo “Carlos Pellas Chamorro es de izquierda”? Las políticas económicas del régimen gozan desde hace más de 15 años de la aprobación con altas marcas y gran entusiasmo del supuestamente odiado brazo del imperialismo capitalista, el Fondo Monetario Internacional. El Fondo, cuyo principal accionista es el gobierno de Estados Unidos, alaba incluso la “lucha contra la corrupción” de lo que llaman “el Gobierno de Nicaragua”. Lo han dicho y repetido, incluso hace muy pocos meses, después de que el país perdió 10% de su población, que ha tenido que escapar del desastre político-económico y la putrefacción del sistema. Bajo el régimen presuntamente de “izquierda” del orteguismo, la dominación económica de una clase oligárquica de más de 200 años se ha afianzado y enriquecido como nunca. Y hay un poder tan absolutista como el de un rey medieval.
De los regímenes dictatoriales que comenzaron como izquierda rebelde los tiranos del FSLN heredaron, vía el castrismo, los métodos totalitarios de control, pero hasta ahí llega su “izquierdismo”.
Para nosotros, nicaragüenses que buscamos el bien, la justicia, la libertad y el progreso, el problema es práctico, no puramente académico. Si es crucial aclarar la confusión es por esto: ¿queremos democracia, o queremos sencillamente el fin de la “dictadura de izquierda”?
Porque si queremos democracia, nos ensartamos nosotros mismos un puñal en el corazón de la esperanza si erradamente reducimos nuestro problema a “izquierda versus derecha”, si erradamente buscamos “acabar con la izquierda y que triunfe la derecha”.
Hay que decir, para empezar, que ha habido más, mucha más opresión, dictadura y muerte en América Latina bajo dictaduras “de derecha”, que bajo “dictaduras de izquierda”. Ambas son deleznables, despreciables. Ambas son enemigas de lo humano, de la libertad. Ambas, incluida la hoy dictadura de derecha del FSLN y el Gran Capital, deben abolirse cuando existen, prevenirse cuando no.
Hay que decir también que al presentar nuestro conflicto como de izquierda (el régimen) versus derecha, se abre la puerta para que cualquier autoritario que se venda como “de derecha” se apodere del poder e instale una nueva dictadura, con el apoyo (que un día también acabará en tragedia) de muchos que hoy odian al orteguismo por razones obviamente válidas.
Finalmente, hay que decir que no existe “democracia de izquierda”, ni “democracia de derecha”, sino, sencillamente “democracia”, un sistema político en el cual pueden convivir, sin matarse, ni que el gobierno los mate, ciudadanos que se sientan “de izquierda”, “de derecha”, o de cualquier otra denominación. Por tanto, quien quiera, crea, o diga creer, que para construir la democracia hay que acabar con la izquierda, o acabar con la derecha, simplemente se embarca en la construcción de la intolerancia, de la exclusión, del autoritarismo, de la dictadura, e inevitablemente, de la repetición de nuestra tragedia actual.
Francisco Larios
El autor es Doctor en Economía, escritor, y editor de revistaabril.org.