Es el canto lo que permanece del canto

Con motivo del IV Festival de Poesía Animal Sospechoso de Barcelona, reproducimos a continuación el fragmento inicial del libro conmemorativo del festival, de la poeta uruguaya homenajeada el día de la inauguración del evento:

[Fragmento del prólogo a Todo será tan sólo palabras,

de Teresa Shaw]
por, Juan Pablo Roa

donde brotan las palabras

y todo pasa. 

TERESA SHAW 

[…]

Todo poema es un río que pasa, 

agua oscura y distinta que no se deja apresar 

jesús jiménez domínguez 

La primera paradoja de la poesía radica en que trabaja con materiales de desecho, con el residuo. Las palabras, cuando las toma el poeta, ya significan algo y jamás, por sí solas, vendrán impolutas del diccionario al lápiz de quien escribe. Y, sin embargo, esas palabras que vienen de esta lengua de residuo se preñan, se convierten en palabra encendida capaz de iluminar la nada una vez tocadas por la gracia del poema. La poesía es, pues, la palabra encendida.

En el caso de la poesía de Todo será tan sólo palabras, esta paradoja de la poesía redobla la apuesta para ir más allá: se convierte en el silencio de la palabra que sigue construyendo un sentido más allá de las palabras, en su re verso. Palabra desnuda que sigue produciendo sentido en su mudez, con una salvedad: se trata del silencio de la poesía; no se trata de dar la palabra callada al lector, de no decir −porque ése es ya terreno de la ascesis, de la metafísica o de la mística–, sino de contradecirla, escribirla a contrapelo del sentido. 

Una paradoja da cobijo a la totalidad del libro en un recorrido que va del olvido al canto, a la palabra que inútil se nos pierde en el trajín del presente, pero es precisamente por medio de esa paradoja como la poeta logra apuntalar el edificio efímero de su escritura y así convertirlo en destino –palabra sobre la que volveremos más adelante–. En más de una ocasión escribe que la vida, la realidad, la existencia y nuestras preocupaciones, todo ello, serán, al fin de los tiempos, tan sólo palabras. Y, sin embargo, en el último poema del libro, «[Concédenos el silencio que nos llama]», antes de claudicar escribe, como implorando ante la ruleta rusa del destino, «que nuestro canto no sea tan sólo palabras», convirtiendo la escritura de Todo será tan sólo palabras en un canto que anhela nombrar una ausencia más allá del residuo de las palabras, donde las palabras, dúctiles por fin, aprehenden la realidad trascendida a la que nombran: «Nos inventamos / creemos estar aquí / don de todo ocurre. / El cielo las estrellas / los pájaros los árboles. / Creemos estar aquí / hasta que nos damos cuenta / la luz y la sombra / son una misma cosa / visiones de un sueño. / Y este poema será / tan sólo / el silencioso rumor / del viento». 

* * *

El poema siempre canta el instante, y los poemas de Todo será tan sólo palabras son un vivo ejemplo de ello. Sus poemas tienen raíz, precisamente, en un canto del presente que ya, desde su segundo poema anuncia y que luego, a lo largo de todo el poemario, reitera en repetidas ocasiones: «Es aquí, aquí es / donde todo lo que brilla / acaba alzando el vuelo». 

Todo es aquí, en el ahora, y el poema –todos los poemas, en verdad– son una oda al presen te, porque el presente siempre se va y lo que nos queda –que es tan sólo palabras– son los nombres de esa ausencia: «Entonces en ese silencio / el corazón recuerda: / y todo respira para volver a nacer / fluyendo», porque el poema es lo que al filo del pensamiento nos da el entendimiento para asumir la propia vida: «sé que estoy aquí aunque no comprenda / haz que despierte mira que el tiempo pasa». 

Un canto a la levedad, mística del instan te, porque la duración humana es aquí, es ahora, incluso cuando la voz y la palabra hablan del tiempo que se va, o del tiempo que ha sido, porque es ahora cuando nos percatamos de ello; porque sólo aquí, en esta página, en la piel del ahora, la vida es un don fugaz que apenas si podemos abrazar: «Esta vida / donde somos mortales / sin más / divertidos, rencorosos, pusilánimes / quejosos, humilla dos, resentidos / ultrajados, agraviados, heridos. / Este pasar / donde deseamos ser / y no somos nada / este breve instante / este pié lago en el mar donde nadamos / años y años sin comprender / que estamos aquí / tan sólo un instante». 

Convengamos que la escritura es la mínima expresión del cuerpo de quien escribe, y, al igual que la natación, por ejemplo, es una de las actividades que se pueden realizar con apenas menesteres externos al cuerpo mismo, como pueden ser la ropa o un soporte para escribir. 

Desde esta perspectiva, acaso la mayor cercanía de la lengua con el cuerpo reside en la palabra aquí, a la hora de nombrar o escribir; aquí linda con el cuerpo al ser una palabra vaciada de sentido; es casi una no-palabra des gastada por su pragmatismo, por su inmediatez de cosa, de instrumento funcional que demuestra un espacio cercano al átomo de lo indecible e irreductible: he ahí su etiqueta de «adverbio demostrativo» desde el lugar del cuerpo, del yo que nombra y se ubica en el universo, desde su ser cosa hecha al servicio de la acción. Por eso la primera parte del libro lleva por título «Es aquí, aquí es», como escribiendo detrás de la palabra aquí, que en el poema ya no basta para describir el lugar donde transcurre la vida: «He aquí el cuerpo / despertar cada mañana en el cuerpo / aquí los brazos / aquí las piernas la cabeza / la san gre fluyendo / los músculos / las palabras que lo nombran / sus arrugas. / Ésta es la tumba la torre / el hueco la raíz que muda / el prodigio la fuente / el centro / del universo» 

* * *

En casos como el que ahora nos ocupa, la poesía es esa escritura utópica que pretende escribir en el envés de la palabra. No podemos ocultarnos con las palabras, no podemos fabricar un manto de palabras que nos esconda, precisamente porque las palabras siempre muestran aquello que no esperamos: 

en ese murmullo 

palpita lo que hay 

que es y no es aquello que nombra.
 

Porque «en ese murmullo –la poesía– palpita lo que hay –el canto– que es y no es aquello que nombra –lo que permanece». Tres versos que acompañan al lector a una despedida, porque este libro es la fiesta de la vida: todo y nada fue verdad como cierra «[Y así recuerdo]»: 

Mas de pronto se hace silencio
entonces comprendo todo es
y no es y se enciende
cuando calla
para ser aún tiempo
memoria y olvido
plenitud y vacío.

Porque también es importante el silencio que propician las palabras del poema, con el fin de esbozar un pensamiento tras la palabra que nombra al borde de la plenitud que sólo quiere yacer en el aquí y en el ahora. Tras el abismo no es posible la palabra y, sin embargo, un remanente de sentido quiere seguir significando:

A veces ocurre que imagino
que es posible el poema
el poema digo si cuando todo es desnudo
y claro
cuando no son necesarias las palabras
cuando la espuma alcanza la arena
y me conduce a la orilla
de este instante 

* * *

Que el poema es pensamiento o, mejor, que el poema es una forma irreductible de pensamiento queda fuera de toda duda en este poemario. Quizás sea posible resumir una historia, un relato, una novela, un ensayo y conservar el sentido, pero resumir un poema es imposible y acaso la traducción es una de las demostraciones más patentes de que no se puede hacer: el solo hecho de eliminar la música original dispersa su sentido y distorsiona su verdad. O crea una nueva, una segunda verdad. ¿Cómo trasladar fuera del texto estas líneas, por ejemplo: «Anochecer / junto a las estrellas / en el cielo / he buscado el poema / he buscado el poema que quería escribir / la luna se escondía / la noche se mostraba / mas el poema no estaba allí»? Se trata, acaso, de una de las mejores descripciones de la poeta para referirse a ese texto que se encuentra más allá de las palabras y su sentido.

El creador no puede demostrar nada fuera de la lengua, ni fuera de la hoja de papel, y sin embargo puede cifrar el sentido de toda una vida en un instante en el que su voz descubre que está viva y que está aquí: «Mientras pasamos distraídos ausentes / en el bosque todo es sosiego y conformidad / vida desnuda sin más».

Así vemos cómo, desde su espectro de sentidos tanteados e insinuados, la voz poética de Todo será tan sólo palabras nos lleva a donde nace el poema, al manantial de la palabra. El poema es revelación de sí mismo porque «canta la ausencia que nombra»: «El poema / quisiera cantar / la espuma y la brisa / y aunque nada sabe / lo que desconoce / levemente acaricia. / Pues al nombrar calla / sólo así percibe / la luz en la noche / sólo así encuentra / en la arena la orilla / y el viento en las hojas. / Entonces canta / escucha en su canto / la ausencia / que nombra». […]


[Selección de poemas de Todo será tan sólo palabras]:



sucede en el poema 

que el poeta al escribir 

quisiera no decir 

que las palabras solas cayeran

en el verso. 

Quisiera el poeta en el poema

librarse del lenguaje 

de su incapacidad de nombrar.

Y como una paloma 

quisiera volar ligero y libre 

en el espacio vacío. 

Pero son las palabras 

lo que el aire a la paloma 

sin ellas no puede avanzar

ni sostener el vuelo

***

recordar

la quietud de un instante 

la noche de un verano 

la sombra de un amor 

Olvidar 

las palabras de un verso 

la oscuridad de una noche 

el amor que abandonamos 

Así resistimos 

siendo otros una y otra vez 

ésta es la música secreta el compás 

la posibilidad de desligarnos 

del deseo de ser.

***

concédeme, niña, tu mirada 

y aquel mar. 

No era el mar, sino su aroma 

en el cielo, en los árboles 

y aquella calle 

donde se reflejaba con su luz. 

Concédeme en el último momento 

tu corazón sagaz, 

su quietud en la brisa 

antes del imaginar, 

cuando los sentidos eran sólo uno. 

Entonces, quizás, puedas olvidar 

toda la audacia de las palabras gastadas 

y este poema.

***

ladran los perros 

los niños juegan en el patio 

bocinas suenan ambulancias 

camiones de basura 

y escribo palabras 

porque ya es tarde y

hoy es el día venidero y 

la vida pasa invisible y 

a pesar de las voces 

silenciosa 

entre las fuentes los ríos los bosques 

porque todo retorna y nada retorna

porque es hoy el momento 

intangible y puro.

***

qué se ha perdido 

en este milagro donde todo murmura

donde todo vibra 

contemplo el cielo sin nubes 

la levedad del viento 

el chirrido de las cotorras 

y parece que nada ha cambiado 

que todo es como al principio 

tan sólo yo aquí contemplando 

comprendo: nada perdura 

todo será sombra y ceniza 

pero aún rumorea el viento 

aún están las hojas abiertas 

aún respiro en este sosiego 

y escucho la música de las palabras 

aunque no comprenda

***

abandonaré las mañanas de este verano 

el cielo estrellado y fulgurante 

las tardes en el campo a caballo 

el follaje de los árboles 

abandonaré el canto de los pájaros 

me iré con el cuerpo y con el alma 

para preservar la transparencia de este instante

en la ausencia y la distancia 

y todo será tan sólo palabras.

Juan Pablo Roa Delgado
+ posts

juan pablo roa delgado (Bogotá, Colombia, 1967). Tras un viaje por Portugal e Italia (1993-1997), se estableció en Barcelona (España) en el año 2000, donde trabaja como editor. Ha publicado los libros de poesía Ícaro, (Bogotá, 1989), Canción para la espera (Bogotá, 1993), El basilisco (México, 2007) Existe algún lugar en donde nadie (Palma de Mallorca, 2011; Zaragoza, 2017) por el que obtuvo en 2010 el XXXV premio de poesía Vila de Martorell, Cuaderno del Sur, (Madrid, El Sastre de Apollinaire), Renga (Barcelona, Animal Sospechoso, en colaboración con Alberto Silva y Misael Ruiz Albarracín) y Este día, este momento (Zaragoza, Pregunta Ediciones, 2022). Ha traducido obras de las poetas italianas Amelia Rosselli (Poesías, Montblanc, 2004), Ana Maria Giancarli (Arqueología del presente, Madrid, 2013) y Antonella Anedda (Desde el balcón del cuerpo, Madrid, 2014). Es fundador y director de Animal Sospechoso (librería y editorial especializadas en poesía) y de la de la revista anual de poesía Animal Sospechoso de Barcelona. Asimismo, trabajó con Nicanor Vélez Ortiz en la Colección de Poesía y en la de Obras Completas del sello Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg de Barcelona entre 2000 y 2010.

Juan Pablo Roa Delgado

juan pablo roa delgado (Bogotá, Colombia, 1967). Tras un viaje por Portugal e Italia (1993-1997), se estableció en Barcelona (España) en el año 2000, donde trabaja como editor. Ha publicado los libros de poesía Ícaro, (Bogotá, 1989), Canción para la espera (Bogotá, 1993), El basilisco (México, 2007) Existe algún lugar en donde nadie (Palma de Mallorca, 2011; Zaragoza, 2017) por el que obtuvo en 2010 el XXXV premio de poesía Vila de Martorell, Cuaderno del Sur, (Madrid, El Sastre de Apollinaire), Renga (Barcelona, Animal Sospechoso, en colaboración con Alberto Silva y Misael Ruiz Albarracín) y Este día, este momento (Zaragoza, Pregunta Ediciones, 2022). Ha traducido obras de las poetas italianas Amelia Rosselli (Poesías, Montblanc, 2004), Ana Maria Giancarli (Arqueología del presente, Madrid, 2013) y Antonella Anedda (Desde el balcón del cuerpo, Madrid, 2014). Es fundador y director de Animal Sospechoso (librería y editorial especializadas en poesía) y de la de la revista anual de poesía Animal Sospechoso de Barcelona. Asimismo, trabajó con Nicanor Vélez Ortiz en la Colección de Poesía y en la de Obras Completas del sello Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg de Barcelona entre 2000 y 2010.