Es un golpe, estúpido
Leonel Arana
El autor es ciudadano estadounidense y miembro de la iniciativa Nicas por Biden.
Los medios de comunicación vuelven a fallarle a Estados Unidos al no calificar las acciones de Trump como lo que realmente son, un intento de golpe de estado. Un golpe desde arriba, un autogolpe, pero, aun así, un golpe.
Los medios estadounidenses no comprenden que el Gobernante pueda dar un golpe de estado eliminando los otros poderes para permanecer él mismo en el poder una vez finalizado su mandato o para asumir el poder absoluto.
La historia tiene decenas de ejemplos. Adolf Hitler dio un autogolpe en 1933. Acusó al parlamento de traición, le quitó el poder de legislar y se lo dio a sí mismo. El presidente del Gobierno alemán, intimidado, bajó la cabeza.
En 1993, Boris Yeltsin, presidente electo, se subió a un tanque para ordenar la disolución del Congreso de los Soviets, que había decidido continuar la reforma democrática de Gorvachev. Una vez cancelado el Congreso, el poder de Yeltsin se hizo absoluto y comenzó la Gran Piñata, la adjudicación de todos los bienes rusos a un grupo de ciudadanos particulares, prácticamente sin costo, iniciando la era de los oligarcas que continúa con Putin, heredero directo de ese autogolpe.
En Venezuela, Maduro también realizó un autogolpe desde la presidencia, para eliminar al Congreso. Sigue gobernando sin contrapesos.
El intento de autogolpe de Trump es clásico: se niega a aceptar la vigencia del proceso electoral, rechaza los resultados que le dieron el triunfo a Biden por un margen de más de 7 millones de votos individuales y casi 100 votos electorales, y exige que los Gobernadores y Secretarios de Estado de los estados Republicanos que ordenen a las legislaturas desobedecer la ley y declararlo ganador.
Trump ya ha cruzado los límites de la ley. Ha ido más allá de quejarse, está cometiendo delitos e incitando a otros a violar la ley. Debería ser llamado golpista y ser tratado como tal.