Historia breve del régimen sandinista
<< Prosa de prisa (diario de un nicaragüense en el extranjero)>>
La revolución sandinista bien podría situarse entre un título de Jean Paul Sartre y otro de Rimbaud: «La náusea» y «Una temporada en el infierno». El sandinismo pretendió revivir la mítica Edad de Oro y lo que produjo fue un baño de sangre.
El rencor, asegura el filósofo Friedrich Nietzsche, es atávico; el golpe más mínimo a la memoria colectiva que llevamos dentro lo revive para hacer de las suyas. Eso fue lo que sucedió en Nicaragua a partir de 1979. El resentimiento acumulado durante cuarenta años de dictadura desembocó en miles de Madame Defarge, que ajusticiaron a cuanta persona miraban a los ojos y en las que reconocían la cara de los Somoza. Estos ajusticiamientos sucedían sin previo juicio y al margen de las autoridades, que se hacían de la vista gorda. Esta era una de las funciones de los Comités de Defensa Sandinista.
El Servicio Militar Obligatorio fue el golpe mortal. Todo adolescente de 16 años debía ir a la guerra. Por las noches aparecían los militares a golpe de culata a llevarse a los jóvenes a la fuerza. Al final de la guerra entraban en los colegios y se llevaban a niños de 12 años.
Todo estaba orquestado por Cuba y el Kremlin. Por eso Reagan vio en Nicaragua una amenaza, pues mucho antes de que él enviara dinero a la Contra, Fidel Castro ya tenía en suelo nicaragüense a batallones de maestros y doctores para adoctrinar a la gente, mientras que Rusia armó a los sandinistas hasta los dientes antes de que la CIA metiera las narices.
Luego vino la caída total de la moral, esa por la que tanto Søren Kierkegaard y todos los moralistas abogaron: «la vía ética», que conduce a lo Eterno. Tras la derrota electoral en 1990, los sandinistas se horrorizaron al perder el poder y decidieron gobernar desde abajo. Confiscaron tierras, casas y edificios, en un acto de corrupción sin paralelo conocido como la Piñata. Muchos de ellos aún viven en las casas confiscadas y han hecho grandes negocios con los terrenos expropiados.