La Alaska española: la historia olvidada
María Teresa Bravo Bañón
“La historia es émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir”.
Miguel De Cervantes
Cada día veo por Discovery Max una serie sobre las familias que viven en Alaska: Alaska la última frontera. Sigo sus peripecias, su enorme imaginación para afrontar los problemas de la vida diaria viviendo como granjeros en una tierra maravillosa, hermosa, salvaje, pero muy hostil, que los convierte cada día en supervivientes. Entonces recuerdo que aquellas lejanísimas tierras fueron un día patrimonio español. Rastreando su historia, encontré a esos primeros colonos españoles, los primeros europeos en asentarse en aquellas tierras.
Esta es su historia olvidada y desconocida.
LA ESPAÑA DE LA ILUSTRACIÓN
En el último cuarto del siglo XVIII España se hallaba sólidamente asentada en California con sus Misiones, desde que Carlos III decidió ocuparla para contener el avance ruso, imprimiendo un nuevo impulso a su progresión en la costa del Pacífico, porque la amenaza rusa seguía latente, y porque era preciso confirmar o desmentir la existencia del mítico Estrecho de Anián, un paso marítimo que supuestamente conectaba el Atlántico con el Pacífico, y que las naciones europeas llevaban buscando desde el siglo XVI.
Y así fue como España acometió nuevas expediciones marítimas hacia el Norte, como la de Bodega, que en un pequeño esquife había llegado heroicamente hasta las latitudes de Alaska.
En 1774, una expedición marítima al mando del mallorquín Juan Pérez, y con instrucciones detalladas del Virrey de la Nueva España, Juan Antonio Bucareli, llegó a la Isla de la Reina Carlota y se aproximó a lo que hoy es el limite meridional de Alaska. En el transcurso de este viaje descubrieron lo que es la Bahía de Nootka y la isla de Vancouver. El 5 de mayo de 1789 el sevillano Esteban José Martínez, comandando las naves Princesa y San Carlos, tomó posesión de la Ensenada de Nutka, cuyo territorio pasó a formar parte del Virreinato de Nueva España.
Debido a que no se detectó la presencia de rusos, España dispuso entonces un parón de las expediciones durante los siguientes diez años, algo que sería letal para sus intereses. Porque el viaje de Cook «descubrió» para Europa la existencia de la costa pacífica norteamericana y su potencial en pieles de nutria marina, comercio sobre el que se lanzaron esas naciones.
El creciente cabotaje internacional en la zona decidió a Carlos III a consolidar los derechos españoles, y Esteban Martínez y Gonzalo López de Haro navegaron hacia el Norte, descubriendo finalmente no solo que Rusia pretendía establecerse en Nutka, sino que Inglaterra también quería fijar allí una base comercial.
Esto era intolerable para España, que encargó de nuevo a Martínez, esta vez con tropas, ocupar formalmente Nutka y desalojar a cualquier forastero. Llegados a la bahía, construyen el fuerte de San Miguel, se encuentran con dos buques privados norteamericanos, a los que Martínez libera, uno portugués y dos ingleses, que requisa sin miramientos, y apresa a sus capitanes. El conflicto con Gran Bretaña estaba servido.
CATALANES EXPLORADORES Y DEFENSORES DE LA SOBERANÍA ESPAÑOLA
“Nosotros no participamos de la gloria de nuestros antepasados, sino cuando nos esforzamos en parecérnosles”.
(Molière)
Desde los primeros momentos, la Corona quiso establecer un férreo control sobre todo lo concerniente al Nuevo Mundo con la intención de preservarse para sí el disfrute de sus riquezas, centralizando dicho monopolio en la ciudad de Sevilla, que pronto se convirtió en ‘puerta y llave del Nuevo Mundo». Un privilegio sevillano que se justificó en dos puntos básicamente: primero, en la exclusividad de los beneficios americanos para los súbditos castellanos, y, segundo, en la prerrogativa como único puerto de salida y entrada de todo el tráfico entre España y América,
según Esteban Mira Caballos de la Universidad de Sevilla en su libro Los prohibidos en la emigración a América (1492-1550).
La controversia en torno a si los aragoneses, en los primeros momentos del Descubrimiento, podían beneficiarse de las riquezas del Nuevo Mundo en igualdad de condiciones con los castellanos es muy antigua, remontándose a los primeros años del periodo colonial, y llegando la discusión historiográfica, incluso, a nuestros días. En el mismo siglo XVI Antonio de Herrera y Gonzalo Fernández de Oviedo sostuvieron que las nuevas tierras descubiertas tan sólo se incorporaron al Reino de Castilla, alegando que fueron ellos y no los aragoneses quienes las descubrieron, y haciendo llegar esta situación hasta la muerte de Isabel de Castilla, en 1504.
En honor a la objetividad, debemos decir que no ha aparecido ningún documento Real en el que se prohibiese la entrada de aragoneses. Sin embargo, pensamos que tal documento no se expidió expresamente, al darse por supuesta que las Indias eran propiedad exclusiva de la Corona de Castilla, de la misma manera que tampoco han aparecido en los primeros momentos de la colonización reales cédulas vedando la entrada a genoveses o a ingleses y, sin embargo, les estuvo igualmente prohibido.
Todavía en 1536 se notaban ciertos recelos de los castellanos hacia los aragoneses, según se deduce de un hecho ocurrido en Tierra Firme, cuando los castellanos se levantaron contra la tiranía de un capitán aragonés. Este suceso lo describió el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo con gran agudeza, como se puede observar en las líneas siguientes: «…Y que no querían ser mandados de un aragonés. Y a este propósito había otras palabras mal dichas y desacatadas; porque los soldados de cuan grande o pequeña calidad que sean no han de dejar de obedecer al capitán que el Príncipe y su Rey y Señor natural les daba, porque sea aragonés, ni escocés, ni de otra cualquiera nación…»
En definitiva, los aragoneses, aunque presentes de hecho en las Indias desde prácticamente su descubrimiento, legalmente nunca gozaron de los mismos privilegios que los castellanos y leoneses,
Todo cambia con el cambio de dinastía cuando los Borbones, con Felipe V, asumen la Corona española. Hay una importante rectificación de la política colonial española por los monarcas de la Casa de Borbón, impulsada sobre todo por Carlos III, que permite a los súbditos de la Corona de Aragón disfrutar de cargos en América; gran numero de ellos se ponen al servicio de la monarquía española su tesón y conocimientos.
Por eso comenzamos a encontrarlos en América a partir de este reinado y, concretamente, los primeros años de la historia de California se alimenta de ellos: Fra Juniper Serra, Gaspar de Portolá, Pere Fages, Miguel Constansó (ingeniero), el piloto mallorquín Joan Pérez – que durante muchos años dió su nombre al canal al N.de la isla Reina Carlota (actualmente Dixon)- Fra Crespi, Palou, Font, Pere Prat de Montpellier (cirujano de S.M.), Soler, Alberni, Moragues, Romeu, Jorba, Picó, Rivera i Montcada, natural de Celaya, aunque de padres mallorquines, y tantos otros. Además, hacia mediados del siglo XVIII, lograron coincidir en la Nueva España diversos grupos de catalanes, entre los que destacaban ciertas personalidades integradas al gobierno real, algunos comerciantes, un buen numero de frailes franciscanos y el mencionado contingente militar comandado por experimentados oficiales que formaban la Compañía Franca de Voluntarios de Cataluña al mando del Capitán Callis, contándose entre ellos Pere Fages, Esteve de Solá, Antonio de Pol, Nicolau Soler y Pere Alberni, destacado este ultimo en la colonización de Nutka, Nuca o Nootka.
Muerto Carlos III, el nuevo Virrey de Nueva España, el conde de Revillagigedo, ordena reforzar el asentamiento de Nutka y la soberanía española en la región. El capitán Salvador Hidalgo, al mando de los Voluntarios de Cataluña, costea por el litoral de Alaska, bautiza un paraje como Valdés, y en el fondeadero de Puerto Córdova desembarca, se alía con los nativos y el 3 de junio de 1790 toma posesión de Alaska en nombre del Rey de España. El Imperio español alcanza así su máxima extensión histórica.
La Compañía de Voluntarios de Cataluña fue fundada en Barcelona en 1767 y destinada a Nueva España por su valor ante “la belicosidad de algunas tribus indias”. Sus jefes y soldados procedían, según su reglamento, “con preferencia de Cataluña, admitiéndose en su defecto de las demás provincias de España y Europa”. Su comandante, Pedro Alberni, de Tortosa (Tarragona), llegó a establecer la soberanía española en Alaska.
Tras llegar a actual territorio de EEUU se encontraron con otra unidad de ultramar catalana: los Fusileros de Montaña. Un par de años después, exploraron la Alta California (actual estado de California), colaboraron en la construcción de San Diego y Monterrey y formaron parte de la expedición que descubrió la Bahía de San Francisco. A finales de agosto de 1789, la primera compañía estaba asentada en su base de Guadalajara (hoy, en México) cuando se recibieron órdenes de que se preparasen para una expedición al Pacífico Noroeste, bajo el mando del capitán Albemi.
El 2 de enero de 1790 los soldados catalanes se dirigieron hacia el bastión más remoto de España en Norteamérica, a bordo de la fragata Concepción, y el 3 de febrero partieron hacia Nutka (hoy Nootka), donde anclaron el 25 de marzo.
La misión encomendada por el Virrey de Nueva España Manuel Antonio Flórez Maldonado era restaurar y asegurar el Fuerte San Miguel, para reclamar el territorio como suyo, frente a las pretensiones de Gran Bretaña. Para cumplir el encargo, 80 aguerridos catalanes desembarcaron y trabajaron en la mejora de barracones, empalizadas y plataformas de los cañones.
Gracias a estas labores, que no fueron realizadas en las mejores condiciones climatológicas (hacia mediados de abril) dominaba la entrada a la Ensenada de Nutka, desde una posición dominante, en lo alto de una isla rocosa, alta pero pequeña, una batería de artillería.
Los Voluntarios de Cataluña se convirtieron así en la primera unidad militar europea instalada en lo que hoy es la Columbia Británica, a la que, según el militar y escritor José Antonio Crespo-Francés (autor de Españoles Olvidados de Norteamérica) algunos canadienses críticos desean renombrar como Columbia Española.
Pese a las lluvias y al frío, los miembros de la compañía se atrevieron a realizar singulares y arriesgadas misiones de exploración a latitudes más septentrionales. Cuando llevaban un año en Nutka, se encontraron una mañana de verano con la visión de barcos que lucían la bandera de España adentrándose en la bahía. Eran las corbetas Atrevida y Descubierta, de la Expedición científica de Alejandro Malaspina, con la misión de encontrar el legendario Paso del Noroeste, que se suponía unía los océanos Pacífico y Atlántico.
El Viaje científico y político alrededor del mundo, más conocido como Expedición Malaspina o Malaspina-Bustamante, fue una expedición financiada por la Corona española en la época ilustrada. La expedición se prolongó a lo largo del periodo entre 1789-1794, recorriendo la costa desde Buenos Aires, a Alaska; más las islas Filipinas, Marianas, Vavao, Nueva Zelanda, llegando hasta Australia.
En 1794 la expedición regresó a España habiendo generado un ingente patrimonio de conocimiento sobre Historia natural, cartografía, antropología, etnografía, astronomía, hidrografía, botánica y medicina…todas ellas ramas de conocimiento de gran importancia, así como sobre los aspectos políticos, económicos y sociales de estos territorios.
Durante su estancia en el fuerte de los catalanes, el dibujante y cronista expedicionario Tomás de Suría realizó algunos dibujos de los soldados, que parece que preferían la tradicional barretina antes que el sombrero de tres picos que marcaba el código de uniformidad.
Pedro Albeni llevó un registro periódico de las temperaturas del lugar e hizo una recopilación de palabras nativas con su equivalente en español. Sus anotaciones fueron empleadas por José Mario Mociño, naturalista y cronista de Nutka, y por el conocido marino y científico Alejando Malaspina. Es conocida también su gesta en 1791, cuando exploró el Pacífico Norte junto a Manuel Quimper.
Tal y como nos indica el historiador Fernando Suárez: “… Los marineros y militares españoles no solo prestaban servicio a su patria en los campos de batalla y bajo el fuego de los fuertes y cañones enemigos, sino que su labor iba mucho más allá y, con frecuencia, abarcaba materias alejadas de los escenarios bélicos”.
Después de dos años de desempeño en Nutka, Alberni fue llamado por el Virrey Revillagigedo, a México, donde recibió su nombramiento como Gobernador y Comandante de Armas del Fuerte de San Miguel.
EL CONVENIO DE NUTKA
Mientras tanto, había crecido la indignación británica sobre los apresamientos de Nutka, que a punto estuvieron de provocar una guerra internacional, con España y Francia de un lado e Inglaterra y Holanda de otro. De hecho, España y Gran Bretaña se prepararon para la guerra, que Inglaterra, ya una potencia marítima, deseaba fervientemente para desmantelar la presencia española en la costa pacífica norteamericana, y apoderarse de sus recursos, en especial la pesca y el comercio de pieles.
Al final, Inglaterra consiguió sus objetivos, no por las armas, sino por los despachos. España buscó la negociación, consiguiéndola a un alto precio, el de desmantelar su fuerte de Nutka y liberar el tráfico marítimo en la zona. El convenio se firmó en 1791, pero tardó cinco años en ejecutarse. España arrió su bandera en Nutka y desmanteló el fuerte San Miguel. Alaska y la costa pacífica quedaron como zona libre de soberanía, y poco después los Estados Unidos se harían con ella.
En junio de 1794 la Compañía abandonó Nutka, volviendo a San Blas. El fuerte español en Alaska más tarde pasó a control británico. Los voluntarios catalanes continuaron sirviendo en California y después en Nueva España.
Queda un último apunte: Rusia pretendía anular a España de California y de toda la costa, como propuso el comisionado Rezanov al Zar: «todo el país puede convertirse en parte integral del imperio ruso». España frenó a Rusia, que de haber ocupado la ubérrima California no la hubiera abandonado, ni vendido como hizo con la gélida Alaska. Y por eso, los Estados Unidos deben agradecer a España poseer hoy la soberanía sobre California.
Aún quedan topónimos en Alaska como –Valdez, Cordova–, que recuerdan que un día tuvo soberanía española. El marino Francisco de Eliza llamó Canal de Alberni a una de las calas de la Isla de Vancouver, en honor al militar catalán junto al que sirvió. En 1861, el capitán británico George Henry Richards bautizó a una de las poblaciones de la Isla de Vancouver, comunicada con el Pacífico por el canal antes citado, con el nombre de Port Albeni.
Fuentes
Españoles olvidados de Norteamérica
http://actashistoria.com/titulo.php?go=2&isbn=978-84-9739-155-9
https://es.wikipedia.org/
https://www.abc.es/cultura