La élite pactista electorera y el pueblo nicaragüense: dos mundos separados y lejanos, dos aspiraciones en conflicto
Koldo
La conmoción causada por el estallido en pedazos de la falsa oposición solo tiene eco en las élites, en ese pequeñísimo porcentaje de usuarios de Facebook de clases alta y media, ex alumnos de colegio privado. El impacto no ha calado en el pueblo, el pueblo llano que hizo Abril, ese gran porcentaje que malvive con menos de dos dólares al día, que padece los niveles de desnutrición más altos de Centroamérica, que no tiene acceso a la justicia ni a un sistema de salud digno de ese nombre, mucho menos a las “llamadas que resuelven”.
De estas se ufanaba Chano Aguerri tras las reformas que pactó el gran capital con Ortega en el 2013/14 para dar un barniz de institucionalidad a la corrupción corporativista y al Estado Clientelar puro y duro, maquillado bajo el seudónimo de “modelo de diálogo y consenso”. “Llamadas que resuelven”, “modelo de diálogo y consenso” son ejemplos de la magistral manipulación del lenguaje que caracteriza a los representantes del alto empresariado, y a la que ahora recurren nuevamente para intentar disimular la búsqueda de un pacto que reedite el modelo bajo la frase ambigua de “aterrizaje suave”. Pero la gente, el pueblo mayoritario, no ha tragado la falsedad endulzada con frases de maquillaje, así todo el aparato de manipulación que intenta convertir al dictador de turno en único chivo expiatorio, para reeditar el corporativismo, no les ha funcionado. Esto lo demuestran las recientes encuestas y sondeos, uno de ellos con más de 700 mil participaciones en un país de poco más de seis millones.
El problema es que esa élite, sometida a los intereses de los que se quedaron con el botín de las piñatas, de todas esas fortunas que nacieron con la repartición de las propiedades de la CORNAP bajo la sombra del “Pacto de transición de 1990”, y que se nutre de la savia mal habida del Cartel de los Soles y demás chanchullos del ALBA, y ya no digamos, del burro amarrado contra tigre suelto que es ese pueblo sangrado por ELLOS, amarrado por el dictador de turno, el capataz que ahora se les fue arriba.
La élite quiere evitar a toda costa que Nicaragua cambie. Esa es la raíz del problema. Quieren reeditar el modelo con un pacto electoral que relegitime todas las estructuras de la dictadura y así salvar el botín, su botín.
Conste, que creo que muchos de los que aplauden el azul celeste hay (o hemos) sido manipulados, y no hay por qué dudar de la buena fe de alguien solo por haber caído en la trampa. Pero el más de medio millón de nicaragüenses que dicen NO al pacto en sondeos de dos días, dice claramente que la cantaleta del “entendámonos”, de concentrémonos en lo que quiere o no quiere, le gusta o no a Ortega, y en la falacia de la “unidad” (recurso para manipular a la gente), no les ha funcionado.
La falacia de la unidad, con tergiversaciones históricas como sostén, al igual que el apego a la legalidad fabricada por la dictadura, se ha convertido en uno de los ejes de la manipulación para salvar sus propias estructuras. No es verdad que fuera la separación de Montealegre de Rizo lo que le devolvió la presidencia a Ortega, quien por cierto ya detentaba una gran cuota de poder gracias al Pacto de transición del 90.
Fue más bien el control del aparato electoral y los respectivos pactos, de ambos, Montealegre y Alemán, con Ortega, un verdadero baile de intrigas, lo que le devolvió la presidencia al capataz.
Estos son pactos ya confesos por algunos de los presentes, en donde acordaron entre otras cosas, dejar un bien calculado nueve por ciento de los votos sin contar, para que fuera Montealegre, el delfín de los grandes empresarios (de esas fortunas que se formaron con las piñatas), la “segunda fuerza política”, a cambio de más diputaciones para las fichas de Arnoldo Alemán, quien estaba traicionando a su propio candidato.
A quien quiera saber cómo fue la movida bendecida por Trivelli, embajador yanqui de ese entonces, que dicho sea de paso era menos torpe que el actual, aunque no lo suficiente como para evitar que los viejos zorros de la política criolla terminaran envolviéndolo, que busque las publicaciones de la era en una hemeroteca, o lea “Confesiones de un vicario”. Verá que en aquel entonces, como ahora, los zorros supieron torcer razones y promover la salvación de las estructuras de la dictadura como “condición ineludible”…
Si aquí el dilema es simple: salir de la dictadura o transar con la dictadura, ir a Masaya o quedarnos en Acahualinca, REFUNDAR NICARAGUA o REEDITAR EL CORPORATIVISMO y lo que ha frenado ese pacto camuflado con la ambigüedad ridícula de “aterrizaje suave”, es la evidencia pública, definitiva, indudable (gracias a la tecnología actual), de los horrendos crímenes con los que se realizó la operación limpieza o “el quemar etapas” como le llamó la élite, entonces como ahora, empeñada por medio de sus operadores, en neutralizar voces críticas catalogándolas de “extremistas o divisionistas”; aunque para otros, para esa gran mayoría que rechaza los pactos, los “extremistas o divisionistas” son más bien ciudadanos que se mantienen firmes y no renuncian a la búsqueda de un verdadero cambio.
Pero no hay que equivocarse, pese al recorrido de estos actores, no se debe a su sola sagacidad u habilidad política cada pacto de viejo y nuevo cuño, ni su perniciosa permanencia en la política nacional, sino más bien, a que desafortunadamente se trata de interlocutores animados por una agenda mezquina, presos de su propio precio, mismo que ha sido proporcional al tamaño de su moral. Estos políticos, incapaces de una apuesta y una mirada de largo alcance, sucumben arrastrados por sus pequeñas agendas, a diferencia de tantos jóvenes que ofrecieron sus cortas vidas por una apuesta de mayor y más ambicioso alcance, por todo un país, por un nosotros.
Y esto, el pueblo lo sabe.