Lecciones esenciales de una hora negra

Fidel Ernesto
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…tenemos que pensar por nosotros mismos, sin creer en profetas de periódicos, twitter, o platós de televisión…

Cuando dijimos que donde atacara Ortega, ahí era que tenían que ir los votos, dejamos que Ortega atacara donde quería, y le dimos el poder de configurar su tabla de juego… Cuando dijimos que la “Chayo no pasa de mayo” y cuando Michael Healy del Cosep dijo del diente al labio que “iban a sacar tractores”, nos mentimos a nosotros mismos y causamos desilusión entre nosotros…

Cuando dijimos que “los tenemos locos” y que “vamos ganando” Ortega subió la parada, miró las cartas y se adueñó de la ruleta por medio de diálogo y represión; mientras tanto, nos convencíamos a nosotros mismos que las declaraciones diarias de los tertulianos politiqueros eran verdad, y no sendos errores y alegrones de burro utilizados para seguir manteniendo su audiencia…

Cuando pensamos que la OEA, el diálogo y las elecciones iban a ser el remedio para salir de toda la crisis, vimos cómo se caía la careta de Almagro, y vimos a los estudiantes que al inicio de la crisis exigían rendición y ahora sólo piden el voto para una casilla contaminada y manipulada desde el Consejo Supremo Electoral y el Cosep….

Cuando, desde los editoriales de La Prensa, de Confidencial, de El Nuevo Diario, desde los tweets de diplomáticos gringos o europeos y desde los comunicados de las organizaciones de oposición pedían elecciones, diálogo, salidas dignas, aterrizajes suaves, “volver” al Estado de Derecho y reformas electorales, al mismo tiempo que pedían fuego y palo para radicales, angoras y divisionistas… pues ahora el tiempo muestra claramente de qué sirvió toda esa propaganda: Confidencial expropiado, la candidata de La Prensa detenida, El Nuevo Diario cerrado y la OEA dormida en los laureles secos de continente que entra a otro siglo de dictaduras…

Por eso, a estas alturas tenemos que pensar por nosotros mismos, sin creer en profetas de periódicos, twitter o platós de televisión; necesitamos analizar y leer la realidad tomando en cuenta muchos factores, pero principalmente sin obviar lo que Goethe exigía a todo el que quisiera hablar de Roma: el argumento histórico, sin el cual toda frase, todo discurso, toda campaña, todo comunicado, y toda la saliva que salta de la boca de los políticos termina siendo una llamarada de tusa.

Poner la confianza en nosotros, devolver al pueblo su poder auto-convocado, su poder de autoconciencia, de autocrítica, de eso que Hegel llamaba la conciencia de sí, de lo que somos y hacemos en el recorrido histórico y absoluto del espíritu de nuestro tiempo, el que vamos heredando de otros y para los otros, para los que vienen, para no heredarles una forma de ver la política sin proyecto, sin plan, sin programa y desprovista de todo sentido de futuro y progreso; para no heredarles una política de casillas, candidaturas, nombres, camisetas y curules, sino una política nueva, alternativa, auto-convocada, hecha por quienes la sufren y la viven, no por las mafias…

Cuando dijimos que donde atacara el régimen ahí tenían que ir los votos, en realidad lo que hicimos fue dejarles a ellos, a los que reciben y cuentan los votos, que hicieran lo que quisieran, que nos siguieran viendo como masas amorfas de votantes cada cinco años de partidos mafiosos y corruptos, y no de personas que independientemente de votos, partidos o ideologías se hagan cargo de su futuro y se apropien del presente que nos toca vivir y que se nos va entre los intereses de la mafia, Washington, Rusia, las multinacionales y el narco.