La normalización de la dictadura y el camino adelante. La lucha continúa
La semana pasada, la Unión Europea anunció que relajará las sanciones a la dictadura de Nicaragua. A la par, en una reunión diplomática en Managua, a la que asistieron delegados del gobierno de Ortega, anunció que iniciará una fase renovada en sus relaciones con América Latina. Algunas personas, sobre todo varias que viven viajando a entrevistarse con funcionarios y políticos europeos, pegaron el grito al cielo, alarmadas. Algunos nicaragüenses que viven en Europa hablaron de escribir cartas al parlamento europeo. Pero es demasiado tarde, la relajación de las sanciones de la comunidad europea es el último clavo en el ataúd del cadáver de la esperanza que algunos dicen tener en la comunidad internacional para solucionar nuestros problemas. Hasta ahí nomás llegó la esperanza. De esa manera la comunidad internacional que tanto fascina a algunos y en la que tanta ilusión ponen, deja en claro a quienes no lo sabían, que los cambios en Nicaragua corresponde hacerlos a los nicaragüenses y que lo que ocurra con nosotros no es asunto de su incumbencia.
La Unión Europea solo está siguiendo los pasos de los Estados Unidos, que es quien define las políticas de occidente en esta parte del mundo, en la división de áreas de influencia de las potencias. Estados Unidos, desde hace ya un buen tiempo, ha aceptado convivir con Ortega y por esa razón nunca utilizó los mecanismos de los que dispone para hacer presión sobre la dictadura y obligarla a actuar del modo en que a los llamados líderes de la falsa oposición les habría gustado, esto es, quitando a Ortega para ponerlos a ellos. Estados Unidos ha normalizado al régimen de Ortega, es decir, lo ha aceptado como gobierno legítimo de los nicaragüenses y Europa solo sigue sus pasos.
La normalización de la dictadura frente a la comunidad internacional no es algo que ocurre de pronto, es un proceso que empezó desde el mismo momento, en el 2018, en que la falsa oposición promovió ir a dialogar con la dictadura en lugar de seguir presionando para echarla abajo. Fueron a hablar con ella como si no hubiesen sabido —y lo sabían pues lo estaban viendo— que se trataba de una dictadura asesina. Trataron entonces a la dictadura y han seguido haciéndolo desde aquel momento, como si la dictadura fuese un gobierno normal y no el régimen criminal que es. Lo hicieron otra vez cuando fueron a hablar con ella en aquel segundo burdo teatro de diálogo. Siguieron haciéndolo cuando quisieron ir a elecciones con la dictadura y bajo sus reglas, con Ortega como candidato, pues como dijo una señora que aspiraba a ser candidata a la presidencia “Ortega tiene derecho a ser candidato como cualquier otro nicaragüense”. En su ambición, trataron a Ortega como a una persona normal, no como al dictador criminal que es, y Ortega los mandó a encarcelar. El monstruo que creían poder apaciguar se volvió contra ellos.
Usted pensaría que cuando tiempo después el dictador los sacó de la cárcel, los subió a un avión, los desterró a Estados Unidos y les arrancó la nacionalidad, estas personas habrían aprendido la lección y se habrían dado cuenta de que no pueden tratar al gobierno de Ortega como si fuese un gobierno normal, pero no fue así. Pocos días después de haber llegado ya empezaban a hablar de diálogo y de ir otra vez a elecciones con Ortega en el 2026.
Seguramente estas personas no son estúpidas y el tratamiento normal que dan a la dictadura es en obediencia a los dictados de funcionarios del Departamento de Estado de los Estados Unidos encargados de poner en práctica las políticas de su gobierno. Quien paga la fiesta elige la música y por eso, estos funcionarios instruyen a la falsa oposición a no hacer mucho escándalo, a hacer planes para un futuro más lejano, a no enturbiar las aguas, a esperar al 2026. La falsa oposición escucha y obedece.
El gobierno estadounidense, sobre todo en el año electoral en que ya se encuentra, no quiere disturbios en su patio trasero. Ya tiene suficientes problemas enfrentando la guerra que Putin hace a Ucrania y más recientemente, apoyando a Israel en el genocidio que este lleva a cabo sobre el pueblo palestino, en un momento en que la democracia estadounidense se encuentra en peligro inminente frente a un movimiento que busca acabar con ella y que dirige un expresidente que ya intentó una vez dar un golpe de estado.
Las sanciones que ahora se relajan y terminarán por desaparecer ¿han servido de algo? La respuesta es simple: ni las suaves sanciones impuestas por los Estados Unidos, ni las aún más débiles impuestas por la Unión Europea han hecho avanzar ni un centímetro la lucha por la liberación de Nicaragua. Las prohibiciones impuestas a funcionarios de la dictadura para viajar y efectuar operaciones financieras, solo lograron que los afectados viajaran a otros destinos para sus vacaciones y consiguiesen testaferros para encargarse de poner su firma en sus documentos. Además, se suponía que a la par de las sanciones, la falsa oposición realizaría acciones destinadas a derrocar a la dictadura, pero estas nunca se produjeron pues esta gente no busca derrocar a la dictadura.
Usted se preguntará ¿por qué no fueron nunca más fuertes las sanciones? Recuerde usted que mientras en el 2018 el pueblo se enfrentaba a la dictadura en busca de su liberación, la oligarquía cabildeaba en Estados Unidos para que no se impusieran sanciones a Nicaragua. Recuerde usted, que Mario Arana, delegado de la oligarquía y miembro prominente de un grupo de personas de distintas proveniencias que usurpó la representación de la oposición, confesó sin tapujos que no quería sanciones para Nicaragua, que estas no eran convenientes. Vale también recordar la decidida defensa que Humberto Belli, que fuera ministro del gobierno de Chamorro, ha hecho del ejército en más de una ocasión, llegando a decir que el pueblo ha sido injusto con el cuerpo armado. Apenas hace unos días, en un programa televisivo, José Antonio Peraza, vocero de Monteverde, una agrupación de la falsa oposición, se mostraba espantado ante la idea de desmantelar el sistema de poder de la dictadura y defendía a capa y espada la permanencia del ejército si se logra desplazar del poder a los Ortega Murillo.
La oligarquía y la falsa oposición han abogado siempre porque no se impusiera fuertes sanciones a la dictadura y porque no se sancionara al ejército y tuvieron éxito al evitar que se produjesen sanciones más fuertes. Si se hubiese sancionado al ejército se habría puesto de rodillas a la dictadura. Pero la falsa oposición no quiere poner de rodillas a la dictadura, quiere, si acaso, sustituir a los Ortega Murillo y ponerse al frente del sistema de poder que sostiene y sustenta a la dictadura y para eso necesita del ejército, para enfrentar la resistencia, que seguramente encontrarán, de un pueblo que desea y necesita profundas transformaciones que ellos no están dispuestos a efectuar.
Sin embargo, aunque no sirvieron para nada al pueblo de Nicaragua, las sanciones no fueron del todo inútiles. Las de Europa, que fueron conseguidas gracias a las gestiones de la diáspora nicaragüense, aunque la oposición viajera haya tomado el crédito, sirvieron a los parlamentarios europeos para subir su perfil. Esas sanciones junto a las de Estados Unidos sirvieron a la falsa oposición para fingir que hacían algo, para llenarse la boca diciendo que sus gestiones tenían éxito, y sirvieron a los gobiernos que las impusieron para fingir que hacían algo por Nicaragua. Por último, a quien más sirvieron fue a la dictadura, pues le dieron una excusa para despotricar contra el imperialismo yanqui y europeo y echarles la culpa de todos los males que el país atraviesa.
Con las sanciones suspendidas ¿qué cambia para nosotros? Puede cambiar mucho, si es que estamos dispuestos a cambiar. Ahora puede verse que la estrategia seguida no rindió los frutos que la oposición viajera decía que produciría y es hora de cambiarla. Ha quedado en evidencia que esa burocracia internacional que la oposición viajera llama “comunidad internacional” no moverá ni un dedo por nosotros y no sustituirá el trabajo que los nicaragüenses mismos debemos realizar si queremos liberarnos de la dictadura. Los Nicaragüenses Libres hemos dicho hasta la saciedad que si se quiere salir de la dictadura y empezar a andar hacia la revolución democrática, hay que entender que no se conseguirá viajando a la capital estadounidense y pasando de una a otra capital europea, para entrevistarse con políticos que tienen un interés propio, que no necesariamente coincide con el interés de los nicaragüenses. Hemos dicho que hay que enfocarnos en organizar un movimiento popular democrático dentro de Nicaragua, apoyado por los nicaragüenses en el exterior, pero también que cuente con la solidaridad de los pueblos del mundo, que debemos trabajar para despertar esa solidaridad pues es a los pueblos y no a los políticos, a quienes debemos apelar y ganar para la causa de la liberación de nuestro país. Todos esos recursos que ahora se utilizan en pasajes de avión, en hoteles, en transporte, en salarios y viáticos, pueden ser destinados a apoyar el trabajo de los luchadores a lo interno del país. La oposición viajera no puede seguir escapando a la realidad, la liberación de Nicaragua se va a efectuar en Nicaragua y no en otra parte.
Ahora sabemos que estamos solos en esta lucha y es bueno que lo sepamos, para no hacernos falsas ilusiones, para no seguir soñando que alguien vendrá a rescatarnos. Si queremos libertad debemos luchar por ella. Sabemos, pues hemos visto y sentido su fuerza, la última vez el 18 de noviembre, que nuestro pueblo es capaz de conseguir por sí mismo su libertad.
Es hora de abandonar las esperanzas, si aún las hubiera, puestas en la falsa oposición, pues ya han demostrado una y otra vez su incapacidad, y mirar hacia nosotros mismos buscando entre nosotros a los líderes que nuestro país necesita. Los liderazgos no son accidentales, son creación del mismo pueblo y surgen en el momento en que se hacen necesarios, pero no nacen espontáneamente, se producen en el trabajo diario. Los nuevos liderazgos tienen que encontrarnos trabajando en la tarea de liberar a nuestro país, destruyendo poco a poco, cual si fuésemos comejenes, los cimientos de la dictadura.