Libro de familia, de Roxana Popelka

por Aníbal Cristobo

Voy a empezar haciendo una afirmación sobre Libro de familia, el libro de Roxana, una afirmación sencilla, y es la de que se trata de un libro heterogéneo, compuesto por materiales diversos, pero también diverso en sus abordajes, en los modos de crear sus narrativas, en los puntos de vista, en la utilización del montaje, en el uso o no de una primera persona, etc. Y este primer hecho, el de estar frente a un dispositivo en cierto modo múltiple, descentrado, que no tiene una única consigna procedimental, me servirá de excusa para valerme también de algunos materiales heterogéneos a la hora de abordar el libro, de pensarlo como lector.

¿Qué materiales son estos de los que me quiero valer? Una cita, un chiste y un documento oficial. El documento, como alguien podría imaginar, es justamente el libro de familia, ese cuadernillo con el que este libro de Roxana Popelka se mide, en cierta en forma, y que ya de entrada nos sorprende por su parecido formal en lo que tiene que ver con las dimensiones. Ese documento que afortunadamente ha dejado de ser obligatorio es de algún modo un fondo contra el que se recorta el libro de Roxana, que, como primer contrapunto, no proviene de un gesto oficial, burocrático, impuesto, sino que nace de su libertad creativa. Esto apenas como primera diferencia fundacional. Pero ya volveremos sobre esto, sobre este documento.

Veamos entonces la cita. Es una cita que me leyó Claudia Caparrós, que viene de un libro de Vivien Gornick, que a su vez la toma de Willa Cather. Y Willa Cather dice lo siguiente sobre las familias: «la simple lucha por tener algo propio, por ser uno mismo, crea un elemento de tensión que mantiene a todos sus miembros casi en el punto de rotura […] hasta en las familias más armónicas hay una doble vida: la vida de grupo, que es la que podemos observar en la casa de cualquier vecino, y por debajo de ella otra –secreta, apasionada, intensa– que es la vida real que imprime su sombra en los rostros y da carácter a las voces de nuestros amigos. Cada uno de los miembros de esta unidad social está pensando constantemente en escapar –parece realmente que Cather dijera esto con el libro de Roxana en mente–, en huir, intentando rasgar la red con que las circunstancias y sus propios afectos los han ido envolviendo. Vemos que las relaciones humanas son la trágica necesidad de la vida humana, que cada ego pasa la mitad de su tiempo ansiándolas y la otra mitad intentado escapar de ellas».

Todo esto que dice Cather, además de ser brillante y devastador, y muy cierto, tiene muchos puntos en común con este libro, creo yo – entre otras cosas, en los relativo a esa tensión, a esas fuerzas que por una parte sujetan a los individuos, a través de la ficción de una familia, hacia dentro de una convivencia, de un grupo social, como dice Cather, de ese sistema al que Roxana retrata en este libro; y por otra los hacen querer huir: («mamá pensando por segunda vez / dejo a la familia y me voy», dice Roxana) los proyectan hacia los tiempos y los espacios en los que no eran parte de esa trampa, hacia las zonas de sus vidas que no tienen en común con el resto de los integrantes. Y por eso es tan brillante este gesto de Roxana, de hablar de los integrantes de la familia en relación a esas temporalidades: la madre cuando era madre, el padre antes de ser padre, el hijo cuando todavía era hijo, la hija cuando todavía era hija –quitando esencialidad a esos vínculos también. Vínculos como los de madre/hija, que estamos acostumbrados a imaginar como definitivos, y que quedan ahora en entredicho, como si pudieran de algún modo resignificarse.

En todo caso, lo interesante es que Roxana nos hace prestar atención a esa suerte de conjunción de elementos que se tiene que dar para que podamos tener un libro de familia y veamos a todos los integrantes juntos en la foto, que en su caso es una foto por escrito, aunque también incluya imágenes. Esa pirueta que estamos tan acostumbrados a ver en los álbumes familiares, en la que cada uno tiene que estirar el cuello, el otro torcer la columna, uno arrodillarse, el otro encogerse, etétera, para poder aparecer juntos en la imagen, en una metáfora muy clara de lo que eso implica en la vida real desde el punto de vista de la libertad y el deseo de cada quien, como recién leíamos en Cather. El libro de Roxana, por cierto, también se hace eco de ese escorzo familiar ya desde la cubierta, aunque desde luego lo hace de una forma muy provocadora, porque en lugar de ver a los cuatro integrantes de la familia que aparecen en sus páginas, vemos a tres mujeres, ejecutando de modo sincronizado un paso que tiene bastante de cómico, de antinatural, pero que también nos permite pensar en otras familias posibles, en otras afinidades más allá de lo consanguíneo. Esas mujeres desafían el estatuto patriarcal de la familia de una forma que parece gozosa, es decir que se rebelan, y Roxana se rebela, ya desde la cubierta, contra la propia noción del libro de familia y del retrato – y se apropia de ambas cosas, como seguirá haciendo con diversos elementos tradicionales del libro de familia a lo largo de su propio libro.

Nos queda pendiente el chiste: como soy argentino, se imaginarán que se trata de un chiste psicoanalítico. En este caso, de un paciente que llega a la consulta de su psicóloga y le dice: «anoche soñé con mi padre y mi madre», a lo que la psicóloga le responde: «qué interesante. Vamos a hablar de esa pequeña palabra, Y». Y este chiste, más allá de la gracia que nos pueda hacer, otra vez apunta, me parece a mí, hacia algo que está muy presente en el libro de Roxana, y que tiene que ver con lo que recién mencionabas, que es esa conjunción, literal y metafóricamente, que hace que cuatro sujetos aparezcan aquí a la luz de algo que va más allá de ellos, que los contiene circunstancialmente, pero que los coloca bajo otra luz, ese Y de el padre Y la madre Y el hijo Y la hija que hace que aunque leamos sus historias por separado, a partir de las secciones en las que Roxana ordena el libro, vayamos superponiéndolos, imaginándolos en esa convivencia, en esa intersección de ese Y que tanto le interesaba a la psicóloga y que es, finalmente, el modo en que coexisten, el modo en que se ensamblan, el modo en que se relacionan y organizan sus espacios de subjetividad posible dentro de esa pequeña (o gran) cárcel que sería la familia. (En palabras de Roxana: «si el hijo supiera de antemano que la casa familia casa está llena de trampas accesibles hasta el comedor».)

Presentados estos tres elementos, creo que algo que podemos hacer es volver entonces a la idea de libro de familia como documento, y pensar en algunas semejanzas y diferencias entre ese documento y el libro de Roxana. Antes apuntamos al formato, a la cubierta, y le dimos destaque a la noción de obligatoriedad contra el ejercicio artístico de una libertad creadora. También hemos mencionado de pasada la forma en que, desplazando las nociones de madre, padre, hijo e hija hacia algo más coyuntural, Roxana le quita el peso identitario –que es justamente el sentido del documento, ¿verdad? el de establecer la identidad fija y definitiva, de las personas, fulano y mengana, padres de zutano, etc. Estos son algunos de los gestos con los que Roxana ejerce una postura feminista crítica, creo yo. Y luego hay otra serie de pequeñas desviaciones de la norma, digamos, de ligeros desplazamientos en relación a lo esperado, que nos ayudan a ver la intencionalidad, a ver la mano de la autora retorciendo en un momento dado algo que no imaginábamos que estuviera en ese sitio. Por ejemplo, si seguimos el paralelismo con el libro de familia como documento, justamente una de las pretensiones que imaginamos, y con la que Roxana juega deliberadamente, es la de lo documental, justamente, en tanto que fija una serie de acontecimientos y datos objetivos e incontestables – y relevantes. Ese carácter documental desde luego que atraviesa el libro, lo vertebra, pero al mismo tiempo pone en cuestión cuáles son o deberían ser las informaciones que nos permitan identificar a los individuos que nos van siendo presentados. Por ejemplo, sabremos que el padre hablaba por teléfono con un tic imperceptible, o que sueña con fábricas cuando todavía no es padre, o que vive obsesionado con el alpinismo. O que el hijo (que viene cronológicamente justo después del padre, es decir, quebrando la dualidad habitual de padre-madre/hijo-hija, Roxana establece otro orden: Padre-Hijo / Madre-hija, que también deja mucho que pensar) sale en alguna imagen que no vemos pero que se nos cita, abrazado a Alabama, o que la madre cultivaba remolacha, y que de muy pequeña saludaba dentro de ómnibus, o que la hija viajaba por la autopista a las tres de la tarde con un ejemplar de Música para camaleones. Dicho de otro modo, Roxana nos invita a pensar qué elementos nos constituyen, qué instantes nos definen, qué pensamientos nos fijan, o nos dejan fijados en una imagen para siempre a los ojos de otro, otra.

***   ***   ***

Con lo que acabo de decir, con los ejemplos que acabo de mencionar, no querría que nadie pensara que el libro es una compilación de momentos más o menos irrelevantes o de escenas casuales. Creo que gran parte de la gracia del libro reside en acechar, dentro de contextos periféricos, ese runrún constante que sigue presente en la cabeza de cada miembro de la familia: cómo huir, hacia dónde, con qué herramientas. En este libro hay quien busque la huida conduciendo en zigzag después de cruzar el atlántico, hay quien se entregue al montañismo, hay quien busque imitar a aquella vecina que llegando de Benidorm salió a la puerta y dijo lo primero que le vino a la cabeza y exclamó «se acabó eso de estar callada, se acabó» y hay quien (la hija) se pregunte, como lo hace en el libro «¿qué papel juega la resistencia de lxs artistas de lxs poetas en la práctica política?» .Posiblemente este libro sea una de las respuestas a esa pregunta, a través de la reescritura de un documento oficial, y de revisitar algunas de las posibilidades de reinventar otros órdenes, otras miradas posibles sobre la familia y sus miembros.

 [el padre]

 

2.



mejor di extraño porque (no) sabíamos quién era
asomaba un fondo oscuro
por el rabillo del ojo
igual que un número impar a destiempo

–sigue contando

se caía a pedacitos desde el origen del mundo
con un tic imperceptible hablaba por teléfono

–¿y después?                            ¿y después?
después se quejaba de lo lejos que estaban las ciudades
tantos kilómetros ida/tantos vuelta
demoramos un total de              =               varios días

si te digo la verdad él había regresado en barco

–era un buque
–una eslora
–una proa
–no proa no popa

repetía esas palabras a la hora de cenar
para sacar de quicio a la madre

la madre tiene que ver
con el horario de verano

 

y venga a sacar cubiertos lo más generosa
y sánguches

y esos dulces                               como de horario de invierno

(Fotografías encontradas del padre cuando todavía no era padre [Playa de la Ñora])

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[el hijo]

 

4.



si el hijo supiera de antemano
que la casa/familia/casa
está llena de trampas accesibles hasta el comedor

y en la escuela un cepo
fuera la emboscada

fantaseaba sin llegar a ninguna conclusión
era el juego ese de los niños entusiasmados
alojados dentro del armarito blanco
llamando «niuton»
al pajarito sordo

déjalos
así festejan con tanta ilusión
adentro del closet

el hijo recuerda:
remembrances
souvenirs
erinnerungen
muitot

debajo de la manta iba sacando ropa la madre agotada
de los juegos esos de piedras en la sien heridas sangre en la sien
como si nada brutos y peleones

porque si vive en la misma ciudad
el hijo hace lo mismo que el padre
hacía a los 16                              aunque tenga 40

(Cuaderno de música encontrado del hijo cuando todavía era hijo)

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[la madre]

 

1.



la madre (cuando era madre)
en esa época comprometida con una evidente revolución silenciosa
da vueltas ayudándose de la blusa para ocasiones importantes distingue imágenes de
una dos y hasta tres poblaciones donde crecen ciertas plantas aromáticas –por ejemplo
en lugar de producción debía decir redistribución–
hablaba de su propio padre como de un cierto espacio inaccesible
no se trataba de regresar a la casa familiar desde el puerto de tarna o desde el puerto de
cudillero en barca mientras los hijos crecían resultado de un estilo de vida homologado
hubiera deseado aventajar a B. en la final de los juegos sudamericanos calle número dos
con mayor desenvoltura tie-break o lo que hiciera falta
se mantuvo firme en esa postura donde prohibió cruzar al esposo/padre por la vereda
a esa hora ladea la cabeza sonríe por cortesía escribe una carta:
querida mamá cómo andás con los nuevos remedios

me acuerdo de ella envejeciendo como yo
palabras frecuentes pollera vincha paspada etc

––––––––––

nota: en una conversación telefónica a larga distancia me explicaba que era pleno verano en las cataratas de iguazú

(Objetos encontrados de la madre cuando era madre [una medalla en forma de cruz donde se lee: samaritana. la medalla está guardada en un sobre que dice j. leyva, santiago de chile])

***   ***   ***   ***   ***   ***

 

[la hija]

 

2.



un día                             la hija
se tomó muy en serio lo de hacer las paces consigo misma
decidió no hacer más conjeturas del tipo cómo sería vivir en un pueblo del interior
una ciudad sin mar digamos una capital
cómo sería tener una vida idílica sabiendo que idílico no significa
lo mismo
para ti que para mí que para ella
pregunta a leo por ejemplo                                 a tomás
marina dirá                     no sé                me da igual       por qué me consultas eso ahora
ariane            no se encuentra en este momento
sergio             tiene sed
eva                  dirá estás de broma
se cepilla el pelo
terminó con pedro hace una semana
busca su arquetipo                      un chico de pelo lacio que se parezca
a morrissey
y entone igual de bien heaven knows I’m miserable now

(Dibujo/collage encontrados de la hija cuando todavía era hija)
Roxana Popelka
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Roxana Popelka, poeta y narradora hispano-uruguaya. Vive en Madrid. Ha publicado los libros de poesía Ciudad del Norte (1989), Simplemente nada común (Ateneo Obrero de Gijón, 1991), la antología Cumpleaños feliz (Baile del Sol, 2010). El titulado 33 ppm (Bartleby ediciones, 2018) y Libro de Familia (Ediciones Trea, 2023).
Ha publicado los libros de relatos Tortugas acuáticas (2006) y Tan lejos de Dios (2014), y las novelas Todo es mentira en las películas (2009) y la titulada Preparados, listos, ya (2017), todas ellas en la editorial Baile del Sol.
Publicación del libro de artista -foto libro- (en colaboración con Natalia Pastor) Afueras. Memorias del extrarradio (Fundación Municipal de Cultura, Ayuntamiento de Gijón, 2023).

Aníbal Cristobo
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Aníbal Cristobo (Buenos Aires, 1971). Ha publicado, entre otros, los libros de poesía Teste da Iguana (Ed. Sette Letras, Rio de Janeiro, 1997), Minaturas Kinéticas (Ed. Cosac Naify/Ed. Sette Letras, São Paulo, 2005), Krakatoa (Ed. Zindo y Gafuri, Buenos Aires, 2013), Una premonición queer (Ed. Zindo y Gafuri, Buenos Aires, 2015) y La ruta de la tos (Ed. Trifaldi, Madrid, 2018). Desde 2002 vive en Barcelona. En 2012 fundó la editorial Kriller71. Ha traducido al castellano a diverses poetas brasileñes, portugueses y estadounidenses, entre elles Fernando Pessoa, Gonçalo M. Tavares, Marília Garcia, Rae Armantrout, Mary Jo Bang, Edward Hirsch, Carlito Azevedo y Golgona Anghel.